jueves, 1 de julio de 2021

Fuerte como un roble

    A los asturianos no hace falta que os lo explique. Incluso a muchos de los que vivís en tierra conquistada. Pero por si acaso hay algún despistado, vamos allá. Los habitantes de Oviedo tienen un gentilicio oficial, ovetenses, pero también uno oficioso: carbayones.

    La historia de éste se remonta al último tercio del siglo XIX. A la altura de la actual calle Uría se encontraba plantado un centenario roble –carbayu en asturiano- de gran tamaño. Cuentan las crónicas que medía treinta metros de alto, con un tronco de nueve metros de diámetro, dividido en dos grandes ramas que daban paso a una copa de nada menos que treinta y ocho metros.

    Con esas medidas, es lógico que de carbayu lo ascendieran a carbayón y ya quedó el aumentativo como signo distintivo de Oviedo. El final del árbol fue triste, pues en 1875 el Ayuntamiento decidió su tala, aduciendo que lo había destruido por dentro la carcoma. Así que nuestro carbayón desapareció después de quinientos años de dar sombra a ese rincón de la ciudad. Queda en su lugar una placa que lo recuerda –en la foto la podéis ver- y, ya digo, el gentilicio oficioso de los ovetenses perpetuando su nombre.

    Y a todo esto diréis, ¿y a santo de qué nos cuenta éste la historia de un roble un jueves, así, sin anestesia? Pues tiene su aquel. El roble es un árbol fuerte, con una madera dura. Y precisamente hoy alguien celebra las Bodas de Roble, que corresponden a los 21 años de matrimonio. Dicen los que saben que después de más de dos décadas juntos, el amor es resistente y con mucha sabiduría, al igual que el árbol que hoy nos tiene entretenidos.

    Y oye, en este caso yo creo que aciertan. Nuestro roble lo plantamos en la ciudad que usa su nombre, tiene buenas raíces y ya le han salido tres ramas bastante hermosas, en eso le ganamos al carbayón.

    No aspiro a vivir como él quinientos años pero sí espero que sean muchos más tu lado.❤️