viernes, 23 de mayo de 2008

Es otra cosa


Iba la tarde cuesta arriba, tirando a coñazo, por obra y gracia de los toros de Victoriano del Río. El que abrió plaza anunció la flojedad que vendría a ser denominador común en los dos que le siguieron.
Morante de la Puebla lo probó por abajo y enseguida cantó. El segundo fue un calvario para El Juli, que se debatió entre atacarlo por abajo, donde el toro se derrumbaba, o llevarlo a media altura, donde se defendía punteando la muleta. Y el tercero, tampoco iba más allá de la mitad del viaje y se defendía a base de cabezazos. Manzanares abrevió con buen criterio.

Llovía en Las Ventas -en realidad no había dejado de hacerlo desde que comenzó el paseíllo, pero la nota meteorológica le añade épica a lo que sucedió- cuando asomó el cuarto. Cubano se empleó en el caballo hasta que derribó y ahí aparecieron Morante y su capote. Primero por verónicas, luego por delantales y siempre con las medias de remate. La locura.

El toro apuntaba grandes cosas e inexplicablemente el torero le dio unos terrenos dignos de manso. Luego rectificó y el toro lo agradeció. Mejor por la derecha que por la izquierda, hubo series de verdadero mérito. Sin ser una faena de escándalo -tuvo sus enganchones- sí que tuvo el sello personalísimo de un torero distinto, sobre todo en una serie final de naturales a pies juntos. Lo pinchó en el primer intento y dejó luego una estocada perdiendo la muleta. La oreja protestada es lo de menos. Lo que queda claro es que Morante es otra cosa.

El Juli sigue teniendo su cuota de detractores en Madrid. Su faena al quinto tuvo mérito, mucho mérito pero aún así le protestaron. Dejó el toro crudo en el caballo y éste llegó al último tercio con una embestida violenta. Pero supo aguantar el torero y meterlo poco a poco en la muleta para acabar la faena con unos muletazos por abajo de gran calidad. Sin embargo, emborronó con la espada esa buena labor, al tratar de matarlo recibiendo. Después de un recital de pinchazos llegó la estocada pero ya era tarde.

Y cerró la tarde Manzanares con el toro de mejor son. Lástima de falta de fuerzas porque otro gallo hubiese cantado. Aún así, mientras se dejó, el torero se gustó con él, especialmente en varios cambios de mano bellisimos. Y la estocada, en todo lo alto.

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