martes, 10 de agosto de 2010

La historia de Alfredo


Alfredo tiene once años y un desparpajo que asusta. Además, canta como los ángeles, que a ver quién es el guapo de nosotros que se atreve en un karaoke con Nino Bravo y no lo destroza. Alfredo es paraguayo y padece osteogénesis imperfecta, una enfermedad de la que igual has oído hablar si te digo que son los llamados niños de cristal. Pero lo mejor que tiene Alfredo son sus padres, un matrimonio que, cuando diagnosticaron la enfermedad a sus hijos -el pequeño Nicolás, de 4 años, también la padece- le echaron un par de huevos a la vida y movieron Roma con Santiago hasta conseguir traerlos a España para tratarlos. Hasta entonces, la vida de los críos se reducía a padecer una fractura, acudir a urgencias, escayola y a casa. Y así hasta la próxima vez. Y como las desgracias nunca vienen solas, a la cuarta visita alguien pensó que aquello no era normal y dio parte a la fiscalía por presuntos malos tratos. Imagina lo que tiene que haber pasado esa famila.

Lo consiguieron. Nicolás apenas tiene problemas, pues le cogieron a tiempo. Alfredo camina con cierta dificultad pero camina, algo impensable hace unos años. El tratamiento consiste básicamente en implantarles un clavo telescópico que se va extendiendo a medida que el hueso crece y le proporciona la estabilidad que la enfermedad le quita. En el Hospital de Getafe, uno de los mayores expertos mundiales en la enfermedad, el doctor Jose Ignacio Parra, obró el milagro.

Pero no se conformaron con eso. El padre de Alfredo decidió que en Paraguay habían quedado muchos niños que merecían la suerte de sus hijos y se propuso llevar el máximo de ayuda posible. La providencia hizo que se cruzara su vida con la de Juan José Márquez y empezó a gestarse algo precioso. El doctor Márquez dirige la Fundación que lleva su nombre y que se dedica a canalizar ayuda médica fundamentalmente hacia África. Conozco de primera mano su labor y te aseguro que ésta es impresionante.

Entre las muchas actividades que la Fundación organiza están diversas galas benéficas a lo largo del verano en Barco de Ávila, localidad natal del doctor Márquez y de mi madre. Y así fue que anoche, en una de ellas, tuve la oportunidad de conocer personalmente a Alfredo y a su familia y de escuchar de su boca su historia. Y te la cuento porque, como dijo Juanjo, hay mucha gente invisible que necesita hacerse notar para que se conozcan sus problemas y así poder aportar soluciones. Ayer la entrada nos costó 5 euros. Con ese dinero se vacunará de paludismo a dos niños en Costa de Marfil. Casi da vergüenza decirlo, con lo que nos gastamos en gilipolleces a lo largo del día.

Así que si quieres colaborar, te garantizo que el dinero está bien empleado y que llega a su destino en forma de ayuda. En la página web hay mucha más información. Pincha aquí

(Foto: Fundación Juan José Márquez)

1 comentario:

Ana Pedrero dijo...

Estas cosas, pequeñas, ocultas, son las que hacen que nos sintamos vivos. Gracias por hacerlas más grandes, por abrir las ventanas y mostrárselas al mundo.

Un abrazo. :)