sábado, 11 de julio de 2009

Joselillo roza la gloria

Un inciso antes de comentar la corrida y perdón por el exabrupto: iros a tomar por culo. Me refiero a esa caterva de pseudoperiodistas que en todo el año no prestan atención a la fiesta de los toros salvo que haya cogidas, cuanto más sangrientas mejor. Iros a la mierda, con La Noria de Telecinco abriendo el cortejo. Que asquito dais, recreandoos en la muerte de Daniel y abriendo debates tan demagógicos como inoportunos.

A lo nuestro. Arrancaba el paseillo y le comentaba a Olga mi mosqueo con la ganadería. No recuerdo la frase exacta pero el resumen es que no daba un duro por lo de Dolores Aguirre. Y metí la pata hasta el corvejón. ¡Qué corrida, señores! La presentación, como se esperaba, tremenda. Pero donde me dio en toda la boca la ganadera fue en el comportamiento. Con genio, con su puntito de mansedumbre pero de esa que rompe a bueno. Y sobre todo ese sexto toro, una máquina de embestir. Pero vayamos por partes.

Serafín Marín necesita una profunda reflexión sobre su futuro en esta profesión. Vale que ha toreado muy poco esta temporada pero no se puede estar con esa abulia delante de los toros. Vale también que tuvo el peor lote pero no es excusa. El que abrió plaza nos hizo concebir esperanzas en un primer puyazo larguísimo y en buen sitio a cargo de Manuel Molina. Pero en el segundo cantó la gallina. Y no digamos en banderillas donde cortó una barbaridad con susto incluido en el tercer par. Aun así brindó al público el torero catalán y el caso es que el toro no tenía mal son, sobre todo por el izquierdo. Pero las dudas de Marín hicieron que se acabara pronto lo poquito que tenía. Con el cuarto, al que masacraron en varas, no supo por dónde meterle mano. Un toro muy soso pero sin comerse a nadie con el que evidenció el torero su tremendo bache.

Todo lo contrario ocurrió con David Mora. Su tarjeta de presentación fue irse a la puerta de chiqueros a recibir a su primer toro. Ya sabéis que no me gusta nada esa suerte, no guarda proporción el riesgo con el resultado artístico, pero en estamos en Pamplona y aquí quizá se valore más eso que un buen natural. El caso es que se hincó de rodillas Mora, salió el toro como un mercancías y de milagro no le empitonó. Pero hablamos de un señor toro, largo, hecho, con cuajo. Y si con los pitones no pudo, lo arrolló con los cuartos traseros. Un golpe seco en la cara, como un derechazo de un peso pesado a uno mosca, que dejó completamente grogui al torero.

Ya de pie, recuperado a medias, lo lanceó con gusto a la verónica en un bonito quite. Con la muleta planteó una faena de más a menos. Comenzó sentado en el estribo y toreando con mucho gusto por la derecha. Tan a gusto estuvo que tardó una barbaridad en coger la zurda, tanto como para pasarse de faena y provocar la voltereta. Para colmo la espada cayó muy baja con lo que se esfumó el posible trofeo.

Con el quinto volvió a demostrar que torea de capote como el mejor. Lástima que en el último tercio el toro se le terminase muy pronto porque mientras duró dejó embestidas de lujo. Eso sí, con una tendencia constante a irse y el mérito de Mora estuvo en sujetarlo y sacarle lo poquito que tenía. El público, un pelín frío durante la faena, le dedicó una ovación.

El hombre del día, por diversos motivos, fue Joselillo. Por cómo estuvo, por el lote que sorteó, por cómo llegó al público... El tercero fue un pedazo de toro en todos los sentidos. De esos que descubren las verguenzas del que se pone delante como dude lo más mínimo. Un toro que no se cansó de embestir nunca, que no paró en ningún momento de buscar la muleta. Y qué bien se la puso Joselillo. Sin molestarlo nunca y dándole mucha distancia siempre. La estocada cayó algo baja pero el efecto fue fulminante y cortó una oreja.

Media Puerta Grande abierta y le tocó vérselas con el sexto. El mejor toro de la tarde y posiblemente de la Feria. Y otra vez lo entendió de maravilla el vallisoletano. Si fue bueno por la derecha, por la izquierda directamente de escándalo. Tanto que en el último tramo de la faena se confió el diestro y llegó la voltereta. Caida feísima, quedando a merced del toro que lo pateó una y otra vez y le dio una paliza tremenda. Se rehizo el torero y firmó unos pases de adorno de esos que calientan al público pamplonica. Se barruntaban las dos orejas pero quedaba matar al toro. Y ahí acusó Joselillo la paliza. Pinchazo tras pinchazo, como si se hubiese quedado sin resuello -luego supimos que tenías dos costillas rotas- no fue capaz de enterrar la espada. El posterior sainete con el descabello, al borde de los tres avisos, disipó toda posibilidad de premio.

1 comentario:

Blog del profesor Agustín Domingo Moratalla dijo...

Te has lucido David. Aunque no he visto la corrida, contigo da gusto. Y la apostilla primera de los coleguis desalmados y noriegos, genial.