viernes, 29 de abril de 2011

Una Puerta entreabierta

Sevilla empieza a mostrar detalles feos, de los que deslucen la categoría de una plaza. Se han contagiado de ese espíritu moderno que premia las estocadas con independencia de su colocación y que obvia los pinchazos como demérito a la hora de conceder trofeos. Y gracias a ello, El Juli abrió la Puerta del Principe, cuando ésta debió quedar entreabierta. Entremos en detalles.

La corrida de Garcigrande, bien presentada y con toros realmente bonitos aunque de comportamiento desigual. Mansito salió el primero de Enrique Ponce, que se hartó de sobarlo con la muleta a media altura y dio un recital de despropósitos con la espada. Con el cuarto, más noblón, no encontró nunca la receta y eso ya es mucho decir tratándose de Ponce, que está pero no está.

Poco más o menos le ocurre a Cayetano, con la diferencia de que Ponce tiene detrás una curriculum con muchos éxitos. La incipiente carrera del dinástico diestro empieza a diluirse como un azucarillo. Aburrió a pases fuera de cacho al tercero y no supo por dónde meter mano al bondadoso sexto. Algunos detalles con el capote pero eso es muy pobre balance para lo que se espera de él.

Con semejante panorama no es de extrañar que El Juli llegase y arrollase a sus dos compañeros de cartel. Salió el segundo de la tarde muy distraido y tuvo paciencia el diestro para buscarle los terrenos y terminar toreando de capote en el mismo centro del ruedo. Un quite voluntarioso de Cayetano encontró réplica en un Juli arrebatadísimo. Tremenda la media de remate. Con la muleta el toro me engañó. En mis notas tenía marcado como bueno el pitón izquierdo pero fue justo al revés, aunque terminó por poderle también por ese lado. Faena poderosa, con el ya habitual defecto de torear despegado y vaciar la embestida hacia fuera, pero plena de conocimiento de los terrenos para meter al toro en la muleta. Una vez ganada la batalla, preciosas las trincherillas de remate y estocada trasera. Dos orejas a pesar de la colocación de la espada.
En el quinto otra faena de mandón, con un toro rebrincado al que fue sometiendo para terminar toreándolo a placer. Pinchazo y de nuevo estocada trasera y caida, pero ya decíamos al principio, que todo vale pa el convento, así que oreja y Puerta del Príncipe.

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