miércoles, 22 de mayo de 2013

Adiós a un pedazo de historia

Me desayuno hoy con la noticia del cierre del diario decano de la prensa salmantina. Después de 130 años, El Adelanto parece condenado a la desaparición, víctima de los vaivenes de la crisis y de una lamentable gestión en esta última etapa de su existencia. Y me vienen de golpe los recuerdos.

En las páginas de El Adelanto descubrí la maestría de Navalón, aprendiendo de memoria aquellas crónicas de la Feria de Salamanca. Años más tarde Toño Blázquez me dio la oportunidad de publicar las mías, cuando Alfonso ya firmaba en Tribuna -otro diario desaparecido en combate- y pocas veces me he sentido tan orgulloso como aquella noche que, en uno de sus coloquios, nos felicitó publicamente por el gran trabajo que estábamos haciendo en el cuadernillo de toros.

En aquella redacción de Santa Marta viví noches de periodismo añejo, pariendo artículos entre el tac-tac-tac de la máquina de escribir. Sí, yo lo podré contar a mis nietos, fui de los últimos mohicanos de la Olivetti, antes de que Quark y las pantallas de ordenador entraran en nuestras vidas. Allí había que hilar fino, que no podias darle a la tecla de borrar, y esa exigencia, creo yo, favorecía la creatividad y la agilidad mental.

De El Adelanto guardo como oro en paño la entrevista que le hice a Antonio Ordóñez, que modestamente pienso que entonces no supieron vender. Vino el maestro de Ronda a dar una conferencia a la Universidad y fui testigo de no menos de tres peticiones de reportaje por otros medios locales y otras tantas negativas. Pero durante la cena posterior a la conferencia me lo fui currando y le arranqué el compromiso de tomar un café al día siguiente. "Vente al Gran Hotel a las 11 y veremos". Y vimos, vaya que vimos, durante más de una hora, qué lujazo poder hablar de toros, cara a cara, con uno de los mitos de todos los tiempos y verlo publicado al día siguiente. Lástima, ya digo, que no fueron conscientes de la exclusiva.

El Gran Hotel ya es también historia y ahora nos quedamos sin una cabecera que ha contado las vicisitudes salmantinas en tres siglos distintos. Ójala llegue un milagro -pensando también en los que se quedan en la calle y sin ver un duro- pero, por si acaso, aquí queda mi adiós y mi homenaje a un pedazo de la historia de Salamanca y del periodismo.

lunes, 20 de mayo de 2013

De fútbol y cromagnones

Ayer fui con mis hijas al fútbol. Último partido de Liga, con todo decidido pero un Oviedo-Sporting B, aunque sea el filial, siempre tiene su miga. Ganó el Oviedo, merecidamente, y el partido transcurrió sin mayores sobresaltos. La mayor ya tiene galones pero para la pequeña era su primera vez en el Carlos Tartiere, en realidad su primera vez en un campo de fútbol, así que todo eran ojos como platos y preguntas. 

Pero hubo una que no supe responder. Cuando abandonábamos el estadio, tres jovencitas se cruzan con nosotros. Debajo de las cazadoras se adivinan camisetas del Sporting. Caminan conversando entre ellas, sin meterse con nadie, cuando un cromagnon con bufanda del Oviedo se gira y lanza el berrido justo delante nuestro: ¡HIJASDEPUTAAAAAAAAAAAAAAAA! Mi hija me mira y no dice nada.

Unos metros más adelante, lo que parece una familia -padre, madre y dos hijos- se dirige a su coche con bufandas del Sporting al cuello. Otro eslabón perdido berrea absolutamente fuera de sí: ¡LARGAOS DE UNA PUTA VEEEEZ, QUE NO OS QUEREMOS AQUI!

Mi hija, que va cogida de mi mano, me la aprieta y me mira asustada: "¿Papá, por qué le dice eso?" Y a ver qué le respondes. Sobre todo cuando una chica que acompaña al descerebrado le afea el gesto y él se justifica: "es que no puede ser que se paseen por aqui con la camiseta y la bufanda, estoy hasta los huevos".  Ole Demóstenes, como razona...

Uno puede entender la rivalidad deportiva, los cánticos más o menos afortunados en el estadio, los piques de compañeros de trabajo o de barra de bar. Pero no ese odio enfermizo, sin provocación previa, el insulto contra chicas de 17 años o niños de 10. Es triste, muy triste, que si el Oviedo juega en Gijón yo no pueda llevar a mis hijas con su bufanda por miedo a encontrarme con un energúmeno de éstos, que los hay exactamente igual que los que sufrimos ayer aquí. 

Cuando en estos días andan discutiendo leyes de educación pienso que la simple reforma no sirve. Hace falta meter la piqueta, derribar todo el edificio y empezar de cero. Definitivamente, ya lo dice mi madre, la crisis menos preocupante es la económica.