viernes, 5 de diciembre de 2008

Una sociedad enferma


La foto aparecía ayer en la portada de El Mundo. Aún no se habían limpiado de la acera los restos de sangre del empresario Ignacio Uría cuando sus compañeros de partida parían una nueva versión del refrán: el muerto al hoyo y el vivo a las veinte en copas. Como si tal cosa, con una sangre fría que espanta, buscaron un sustituto para el asesinado y hale, da cartas, Patxi, que se nos va la tarde.

La foto de Mitxi (felicidades al autor, de esas veces que una imagen vale por mil palabras) define con crudeza a la sociedad vasca: el que no está de acuerdo con los de las pistolas mira para otro lado y reza para que mañana no le toque a él. Mezquino, pero real. Eso en el mejor de los casos, porque hace tiempo que empiezo a pensar que la mayoría, en el fondo, no lo ve mal. Sólo así se explican comentarios del tipo era uno de aquí, como si los de allí estuviesen bien matados.

Hablamos de imágenes y a mí hay una que no se borra de la memoria. La única vez que la mayoría de vascos le echó narices fue tras el asesinato de Miguel Angel Blanco. Aquella escena de los ertzainas quitándose las capuchas a petición de la gente fue conmovedora. Y en aquelllos días, los únicos que pasaron miedo fueron los batasunos. Aquel fue el momento clave donde se vio que el fin de los de la pistola podía estar cerca pero la respuesta del PNV fue el Pacto de Estella. Y al PNV no le votan los andaluces, ni los castellanos, ni los valencianos, ni los madrileños. El PNV tiró por la borda todo aquel capital político y los que le han seguido votando refrendan así esa decisión.

Hubo un tiempo en que gritábamos Vascos sí, ETA no. Ahora ya no me engañan los seguidores de Arzalluz. Se merecen todo lo que les pase. Por mezquinos, por cobardes y por enfermos.

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