sábado, 10 de mayo de 2008

Trenes que pasan


Dicen que van a Madrid en busca del pelotazo que los ponga de nuevo en candelero. Pero llega el momento, el tren pasa y no lo cogen. Y el tren en esta ocasión fue una sorprendente corrida de Peñajara, que echó toros de orejas pero les pasó como al Cid Campeador: qué buen vasallo si hubiese buen señor.

Manolo Sánchez se encontró de salida a un precioso sardo que lo tuvo todo para hacerle triunfar. Ya dejó ver sus virtudes en el primer tercio pero fue al llegar a la muleta donde sacó de verdad su calidad. Y eso a pesar de la falta de fuerzas. El diestro pucelano tuvo una virtud, el temple, y un enorme defecto: anduvo despegadísimo con él. Y claro, el toro con el hocico por el suelo y repitiendo, pedía otra cosa que aliviarse. Solamente en el tramo final de la faena hubo algún natural que se acercó a lo exigible con ese toro. Prueba del despiste que arrastra el torero fue que se tiró a matar en la suerte contraria, donde menos le iba a ayudar el animal. Lógicamente, pinchó. Cuando probó en la suerte natural dejó una estocada entera pero caida. El público supo ver las virtudes del toro, que fue ovacionado en el arrastre. Al cuarto, sin ser tan bueno como sus hermanos, lo aburrió Manolo Sánchez a base de muletazos tan rematados hacia fuera que alguno casi lo termina en la plaza de Manuel Becerra.

Eugenio de Mora anduvo aún mas perdido. Cualquiera de sus dos toros tuvo la movilidad suficiente para hacerles faena pero el toledano no fue capaz de plantarles cara en los terrenos que pedían. Como las desgracias nunca vienen solas, nos obsequió con un mítin en el descabello al primero de su lote.

De Antonio Barrera podemos decir muchas cosas y ahora las diremos, pero lo cierto es que fue al único de los tres que se le vieron las ganas y el hambre de triunfo. Al tercero de la tarde le enjaretó tres pases cambiados por la espalda que pusieron la emoción en el tendido. Luego quiso ponerse a torear pero erró la distancia y terminó ahogando la embestida del toro. El de Barrera es un problema inverso al de sus dos compañeros de terna: quiere pero no puede.

Con el sexto, junto con el primero el mejor de la corrida con diferencia, estuvo bullanguero en el saludo de capote. En la muleta, que el toro se quería comer sobre todo por el pitón derecho, volvió a cometer el error de citarlo en corto, pese a un prometedor inicio de faena con el torero en los medios y el toro arrancándose desde la raya. Toro de triunfo grande que debió marcharse sin las orejas. Barrera se consoló dando una vuelta al ruedo por su cuenta y tuvo el desahogo de criticar al presidente por no concederle una oreja.

Lo dicho: qué buen vasallo si hubiese buen señor...

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