domingo, 30 de julio de 2023

La tortilla 28


    

    Continuamos con las Noches de Cultura en el pueblo y esta vez le llegó el turno a la música. Se anunciaba en el cartel Raúl Díaz de Dios y se nos prometía una velada de música étnica con el acordeón como protagonista y una fusión de estilos, ritmos y melodías de diferentes lugares que conviven con la cultura charra. Pero antes hay que hablar de la que liamos para cenar, previo al concierto.

    Tiembla, Masterchef, que ayer se celebró lo que sería el I Concurso de Tortillas y Pizzas Villa de Sanchón. Hasta 27 participantes, casi más que habitantes censados. El jurado casi muere de una indigestión y con el material sobrante, previa degustación de los jueces, dio para cenar todo el pueblo y los músicos. Un servidor participó con su famosa receta de pizza y aunque no hubo premio oficial, el mejor reconocimiento vino de los comentarios de la gente que la probó. Eso y que voló del plato, señal de que gustó.

    Los que no tengáis pueblo no lo entenderéis pero es una maravilla el ambiente que se crea, con toda la gente alrededor de la mesa, con (casi) todo el mundo echando una mano, como si fuéramos una gran familia. Y levantarse de la cena y a llevar entre todos las sillas al frontón para montar el auditorio delante del escenario. Así que, bien cenados, allí nos plantamos a escuchar.

    Sobre el escenario, un tipo con sombrero pertrechado con un acordeón. A su derecha, Natalia Palencia al violín (y ukelele) y a su izquierda, José Luis González Kaos a la batería. Y comenzó el espectáculo, un recorrido musical que protagonizaron Salamanca y sus melodías tradicionales (Arrión, Esta noche ha llovido, El domingo por ser fiesta) pero nos llevó desde León y los titos hasta Galicia y su rianxeira, entre otras. Raúl maneja con idéntico virtuosismo el acordeón y la complicidad con el público -nos hizo cantar a base de bien y se metió a todo el mundo en el bolsillo con su simpatía- así que añádase al guiso el buen hacer de sus acompañantes y nos sale la tortilla número 28 del concurso, para chuparse los dedos.

    No puedo dejar de mencionar, Al son de Farina,  una pieza con la que Raúl Díaz de Dios rinde un homenaje brutal al cantaor de Martinamor. ¿Quién ha dicho que a un acordeón no se le puede arrancar un quejío flamenco? ¡Vaya que se puede, tanto que terminé la canción entre lágrimas! Hay una versión (mírala aquí) que grabó en la mismísima Plaza Mayor de Salamanca y a él también le emocionó. Pero yo me quedo con la que escuché anoche, con la intimidad que da una actuación para un público mucho más reducido, casi a oscuras y a dos metros del artista.

    Y así, con el alma llena de melodías y una defensa apasionada de nuestras tradiciones y del mundo rural, despedimos la segunda noche de cultura.     

¡Viva la música y vivan los pueblos!


sábado, 29 de julio de 2023

Tú al Mercadona, yo al Carrefour



    Lo de pasar las vacaciones en el pueblo habrá quien lo vea como un plan menor. Pudiendo irte a un hotel donde veinte ingleses borrachos -valga la redundancia- alojados en tu misma planta no te dejen dormir, donde tengas que hacer cola en un buffet para comer y pelearte con hordas de profesionales de la toalla por una parcelita de playa en la que llenarte de arena, es que no hay color, vamos.

    Aquí desayunas con el sonido del gallo cantando, comes verdura recién cogida de la huerta, huevos caseros y el mejor embutido del mundo pero dónde va a parar, esto es de pobres. Pues chico, yo no cambio la cerveza del chiringuito por la de mis bares de cabecera, donde a diario me deleitan, ora con un pincho de jeta, ora de callos o para no complicarnos la vida, unas raspitas de jamón sobre un pan untado en aceite. Y qué pan, oiga. 

    Por si acaso este plan os parece aún poco atractivo, este año el ayuntamiento se ha adherido a un programa de la Diputación de Salamanca que se llama Noches de Cultura. Una iniciativa maravillosa, que acerca a los pueblos diversas actuaciones tanto de teatro, como de música y proyecciones de películas. En nuestro caso, debutamos anoche con un espectáculo de humor que nos tuvo con la carcajada en la boca durante más de una hora. Los artífices del asunto son dos tipos absolutamente desvergonzados que responden al nombre artístico de Maestro Ruiz y Miguelón. La puesta en escena que trajeron se llama Fuga en Mi Renol, lo que ya nos da una idea del cachondeo que se avecina.

    La cosa va de una sucesión de números de lo más variopinto. Desde el inicio con un blues dedicado a las madres sobreprotectoras, a don Quijote y Sancho Panza vagando por la Mancha y recibiendo whastapps de su autor (mira, me ha escrito Cervantes/ Toma, claro), la actuación del dúo Bebo JB y el Gamba, (descubiertos por Fernando Trueba, que tiene un ojoooo), dos curas con confesiones inconfesables, entrevistas al burro Platero y al toro que mató a Manolete, una desternillante versión del Let it be de los Beatles dedicada a la línea 3 de autobús de Salamanca, Garrido-San José y un final apoteósico con la participación del público, al que envían de compras a un supermercado o a otro en función del sexo. Tú a Boston y yo a California pero con Mercadona y Carrefour y en vez de maletas, que si quiere bolsa.

  La función se desarrolla en un escenario mínimo en el que todo el protagonismo lo llevan estos dos artistazos. Ellos se lo guisan y ellos se lo comen, se bastan y se sobran con su sentido del humor y su talento musical. Y todo ello a la fresquita de la noche, en el frontón del pueblo, con un techo de estrellas y una luna ya casi llena que no se perdió un detalle.

    ¡Vivan los pueblos y viva la cultura!

domingo, 2 de julio de 2023

Lo de Ibai


    Este fin de semana he tenido una revelación. Les había escuchado a mis hijos hablar de él pero reconozco que hasta ahora no le había prestado atención. Y sin embargo, cuando ayer mi hija mediana colgó una historia en Instagram comprendí que la cosa iba en serio. Mi hija, que los únicos guantes que yo creía que había visto eran los de la nieve, posteando una foto de Marina Rivers con el cinturón que la acredita como ganadora de un combate de boxeo. 

    A ver cómo os lo digo: algo se está cociendo en el mundo cultural, en el del periodismo y en el del entretenimiento. Hay un movimiento de placas tectónicas que muchos no saben -sabemos- ver y que se va a llevar a más de uno por delante.

    Un tal Ibai Llanos es la estrella. Alejado de los estereotipos, 28 años, con sobrepeso pero con una labia que ya quisiera más de uno que va de estrellita. Lleva avisando varias Nocheviejas, con unas retransmisiones que hacen temblar los cimientos de las tradicionales campanadas. La última -con Ramón García y Anne Igaritburu- enganchó a casi medio millón de dispositivos -entre ellos el mío- y eso que fue su peor registro en tres años.

    Pero lo de ayer me ha roto los esquemas. Ibai organizó la tercera edición de lo que llaman La Velada del año, un evento que combina actuaciones musicales y una velada de boxeo, donde youtubers y demás fauna se calzan los guantes en combates de aficionados. 

    Con esos mimbres, el amigo Ibai es capaz de llenar de gente muy joven el estadio Metropolitano en Madrid (60.000 entradas vendidas) y a la vez retransmitirlo por Twitch y conseguir el récord de audiencia de esa plataforma: 3.400.000 espectadores simultáneos. 8 horas de espectáculo, con un despliegue de medios que nada envidia a cualquier televisión y una realización impecable. Añádase que los días previos ha organizado directos cebando el evento y la víspera montó un pesaje que no desmerece las retransmisiones que te hacen en USA. Y lo más importante, que esto no deja de tener su parte de negocio, con unos patrocinadores potentes.

    ¿Y por qué digo que algo se cuece? Hace años, el diario El País abanderó una campaña en contra del boxeo (luego le tocaría a los toros) porque al parecer no cumplía los estándares progresistas. Así que, como de lo que no se habla no existe, parecía que el noble arte estaba condenado a su desaparición, o cuanto menos a quedar como algo residual, una cosa de cuatro frikis. Y mira tú por dónde, llegan estos elementos, le pegan una patada al plato y forman la mundial. Porque por si fuera poco, los combates femeninos -que también los hubo- seguramente fueron los mejores, con lo que al sector feminista-radical le explota la cabeza directamente.

    Así que tenemos a una juventud que se sacude los complejos de la anterior generación y abarrota una velada de boxeo en la que actúa lo más granado del panorama musical -aunque ahí sí que voy a discrepar de su criterio, excepción hecha de Estopa y Rosario- y retransmitida por nuevos canales. Encima Ibai, que es listísimo, se trae a un veterano como Jaime Ugarte para comentar. Viva lo nuevo, sí, pero sin desdeñar lo antiguo (véase lo de Ramontxu-Anne, idéntica táctica).

    No es lo único en lo que anda metido Ibai. Junto con Gerard Piqué, organiza la Kings League, una competición de fútbol 7 en la que se miden equipos formados por jugadores amateur y exprofesionales. Las reglas son moldeables y las pueden cambiar en mitad de un partido. De locos, sí, pero funciona. Mi hijo pequeño, el futbolero de la casa, prefiere un partido de la Kings League a uno de Liga o Champions, salvo que juegue el Real Madrid (los colores aún pesan). Pero como será la cosa para que un madridista acérrimo como él reconozca que Piqué es “el p**o amo”. Me pinchas y no sangro. 

    Pero hay más. En los entrenamientos de su equipo, sus amigos y él comentan un Porcinos-El Barrio -dos de los participantes en el invento- con idéntica pasión que un Madrid-Barça. Y ya me ha sugerido que para su cumpleaños igual se pide una camiseta.

    Pues viendo este panorama, llámame loco pero yo veo algo se está cociendo. Y salvo los mejorables gustos musicales y el abuso del lenguaje malsonante, no estoy dispuesto a perdérmelo.



sábado, 1 de julio de 2023

¡Agüita!



    Más del 80% de la sangre es agua. Un 70% de nuestra piel es agua, así como corazón, hígado y riñones. En el caso de los pulmones, el porcentaje sube al 85%. Y en los ojos, no lo vais a creer, la proporción es de un 90 ó 95%. De ahí, seguramente, lo de la mirada cristalina.

    El agua también es componente mayoritario de la Tierra, como bien sabréis los que habéis estudiado EGB. Hasta un 70% del planeta, que se distribuye de manera sorprendente: el 97% del agua se encuentra en los océanos, sólo el 2.5% es agua dulce y de esa cantidad, únicamente el 0.01% forma los ríos y lagos.

    Y os estaréis preguntando: ¿a qué viene este repentino fervor acuático del Alférez? Pues naturalmente, tiene su por qué, enseguida lo desvelamos. Pero dejadme que estire un poco más el misterio y demos otra vuelta a los dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno que nos tienen aquí entretenidos.

    El agua es omnipresente en nuestras vidas. La bebemos, la usamos para ducharnos, para cocinar, para regar plantas y huertos, El agua ha inspirado canciones míticas. Así a bote pronto, me vienen Smoke on the water (Deep Purple), Como el agua (Camarón de la Isla) o una preciosidad poco conocida del gran Antonio Vega: Agua de río (buscadla y me decís). Hay muchos tipos de agua: potable, dulce, salada o salobre, entre otros. Por cierto, salobre, qué bonita palabra, casi tanto como otra que también viene a cuento en nuestra historia de hoy: aguaducho. 

    Bueno, pues todo este periplo acuoso nos lleva al asunto primordial: tal día como hoy -y además literalmente, porque también era sábado- hace 23 años, dos personas se dieron el Sí, quiero en la Catedral Vieja de Salamanca. Una de ellas es éste que os escribe y según la taxonomía nupcial, ello se correspondería, efectivamente, con las Bodas de Agua.

    La analogía tiene su aquel. Se supone que después de tantos años, el matrimonio fluye y es transparente como el líquido que nos ocupa. Así que ya que estamos, después de 23 años me sale la expresión canaria: ¡agüita! 

    Y oye, que sí pero si no os importa, lo vamos a celebrar con un buen vino.