domingo, 3 de mayo de 2009

Magistral Fundi


Corrida rara de Miura para cerrar la Feria. Uno espera otra cosa y resulta que salieron incluso nobles. La excepción fue un sobrero de El Serrano, sexto bis, que le tiró dos cornadas con muy mala uva a Javier Valverde, una al pecho y otra al muslo. Afortunadamente no le alcanzó.

Eso sí, la miurada fue un escaparate de pelos bonitos. El primero del lote de Valverde, un sardo precioso pero sin chispa alguna al que despachó de un estoconazo. Mala suerte del salmantino con el lote hoy.

El que estuvo cumbre pese a no tocar pelo fue el Fundi. Hizo bueno a su primero, en una faena de esas que no llega al gran público pero que el buen aficionado saber ver y valorar. Sólo el manejo de la espada le dejó sin lo que hubiera sido una trabajada oreja.

Más mérito aún tuvo su labor con el cuarto, un bonito castaño que en otras manos no hubiese dado más de sí. Fundi tiró de magisterio y poco a poco, a base de consentirlo mucho, de sobarlo con la muleta y de ponerse en los terrenos idóneos en cada momento, le fue robando muletazos hasta construir series de categoría con el toro entregado. Otra vez la espada le dejó sin trofeos pero con la sensación de estar muy por encima de su lote. Maestro.

El que sí tocó pelo fue Juan José Padilla. Probablemente la vez que mejor he visto torear -o mejor, la primera vez que he visto torear- al jerezano. Lo cual tiene un mérito relativo visto el oponente que le correspondió. Un berrendo nobilísimo, con un gran pitón izquierdo, al que Padilla tardó en ver. Cuando por fin le cogió el aire dejó los mentados pases que no le había visto en la vida. Le apretó el toro al entrar a matar y llegó a encunarlo, pero sin consecuencias. La estocada casi entera aunque tendida le sirvió para cortar la última oreja de la Feria.

Otra cosa fue su primer toro. Tuvo el mérito Padilla de lucirlo en el caballo, donde el Miura nos regaló dos arrancadas lejanas. Galopó que daba gusto en banderillas aunque con poca fuerza y claro, conociendo el numerito que monta Padilla, que los deja derrengados, ahí se terminó el toro. Entre la escasez de fuerzas y la nulidad del torero, el animal se dedicó a defenderse y no hubo lugar a más.

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