sábado, 9 de mayo de 2009

La Cuellina triunfa


"Tengo a la plaza en contra", declaró el incapaz al término de la corrida. A la plaza, a los espíritus de Belmonte, Joselito y Manolete, y a las asociaciones de consumidores si tomasen cartas en el asunto. Tuvo delante un toro de Puerta Grande y tapó su incapacidad -al César lo que es del César- con la estocada, perdiendo la muleta, sí, pero de correcta ejecución y fulminantes efectos

Decíamos ayer que Madrid no parece Madrid y esa oreja que hoy le han regalado al Capea, más conocido por el niño del Niño, pone a las Ventas a la altura de una plaza de cuarta. Un toro de escándalo, alegre en la embestida, repetidor, con un pitón derecho para reventar la Feria... Y le fue a tocar al tío más incapaz que hay en el escalafón. Incapaz pero, reconozcámoslo, revolucionario. La tauromaquia del siglo XXI le debe un lugar en la historia al inventor de la cuellina, técnica aportada por el incomprendido diestro consistente en acompañar las embestidas con el cuello, en una suerte de forzada tortícolis. Ahora nos parece antiestético, incluso horroroso, pero también se reían de Dalí y ahí lo tienes. El futuro, amigos, es la cuellina.

Si al mejor le hizo putada en vez de faena, no perderemos tiempo en explicar lo que ocurrió con su lote. Sólo apuntar que el tercero era otro bombón por la derecha y el último, con sus cositas, también tenía faena. Porque ese toro de triunfo gordo estaba sorteado para Miguel Abellán y fue a caer en manos del incapaz, merced a la cogida sufrida por el diestro madrileño en su primero. Había empezado Abellán de rodillas en el mismo centro del ruedo, poniendo de su parte lo que no tenía el de Salvador Domecq. Y en una de esas, mientras lo intentaba torear, ¡zas!, derrote seco y cornada de quince centímetros por detrás de la rodilla. Herido y todo, aún tuvo arrestos para matarlo antes de pasar a la enfermería.

David Mora, que confirmaba alternativa, anduvo muy dispuesto toda la tarde. Se fue a portagayola a por el de la confirmación, un toro que embistió en la muleta rebrincado y echando las manos por delante. Con el quinto, un sobrero de Fernando Peña, se lució en un quite por chicuelinas. El toro, el peor de la tarde, tenía un trago. No se arrugó Mora y se puso siempre en el sitio, queriendo sacarle lo poco que tenía.

1 comentario:

sentimientos y locuras dijo...

La verdad que fue una oreja que por la estocada valia mucho pero por lo demas la verdad un poco floja.