domingo, 26 de abril de 2009

Morante, el torero total

Hay quién le tiene por torero de espejo y nada más lejos de la realidad. Hoy Jose Antonio Morante terminó de demostrar lo que apuntó frente a los pseudovictorinos: que es el torero total, mezcla de genialidad, plástica y valor seco. En medio de la mediocridad de una tarde marcada por la mansada de Jandilla y la incapacidad del presunto torero apodado Finito de Córdoba surgió la figura de Morante de la Puebla. Majestuoso, elegante, distinto e imprescindible.

Ya había estado por encima del segundo de la tarde, al que sacó lo poquito que tenía por el pitón derecho. Pero fue en el quinto donde firmó una obra redonda, superando las dificultades del manso y domeñando su genio, que lo tuvo. El primer aviso lo dio el Jandilla colándose en el capote, manejado con la habitual maestría, especialmente en un quite por chicuelinas rematado con una media a cámara lenta.

La faena de muleta tuvo un arranque pinturero, con muletazos por alto y zapatillas asentadas en la arena. Le dio distancia y se lo pensó mucho el toro, pero terminó por acudir al cite. Perfecto juego de muñeca para embarcarlo y dejarlo colocado para el segundo pase. Y así siguió una serie de escándalo que hizo sonar la música. Pausas acertadas para darle aire al toro y éste que se le queda debajo en mitad de un derechazo, un parón de escalofrío con el pitón a centímetros del muslo. Y Morante impávido, hasta que se tragó el muletazo. Lo desarmó el toro pero es que hasta para recuperar al instante la muleta tiene arte el jodío.

Cambió a la mano izquierda y hubo un natural eterno. Otra colada del toro y Morante se enfadó con él: pases de castigo, abaniqueo en la cara y desplante torerísimo. Había que rematar la obra y lo hizo el de la Puebla con una estocada casi entera que lo tiró sin puntilla. Su premio, una oreja que vale más que otras a pares.

El toreo total de Morante eclipsó a sus compañeros de terna, aunque por razones bien distintas. A Sebastián Castella se le murió, literalmente, el primero a mitad de faena. Con el último hubo un arranque de faena prometedor, con estatuarios y remates por bajo, pero pronto cantó su mansedumbre y poco más pudo hacer salvo matarlo más que bien.

Otra cosa es lo del presunto torero. Convengamos en que su primero no daba más de sí pero tuvo en sus manos el toro más claro de la tarde y válgame Dios. En mis notas tengo escrito que el toro repite y Finito también. Repite su vergonzosa tauromaquia de torear con el pico, para fuera y sacando el culo. Terminó por aburrir al toro, que debió ser recompensado con una oreja... de Finito.

Y lo siguen contratando, oiga.

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