jueves, 15 de mayo de 2008

Maldita tizona

Aquel Cid se la arrebató al rey Búcar de Marruecos en Valencia, la regaló a los infantes de Carrión y tras la afrenta de Corpe les exigió su devolución. La Tizona, espada mítica de la que se habrán escrito cientos de páginas. El Cid de nuestros días también será recordado por su espada. Por desgracia.

Honradamente, nadie daba un duro por el quinto de El Pilar. Incluso estuvo a punto de ser devuelto a los corrales. Mas héte aquí que el Cid se plantó en los medios, lo citó de lejos y ¡oh, milagro! el toro se vino. A partir de ahí la locura. Un natural detrás de otro, sin probaturas, sin dudas. Y el toro, que decidió sacar todo lo bueno que tenía dentro, colaborando. Y los pases de pecho, eternos, a cámara lenta. El toreo soñado. Y soñando estábamos todos con la Puerta Grande cuando de golpe despertamos. La espada, otra vez, emborronaba una obra de arte de las que no se olvidan. Qué imagen de El Cid, con la muleta en la cabeza. Qué impotencia, qué pena, coño, ¡qué pena!

Ya en el segundo había mostrado el Cid la dimensión de su tauromaquia. Toro que, sin ser malo ni mucho menos, no era fácil de torear. Y el de Salteras estuvo con él tremendo. De nuevo iniciando la faena en los medios, esta vez sobre la mano derecha y rematando, ahora sí, con una estocada. A mi modo de ver debió cortar la oreja pero qué más da, viendo lo que vino después.

La corrida de Moisés Fraile fue de lo mejor que ha salido por los chiqueros de Las Ventas en lo que va de Feria. Excelente de presentación, amén del interesante lote de El Cid hubo toros que merecieron mejor trato. Verbigracia el cuarto, al que Juan Bautista no supo plantear la faena adecuada, a pesar de un prometedor inicio. O el sexto, que en manos de un cada vez más incapaz Talavante no lució lo que hubiese debido.

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