sábado, 18 de abril de 2009

Oreja barata, tarde de nostalgias

Tarde de nostalgias en la Maestranza. Salió por chiqueros un Islero, Montoliu volvió a banderillear en Sevilla y por un momento revivimos la tragedia de Julio Robles en Beziers.

El tal Islero hizo el tercero de una corrida de La Dehesilla que tuvo de todo. Toros buenos como el segundo, el cuarto y el propio tocayo de aquel que mató a Manolete en Linares; y mansos de solemnidad, a saber el resto. O sea, que estuvo repartido.

Curro Diaz abrió plaza ante un manso de libro, protagonista de un desastroso tercio de varas que acentuó aún más sus problemas. Lo mató como pudo, a la tercera, haciéndolo todo él. El cuarto fue otra cosa. Manejó con gusto el capote el torero jienense y vivimos un momento emotivo al ver en el ruedo -el mismo en el que murió su padre- a Jose Manuel Montoliu, homenajeando a su progenitor con sendos pares de banderillas marca de la casa. Brindó el torero al público y comenzó la faena por bajo, con mucho gusto. La primera serie tuvo el mérito de la ligazón y el defecto de colocarse despegado. Corrigió el defecto y mejoró el asunto, pero...

Probó con la izquierda de nuevo, citando fuera de cacho. Lo vio el toro, lo enganchó y le dio una voltereta feísima. La caida me recordó a la de Julio Robles, sobre todo cuando el torero quedó paralizado en la cara del toro. Hubo unos segundos dramáticos, mientras la cuadrilla llegaba a hacer el quite. Milagrosamente, el animal se quedó extasiado mirando el bulto que tenía delante y no hizo por él. Y milagrosamente lo levantaron y la cosa quedó en una conmoción. A partir de ahí, pases enrabietados alternados con otros de gran plástica, pinchazo, estocada e inexplicablemente, oreja.

Miguel Abellán tuvo en sus manos el mejor toro de la tarde. Ya lo demostró de salida, metiendo la cara con clase en el capote, sobre todo por el pitón izquierdo. A ello respondió el torero con verónicas algo despegadas pero bajando los brazos. Siguió demostrando calidad el animal en el caballo, así como en el quite de César Girón y la réplica de Abellán. Su excelente tranco permitió el lucimiento en banderillas de Siro y Pascual Medina.

Brindó el madrileño al público pero lo costó romper en la primera serie, culpa de su planteamiento encimista. Ya habíamos visto que el pitón bueno era el izquierdo y en cuanto el torero se percató la faena ganó enteros. Una serie muy ligada calentó al público pero de nuevo equivocó los terrenos y al toro empezó a costarle embestir. Volvió a la mano derecha y ahí llegó lo mejor de su labor: un pase invertido que pareció eterno e hizo sonar la música. Entró a matar muy derecho y despacito, dejando una estocada entera pero un pelín trasera, que le obligó a usar el descabello. Eso enfrió el posible trofeo, que se quedó en una vuelta al ruedo. No obstante a mí me pareció que el toro daba para más. Nada que objetar, en cambio, a su labor en el quinto, donde estuvo muy por encima de las condiciones del toro.

César Girón recibió al tercero con una larga cambiada que anticipaba sus ganas de agradar. El toro me despistó porque tan pronto hacía cosas buenas como malas y en esa constante disyuntiva llegó a la muleta. La cosa estaba en cómo atacarle y Girón se equivocó de salida, pero pronto rectificó y planteó una faena de mano baja. En cuanto obligó al toro y le pudo éste se entregó y sacó lo bueno que llevaba dentro. Toreo de zapatillas atornilladas, dándole distancia, temple y ligazón. Lo probó por la izquierda pero pronto se desengañó y volvió al pitón bueno. Muletazos llevándolo larguísimo, aunque con el defecto de despatarrarse demasiado. Remató de pinchazo y estocada y recibió palmas. Como sus compañeros de terna, bastante hizo con estar delante del otro de su lote.

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