lunes, 5 de septiembre de 2011

La Boda

Así, con mayúsculas. Llevábamos meses imaginándola y por fin el sábado se hicieron realidad todas las cosas que nos rondaban la cabeza. La cena en familia la noche antes, disfrutar de ese marco increible que es el Palace, Madrid que amanece nublado, los nervios de la mañana, el goteo de invitados que van llegando, el ritual de vestirse como si fuéramos toreros que van a Las Ventas, las chicas espectaculares, los niños llamando la atención a todo el mundo, la hora que se acerca, la gente que se va y nos quedamos solos el padrino y la novia, escóndete que pasa el novio y no puede vernos, el Jaguar y su increible chófer que más parecía de Cádiz que británico, el trayecto hasta la iglesia, los japoneses en Gran Vía sacándonos fotos, toda la gente dentro, ese paseillo hasta el altar otra vez sintiendonos toreros, el coro de gospel, la emoción en las lecturas, las peticiones y sobre todo en el novio, los anillos, el discurso del padrino escrito con las tripas y leido con el corazón, Oh happy day, la pluma de Camilo para firmar, pétalos al viento, un cóctel lleno de luz, la sorpresa de las mesas, el novio que se vuelve a emocionar, una cena exquisita, mi padre riñendo a los camareros desde el cielo porque el Möet no se sirve como si fuera un vino tinto, los niños gozando con el mago, ese baile de apertura tan distinto y tan genial, el despliegue de cócteles, viva el mojito con nitrógeno líquido, el descubrimiento de Leire como heredera del título a la más juerguista, el sueño que nos vence y por fin, la felicidad de haber vivido un día que tardaremos en olvidar mucho tiempo.

Pues eso, la Boda.

1 comentario:

Flora dijo...

Como siempre, imposible de añadir nada. Muy bien, sigue escribiend.