sábado, 25 de agosto de 2012

El listo de Perera

Al finalizar la corrida, borracho de toreo, atendía a los micrófonos del Plus y declaraba haber disfrutado mucho, "toreando para mí, como de salón". Y entonces me acordé.

Sucedió durante la pasada Feria de Gijón. Como colofón a una interesantísima clase práctica que embrujó a pequeños y mayores, Miguel Ángel Perera se puso a torear de salón, con la colaboración de su banderillero Guillermo Barbero, que hizo las veces de toro. Bajo un silencio sepulcral, me llamó la atención el sonido de la muleta arrastrada por la arena, la muñeca describiendo un semicírculo perfecto y sobre todo, la velocidad del muletazo. O mejor dicho, la ausencia de ella. El silencio se rompió con una gran ovación de los presentes. Pero como en todos los sitios tiene que haber un listo, éste me fue a tocar a mi lado. Y cuando un sonriente Perera saludaba a sus alumnos el espabilado sentenció "sí, sí, eso muy bien pero con el toro".

Pues dicho y hecho, doce días después y en Bilbao. Y con dos toros distintos. Si su primer Alcurrucén llega a tener un pelín más de fuerza, la faena hubiera sido histórica. A cambio lo dejaremos en importante. Toro con gran clase pero, ya digo, justito de fondo. De hecho, estuvo a punto de ser devuelto por las protestas del público pero afortunadamente el criterio presidencial fue acertado. La verdad es que pocos apostábamos de salida por el toro, que fiel a su encaste Núñez no dio opciones en el primer tercio, aunque empezó a apuntar maneras en un ceñidísimo quite por gaoneras de Iván Fandiño.

Así es que allí estaban, Alcahofito y Perera, dispuestos a taparle la boca al sabihondo gijonés. Y vaya que se la taparon. Una serie cortita de inicio para acoplarse entre ellos y luego el acabóse. Muletazos por la derecha largos, hondos, el brazo llegando a sitios imposibles y un cambio de mano sublime. Aún quedaba la mano izquierda y por ahí la faena tomó aún más altura hasta que, oh, desgracia, se acabó el toro y lo que iba camino de dos orejas se quedó en una, tras una estocada que cayó algo baja pero de efectos demoledores.

El quinto duró algo más en conjunto y sin embargo no aportó nada por el pitón izquierdo. Faena muy de Perera, con los pases por la espalda de inicio, ajustadísimos. Y empezaron a sucederse las series por la derecha. Una suave, otra despaciosa y la tercera sencillamente a cámara lenta.  Si en la primera faena cantamos largura en ésta predominó el temple por encima de todo. Hubo un pase de pecho que, literalmente, paró el tiempo. A medida que el toro se fue apagando, Perera fue acortando los terrenos para terminar metido entre los pitones, el de Alcurrucén completamente entregado y bailando alrededor del diestro en una coreografía sangre y oro. Estocada atravesada y un certero descabello sumaron para cortar otra oreja de las que valen de verdad.

(Foto: Mundotoro)


viernes, 24 de agosto de 2012

La verdad de Jiménez Fortes

Ya avisó en Pamplona. Allí terminamos de descubrir a un torero con un valor fuera de lo común y dejó la mejor de las sensaciones posibles: las ganas de volverle a ver. Ha llegado a Bilbao, donde tomó la alternativa hace un año y ha dicho aquí estoy yo. En la plaza probablemente no han sido conscientes del tabacazo que le arreó el primer Juan Pedro de su lote, pero los que seguimos la retransmisión de Canal Plus sabíamos de sobra que ese pitón había calado ingle.

Los que nos hemos puesto delante de una vaca y nos hemos llevado algún que otro meneo sabemos calibrar perfectamente la fuerza con la que embiste un toro de 500 kilos. A mí, la última erala me tuvo una semana cojo y viendo las estrellas por un simple golpe en la rodilla con la testuz. Así que me imagino lo que tiene que ser un pitón entrando en tu cuerpo. A Saúl Jiménez Fortes le dio igual. Se levantó, cogió la muleta y siguió toreando como si nada. Pero la llevaba y allí siguió, impertérrito, hasta el final. En la enfermería, después de operarle, tuvo que hacer otra faena, la de torear a doctores y apoderados para que le dejaran salir a matar el sexto. Y naturalmente, se salió con la suya.

Me sigo acordando de mi erala y me lo veo lanceando a la verónica con el drenaje a cuestas, más quieto que un poste. ¿Dónde tiene este tío el umbral de dolor? Y hace un quite por gaoneras como si tal cosa. Y coge la muleta ¡y se dobla por bajo al inicio de faena! Y cuando todo el tuit-tendido empezábamos a sacarnos la pastilla de debajo de la lengua...

De nuevo la colada, por el mismo pitón y apuntando al mismo sitio. La caída, feísima, y la tremenda paliza en el suelo, ora derrote en la cara, ora golpe en la nuca con la pezuña. ¡Ay, aquella eralita de Rodasviejas, qué maja me empieza a parecer! Para cuando se levanta Saúl del suelo ya tengo lágrimas en los ojos. Ni el toro valía el esfuerzo ni el torero merecía esa suerte. Ponce le dice que lo mate, la gente le grita que se meta y él a lo suyo, muleta en mano y todavía le da una serie. Hacía mucho que no pasaba un rato tan malo pero tan bueno a la vez. Malo por la sensación de peligro pero aliviado por la verdad sin trampas de un tío que, después de todo lo narrado, le dice al micrófono de David Casas que ha sido una tarde bonita. Jiménez Fortes quiere ser alguien en esto. 

Y lo va a ser.

(Foto: Burladero.com)