jueves, 5 de mayo de 2011

El fracaso de la marca blanca

Soy muy fan de las marcas blancas para según qué cosas. Pero tengo claro desde hoy que el concepto no encaja en lo que a ganadería de bravo se refiere. Así que, señor empresario, si usted quiere traer una corrida de Jandilla tráigala -de hecho está anunciada para mañana- pero evite estos sucedáneos. El nombre del hierro se las trae, Torrehandilla y Torreherberos, pero lo realmente enrevesado es el criterio que se siguió para embarcar estos toros a la Maestranza. Hubo alguno realmente feo y en conjunto una escalera de tipos. Insisto, empiezo a ver demasiadas cosas que no me gustan en una plaza puntera como lo es Sevilla.

Dicho lo cual, aclaremos que sí hubo un toro digno de tal nombre. Fue precisamente el primero de la tarde, que fue a caer en manos de El Cid y le cortó una oreja. Visto así, no parece que existan motivos para la queja pero sí. No me gustó nada ver las ventajas que se tomó el diestro de Salteras, siempre despegado y toreando en línea. No lo merecía el toro ni lo merece la hoja de servicios de El Cid, al que sabemos hasta dónde se le puede exigir. Pero ya hemos dicho en comparecencias anteriores que no está fino. Bueno, sí, con la espada nada que objetar aunque la oreja se me antoja excesivo premio.

Cayetano anduvo de las veces que mejor le he visto, sobre todo con el capote, muy variado. El problema es que no tuvo enemigo, porque ponerte a hacer alardes de dignidad, como descalzarse, con los novillitos que le tocaron en suerte como que no cuela. Hasta le pidieron la oreja en el quinto, menos mal que el presidente supo estar en su sitio.

Y Daniel Luque, otro al que tengo marcado en la lista de los pegapases, también me sorprendió. Al menos le puso ganas en sus dos toros, sobre todo en el sexto. Manso como casi todos pero con un puntito que supo Luque sacarle planteando una faena en las tablas. Lo mató más que decorosamente y, éste sí, cortó una oreja.

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