viernes, 20 de abril de 2012

El toreo en 140 caracteres

Si repaso todas las crónicas que le he escrito a José María Manzanares hay algo que se repite invariablemente: habrá estado mejor o peor pero siempre, siempre, le he señalado el defecto de torear despegado, de rematar los muletazos hacia fuera. Lo tapa con sus virtudes, también omnipresentes en esas crónicas, fundamentalmente la del temple. Con esos mimbres, Manzanares pareció alcanzar su techo el año pasado con el indulto a Arrojado. Pues bien, con toda la parafernalia mediática que trajo la faena al de Núnez del Cuvillo, cuando de verdad me ha gustado el alicantino, cuando por fin ha toreado como nunca antes lo había hecho ha sido en la tarde de hoy.

Ahora que andamos todos enredando con Twitter nos estamos acostumbrando a buscar la palabra exacta para amortizar los 140 caracteres. Ese ejercicio de contención lingüística pareció aplicarlo Manzanares a su faena al quinto de la tarde: series cortas, exactas, precisas para mantener las fuerzas y la bravura del toro siempre en el límite entre la entrega y el rajarse. Claro que no fue sólo suyo el mérito. La cuadrilla merece un capítulo aparte, especialmente la brega de capote de Curro Javier. Y Trujillo y Blázquez se sumaron a la fiesta con un tercio de banderillas para recordar. Volviendo a la faena de muleta, decir que los toques fueron suaves es injusto. Apenas leves movimientos de muñeca que hacían bambolearse la muleta como las alas de una mariposa, ni un atisbo de brusquedad y así un muletazo y otro, y otro, como construyendo un castillo de naipes que pareciese caer en cualquier momento. Y esos cambios de mano cadenciosos, perfecta coreografía entre toro y torero, qué monumento al arte, qué suerte tienes, Sevilla. 

Ya había rematado la faena al primero de su lote con un estoconazo recibiendo y quiso repetir suerte. Un cite y el toro duda. Manzanares ni por asomo, quieto como un poste, sin rectificar un milímetro. Nuevo toque con la muleta al hocico y esta vez sí, entierra la espada y sale de la suerte como si tal cosa. Dos orejas y cerrojazo a la Puerta del Príncipe, que ya había entreabierto con otras dos que le cortó al segundo de la tarde. El detalle de sacar a saludar sus tres hombres de confianza fue el broche perfecto. Son los galácticos de plata, el dream team de las cuadrillas.

Fue esa, la del segundo, una faena distinta, con un toro que repetía pero que al tercer muletazo soltaba una miradita al muslo. Igual la gente no lo vio y pareció mejor de lo que fue, porque Manzanares le hizo las cosas muy bien. Tengo grabado en la retina un pase de pecho eterno, quizás el más largo y perfecto que uno haya visto nunca. Y una revolera de remate al saludo de capote y cómo no, la ya mencionada estocada. Sin embargo, me quedo con la faena al quinto.


Juan José Padilla se llevó la primera ovación al terminar el paseíllo. No tuvo suerte con su lote, ni el primero de Victoriano del Río, ni el cuarto, con el hierro de Toros de Cortés, tuvieron fuelle. Aún así veo al jerezano más asentado, con un punto de madurez del que carecía en temporadas anteriores. Ya no es sólo el ciclón que arrasa en banderillas, con la muleta se le ven detalles muy estimables.

Alejandro Talavante supo aguantar el tirón de actuar justo detrás del primer puñetazo en la mesa de Manzanares. Aprovechó el buen pitón derecho del tercero de la tarde y lo intentó por el izquierdo. Los remates finales por bernardinas y una estocada perdiendo la muleta pero entrando muy derecho dieron paso a una oreja. Con el deslucido sexto, lo intentó todo pero el toro no daba más de sí. 

 

(Fotos: Mundotoro-Maurice Berho y EFE)

viernes, 13 de abril de 2012

Hay orejas y orejas

Decepcionante encierro de Fuente Ymbro para abrir el ciclo sevillano, excepción hecha del quinto. Rompió la tarde Javier Jiménez, voluntarioso pero sin material. Si acaso por el pitón izquierdo tenía algo el novillo porque por el derecho ya había cantado sus intenciones desde la apertura de capote del diestro de Espartinas. Las ganas de agradar le pudieron y terminó pasándose de faena. El cuarto, quizás el peor de los seis, tampoco le dejó estar, siempre con la cara por las nubes hasta que terminó por cogerlo feamente. Lo mejor, la estocada.

Fernando Adrián anduvo muy por encima de las condiciones del segundo. Poderoso con la muleta en la primera fase de la faena, donde domeñó su genio y obtuvo alguna serie estimable. Después el de Fuente Ymbro se vino definitivamente abajo y no hubo de dónde sacar. La espada se le fue muy trasera pero tampoco merecía más el novillo. Otra cosa fue el quinto, que además de ser bueno pareció aún mejor por comparación con sus hermanos. Lo entendió muy bien Adrián, que supo darle distancia para torearlo con gusto pero a mitad de faena se empeñó en acortar terrenos y aquello bajó enteros. Cuando quiso rectificar ya era muy tarde aunque remató con una estocada que le valió una oreja. Un desconocido público sevillano llegó a pedir con fuerza la segunda pero la presidenta supo estar en su sitio y sacar solamente un pañuelo.

Digo lo del público porque ya en el tercero aquello fue mosqueante. Salvo que el AVE fuese cargado de partidarios del debutante con caballos no se comprende la oreja que cortó Gonzalo Caballero. Efectivamente, el chaval de Torrejón de Ardoz se presentó en la Maestranza para hacer su primer paseíllo como novillero con caballos, ahí es nada. Sus credenciales,más bien escasas: valor a raudales, sí, pero ayuno de técnica. Y ya decía el anuncio de neumáticos, que la potencia sin control no sirve de nada.

Con el tercero inició la faena en el mismo centro del ruedo con estatuarios. Luego quiso hacer las cosas bien dándole mucha distancia y trayéndolo toreado pero le pudo la falta de colocación y terminó llevándose un recital de volteretas, afortunadamente sin consecuencias. La estocada entera pero, a mi parecer, muy tendida, le sirvió para cortar una inexplicable oreja. En otra plaza, vale, pero en Sevilla creo que haría falta algo más que ganas.

Con el sexto evidenció de nuevo que su bisoñez es inversamente proporcional a su arrojo. Se fue a recibirlo al mismo centro del ruedo y nada más que asomó el novillo se puso a arrearle chicuelinas. Lógicamente, la partida la ganó el de Fuente Ymbro y le fue comiendo terreno hasta arrebatarle el capote. Ahí se vio obligado a huir, perseguido por el novillo, cometiendo dos errores de novato: primero correr en línea recta y segundo, una vez que perdió pie y cayó al suelo, haciendo ademán de levantarse en lugar de protegerse la cabeza y quedarse quieto y tumbado. El derrote del novillo, milagrosamente, pasó a centímetros de su cara, haciéndonos revivir los recientes percances de Angel Teruel, Padilla o Aparicio. Con la muleta, más de lo mismo, ganas y valor pero sin recursos ni técnica igual a volteretas. Y el tendido en un "ay" continuo.

(Fotos: Maurice Berho, Mundotoro)