viernes, 11 de abril de 2008

Del petardo a la mascletá

Es como esas películas malas que tienen segundas partes. Después de tres días de suspensiones ya habíamos olvidado la mansada de Juan Pedro Domecq del lunes, pero quiso el destino que lo de hoy fuese como la continuación de la pesadilla. ¡Válgame Dios con los toros artistas! Hacía mucho que no veía devolver tres toros al corral. Hace falta mucho desahogo para venir a Sevilla dos tardes y superarse. Si lo del lunes fue un petardo, lo de hoy fue una mascletá completa. Al menos los de hoy se taparon un poco más en cuanto a presentación pero lo que es el comportamiento... Con semejante material en el ruedo no es de extrañar que el público maestrante se tomara la cosa a chufla. Daba vergüenza ajena ver a una afición como la sevillana jalear a los cabestros en el sexto toro, dedicarle olés al cabestrero y terminar sacándole los pañuelos al Florito hispalense. No se puede caer más bajo, señor Juan Pedro.

Curro Díaz dejó una soberbia media verónica en su saludo de capote al primero y poco más. El toro, muy mirón, pedía hacerle muy bien las cosas y el jienense no acertó precisamente con las distancias, pese a que en los primeros compases pareció cogerle el sitio en algún buen muletazo. En una de esas, con la muleta constantemente retrasada, el toro lo vio y lo lanzó por los aires. El golpetazo dejó mermado al torero para el resto de la corrida lo que se tradujo inmediatamente en un calvario para matar al toro. En el cuarto, más de lo mismo.

Manuel Jesús El Cid realizó lo más reseñable de la tarde. Le tocó vérselas en primer lugar con un sobrero de La Dehesilla, un toro cinqueño, muy distraido de salida. Miguel Angel Perera entró al turno de quites y firmó unas lucidas gaoneras. También destacó el Boni en banderillas. El toro no era nada claro, el típico manso con casta, pero en manos de El Cid pareció mejor de lo que fue. Labor de mucho mérito del sevillano, comenzando por bajo, con mucha suavidad,sin molestar al toro. Con la muleta en la izquierda, al contrario que Curro Díaz, acertó con la distancia y a base de temple y de no quitársela del hocico, el toro terminó por embestir con cierta largura y fijeza. Cada vez que el animal quería irse del cite allí estaba la muleta de El Cid para impedirlo. Es que no le quedaron más narices que embestir. A la tercera serie, visto que le habían ganado la partida, se rajó definitivamente. Le costó un triunfo cobrar la estocada y la faena se evaporó en el tramo final. Una lástima, porque hubiese habido trofeo. Con el quinto, un jabonero tan bonito de pelo como manso de solemnidad, hizo todo lo que se podía hacer pero el toro no daba más. Aún así, para mí el Cid sale de Sevilla como el número uno, capaz de hacerle faena al toro bueno y de inventársela con el malo.

Eso precisamente fue lo que le faltó a Miguel Angel Perera. Con su primer toro, otro sobrero de José Luis Pereda, no encontró la forma de meter al toro en la muleta. Brindó al público, señal de que confiaba en sus posibilidades, y puso toda la voluntad del mundo pero no fue capaz de corregir los tornillazos y la tendencia a echar la cara arriba del animal. Eso sí, con la espada volvió a funcionar como un cañón. Para cerrar la tarde, le cayó en suerte el tercer sobrero de El Serrano. A esas alturas, la gente estaba loca por irse, e incluso ya hemos dicho al principio que pedía orejas al cabestrero. Como para hacer caso a un toro paradote y manso.

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