miércoles, 29 de octubre de 2008

Francia nos enseña el camino


En Francia se han tomado en serio lo de la publicidad en la TV pública y han aprobado dos leyes que la suprimirán a partir de 2012. Como contrapartida, las privadas podrán emitir más anuncios. Miedo me da que importemos el modelo. En primer lugar, porque si al déficit galopante que arrastra TVE le quitamos los ingresos publicitarios ya sabemos de dónde va a salir la diferencia (de tu bolsillo y del mío). La cosa se podría solucionar recortando gastos pero no veo yo que estén por la labor ni los que mandan ahora ni los que mandaron antes.

Y luego está lo de las privadas. Ahora mismo te pones a ver Pretty Woman en Antena 3 y terminas viendo una colección de anuncios interrumpidos de vez en cuando por las piernas de Julia Roberts. O te sientas a ver Hospital Central en Telecinco (aunque ahora que no está Vilches la cosa pierde) y te da tiempo en cada pausa a preparar la cena, fregar, hacer un sudoku y cortarte las uñas. Como para darles carta blanca, vamos.

De Francia llega también una noticia de esas de niño muerde a perro. Se supone que las señoras, llegada una cierta edad, hacen todo lo posible por parecer más jóvenes, o cuando menos, no aparentar la verdadera edad. Legiones de Lidias Bosch repiten el ritual de la crema Garnier cada noche, hordas de Andies McDowell camuflan sus canas (porque ellas lo valen), y en esto que llega una tal Laurence Ferrari y lo pone todo patas arriba.

La señora con nombre de coche es la presentadora estrella de las noticias de TF1 y por lo visto los índices de audiencia no acompañan. Dicho y hecho, si hay que ganar credibilidad los gurús dicen que necesita aparentar más edad, así que ahí me la tienes, resaltando arrugas y cambiando el peinado.

Como cunda el ejemplo a ver quién es el guapo que se lo explica a Mari Tere Campos.

lunes, 27 de octubre de 2008

El Atleti, esa religión...


Porque eso tiene que ser una religión, qué barbaridad. La locura o cómo pasar de la euforia a la depresión, volver a la euforia y quedarse al borde del infarto. Lo de ayer en Villareal es de esas típicas jaimitadas colchoneras, que sólo ellos son capaces de bordar y exclusivamente ellos son capaces de ¿entender? Uno lo ve desde fuera con cierta perspectiva, la de un madridista al que le cae bien el Atleti, pero no soy capaz de alcanzar ese estado de cuasimisticismo que rodea a todo lo rojiblanco.

A medida que pasaba el partido me iba imaginando al atlético más genuino que conozco (hola, Tomi) y juro por mis hijas que no se me borró la sonrisa de la cara hasta el final. Luego, hablando con él, confirmó mis sospechas: el asunto es de manicomio.

De psiquiátrico fue también lo del árbitro del Real Madrid-Athletic, pero eso es otra historia. Me quedo con que, por este orden, ganamos el partido, un equipo entrenado por el indescriptible gañán del Caparrós está en descenso (lo siento, San Mamés, pero lo de este tío me puede) y tacháaaan.... ¡el Osasuna es colista! Ello unido a que la Real Sociedad no levanta cabeza y que, SEÑORES, la Unión sigue siendo líder en Segunda.

La felicidad debe ser algo parecido a esto.

viernes, 24 de octubre de 2008

Ingrid Betancourt, ¡dos orejas!

A falta de festejos que comentar, y complaciendo los deseos de nuestros lectores (de los tres), a partir de hoy ampliamos el abanico del blog y escribiremos de todo lo que se ponga a tiro. Hoy no puede ser otro el tema que los Premios Príncipe de Asturias, que se están entregando en este momento a 100 metros de casa.

Ya sé que hay gente a la que le parecen unos premios sobrevalorados, superfluos y prescindibles. Yo opino justamente lo contrario y cada año disfruto con la ceremonia y con los discursos. Por razones obvias, suelo prestar más atención al premiado en la categoría de letras y debo decir que he descubierto autores que hasta entonces no me habían llamado la atención, cuando no directamente los desconocía. Siguiendo la costumbre, mañana por la tarde iré a comprar algo de Margaret Atwood. Y le echaremos un ojo también a Tzvetan Todorov.

En la edición de este año, ha habido momentos muy emotivos. Rafa Nadal, merecidísmo premio, ha estado ha punto de soltar la lágrima. Me ha gustado también mucho ver a Jose Antonio Abreu, fundador de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela. Su cara lo decía todo, qué satisfacción debe de ser, después de tantísimos años de trabajo, estar encima del escenario del Campoamor recibiendo esa cerrada ovación. Y lo que me ha hecho muchísima gracia es cómo se parece Larry Page (fundador de Google) a Manolo Barroso, fotógrafo de La Gaceta de Salamanca.

Pero el momentazo de la tarde ha sido el discurso de Ingrid Betancourt. Empezó poniéndome los pelos de punta y terminó haciéndome llorar, lo que tampoco tiene mucho mérito, porque los que me conocéis bien sabéis que soy de lágrima fácil. Faena de dos orejas de la doña colombiana, que bajó la mano al final y de qué forma.

Luego el Príncipe ha tenido el detallazo de acordarse en su dircurso de Severiano Ballesteros, que anda el hombre pasándolas canutas. Me han encantado las semblanzas que ha hecho de Rafa Nadal y sobre todo, de Ingrid Betancourt. Tan bonita como cierta la cita de Salvador Espriu: los hombres no pueden ser si no son libres.

Por lo demás, Oviedo luciendo precioso, como siempre (encima ha hecho un día de sol perfecto), la Reina impecable, como siempre (soy fan declarado de doña Sofía desde que la conocí en persona) y los gaiteros sonando a gloria...

Como siempre.

jueves, 9 de octubre de 2008

Zaragoza no arranca

La de Dolores Aguirre era previsible que saliese un petardo... y salió. La de rejones fue un espejismo, con las cuatro orejas de Diego Ventura, pero la del Conde de la Corte nos devolvió a la mediocridad. Pensamos que lo de Adolfo iba a sacar algo de Victorino pero tampoco. Al menos vimos la primera oreja de la Feria (a pie) en manos de una gran Luis Bolivar. Cada día me gusta más el colombiano, que comenzó la faena igual que en Madrid hace unos días: en el centro del ruedo, citando al toro a 30 metros y con la izquierda.Fue en la tarde en que se despidió definitivamente una figura de los de plata, el picador charro Victoriano García El Legionario. Desde el cielo, Julio Robles le pegó una ovación.

Ayer vimos un gran toro de Valdefresno -menos mal , porque el resto de lo que salió por chiqueros fue de llorar- que inexplicablemente se le fue con las orejas puestas a Antonio Barrera. Y lo de hoy de Fuente Ymbro, en fin, mejor dejémoslo estar. A ver si a partir de mañana, que dicen llegan las figuras, remonta la cosa.

sábado, 4 de octubre de 2008

Victorino no falla

No era la tarde de Antonio Ferrera, no. Anduvo voluntarioso con el que abrió plaza pero la gente se decantó por el toro y con razón. Humillaba que daba gusto pero no le cogió el punto el extremeño. Con el cuarto quiso echar el resto pero ya era tarde y el animal tampoco estuvo por la labor. Eso sí, en los dos obsequió con su habitual repertorio en banderillas pero ya digo que no fue suficiente.

En cambio, creo que Luis Bolivar mereció más por su labor al tercero. En la retina tengo aún las dos medias verónicas que firmó, eternas, enroscándose al toro en la cintura. Y el principio de faena, en el centro del ruedo, muleta a la izquierda y a dar naturales se ha dicho. Se vino el toro de lejos y salió una serie de mucho mérito, la mano baja y alargando el viaje. Bajó el tono lor el pitón derecho pero en conjunto construyó el colombiano una faena importante. Lo mató con mucha verdad y salió volteado, dejando una estocada entera pero atravesada. Con el sexto no tuvo opción y abrevió.

A Diego Urdiales tenía ganas de volverle a ver, después del buen sabor de boca que nos dejó en San Isidro. Y no defraudó. Con el segundo, quizá el regalito de la corrida, estuvo más que digno, tragándole una barbaridad e intentándolo por todos los medios. Le sacó lo poco que tenía y lo mató muy bien. Esa fue la cruz. La cara también estuvo en su lote, pues el quinto fue un señor toro. Urdiales bien pero el que no falla, qué tío, es Victorino Martín.

Platafino peleó con gran clase en el caballo y en la muleta dejó el hocico por el suelo y mejor por la derecha. Y allí estuvo el riojano para correrle la mano y firmar series de gran mérito. La estocada fue rarísima, pues primero pareció un pinchazo hondo pero en el último momento logró enterrar la espada y tirarlo sin puntilla. La recompensa, una oreja que le sirve muchísimo.

viernes, 3 de octubre de 2008

Hagan sitio en la historia

Vamos a ver si soy capaz de encontrar los adjetivos adecuados para describir lo de esta tarde.

Podríamos decir que ha sido épico, que lo fue. Podríamos decir que ha sido heroico, que lo fue. Podríamos decir que ha sido histórico, que lo será. Pero con eso no basta. Yo diría que ha sido milagroso. Pocas tardes recuerdo en mi vida de aficionado que haya vivido semejante mezcla de emociones. Gracias, Don Miguel Angel, porque a partir de hoy habría que tratarte de usted. Desde hoy Miguel Angel Perera entra en el reducido grupo de Figuras (con mayúscula) de la tauromaquia. Porque no se trata de cortar más orejas que nadie, Fandi, ni de torear más tardes que ninguno, Jesulín.

Viene al pelo la anécdota de Manuel Ortega, padre de Manolo Caracol y a la sazón mozo de espadas de Joselito el Gallo. Viajaban desde Andalucía en tren y al bajarse en Atocha la locomotora pegó un bufido y soltó un buen chorro de vapor. A lo que él le espetó esos cojones, en Despeñaperros.

El Despeñaperros taurino está en la plaza de Las Ventas y si uno se encierra allí con seis toros la cosa adquiere tintes míticos. Y hoy Perera puso los cojones, vaya que los puso, hasta el punto de que, literalmente, se los partieron. La de hoy es de esas tardes que uno almacena en la memoria y repetirá decenas de veces. ¿Te acuerdas de aquel año de Perera en la Feria de Otoño? Claro que los hay con suerte -los que lo pudimos ver por la tele- y los hay con mucha suerte, que estuvieron en la plaza. Entre ellos mi señora madre (autora de las fotos que ilustran este texto) y mi señor padre, que a través del teléfono móvil me hicieron meterme un poquito más en el ambiente.

Había empezado la tarde cuesta arriba. Devuelto el toro que abría la tarde, el primero bis, de Valdefresno, fue noble pero justito de casta. El segundo, de Cortés, le echó el ojo enseguida. Ni las miradas ni el viento importaron a Perera, que se puso como si el toro fuese bueno, aunque parece que al público no le llegó la onda. Aquello olía a enfermería en cualquier momento y tardó en llegar pero llegó. Entró a matar Perera y el toro lo prendió dejándole una cornada en los testículos. Los que gastamos de eso sabemos que un simple golpecito te hace ver las estrellas, así que no me imagino lo que debe ser que te los atraviese un pitón.

El torero a la enfermería, le cosen los médicos y dice que sale de nuevo. Nada más verlo aparecer por el pasillo y enfilar el ruedo se lo dije a mi madre: preparaos, que cambia la tarde. Sólo había que ver la cara de concentración y responsabilidad de Perera, ¡con los huevos cosidos, señores! Y así fue.

Al tercero, de El Puerto de San Lorenzo, lo hizo bueno a base de dejarle la muleta en la cara y templarlo, con paciencia, con colocación. Y cuando montó la espada pensé que iba a acordarse de que hacía media hora que un toro le había reventado pero ¡anda que se apartó! Derechito, derechito y otro estoconazo que tiró al toro sin puntilla. Primera oreja de la tarde.

El cuarto, de Victoriano del Río, sucumbió a la muleta del extremeño como tantos toros esta temporada. De fácil que lo hace parece que los toros son mejores, pero no. Este era un regalito que se defendía de mala manera y que en otras manos hubiese sido visto y no visto. Pero por algo llevamos cantando toda la temporada las virtudes de Perera. Se puso en el sitio, tragó y tragó, corrió la mano y terminó metiendo al toro en la canasta. Los adornos finales por bernardinas, escalofriantes y como no, otra estocada. Segunda oreja que aseguraba la Puerta Grande.

A estas alturas la tarde estaba ya metida en suficientes emociones pero faltaba el plato fuerte. Y de invitado, otro de Valdefresno, al que saludó de capote a pies juntos con inusitado temple. El inicio de la faena de muleta prometía. Dos estatuarios en el más amplio sentido de la palabra -se movió lo justo para sacar el brazo- y al tercero el toro, que venía como un mercancías, se lo lleva por delante empitonándolo en el muslo. Cornada y de las gordas nada más verlo en el suelo. Se conoce que mi madre pegó un brinco y sin querer le dio a la rellamada del móvil. Y allí estaba ella gritando a voces que se metiera el torero, que así no podía torear, que dónde estaba la autoridad. Y con ella, toda la plaza.

Hubo una décima de segundo que pareció que iba a ser así pero de repente Perera sacó fuerzas de sabe Dios dónde -recordemos que no hacía una hora que le habían cosidos los testículos- y pidió que le hicieran un torniquete. Cogió la muleta y allá se fue a por el toro, visiblemente mermado, blanco como la cera y a punto de desmayarse por la sangre perdida. Mi madre seguía desgañitándose y pidiendo por favor que no torease y yo en casa me unía al coro porque veía que en cualquier momento le volvía a echar mano. Pero amigo, los toreros son otra raza, y las Figuras (perdone, Don Miguel Angel que no me haya vuelto a referir a usted como merece) aún más.

Ya no es que aguantara milagrosamente en pie. Es que volvió a repetir la faena del cuarto, tapando los defectos del toro y dejando series hondas, templadas y largas. Resulta obvio añadir que lo tiró del enésimo estoconazo sin puntilla y cortó la oreja más merecida que haya visto la plaza de Las Ventas en mucho tiempo. Aún se me ponen los pelos de punta recordando como cruzó el ruedo con el público en pie gritando ¡torero, torero! y rompiéndose las manos a aplaudir, se paró en la mitad, se guardó la oreja en la chaquetilla y se marchó a la enfermería con la pena de no disfrutar de la Puerta Grande pero con la satisfacción de entrar en la historia con todos los honores.

El sexto de Fuente Ymbro fue el mejor toro de la corrida. Lo mató el sobresaliente David Saleri, que dejó pasar la oportunidad de su vida. Lástima porque podría haber sido el broche perfecto a una tarde que estaba llamada a poner a Perera en lo más alto del toreo.

Ni José Tomás ni historias.