domingo, 31 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 80

Menos mal que ayer nos arriesgamos y apostamos por la playa. Hoy ya cambió el tiempo y por lo visto, el empeoramiento se va a instalar en la semana que entra. Así que la cosa fue un poco distinta, cambiamos la arena y el mar por el sofá y la televisión. Y digamos que hemos tenido una tarde temática. O maś bien, nostálgica.

Para abrir boca, nos hemos metido una ración de vídeos de Los Payasos de la Tele. Mira que los habremos visto veces, que nos sabemos algunos números de carrerilla. Pues nos siguen provocando la carcajada. Hasta aquí la cosa sería normal, al fin y al cabo, Gaby, Fofó, Miliki y Fofito (bueno, venga, y Milikito) forman parte de nuestra memoria de la infancia y no evocan sino recuerdos felices. Pero la medida de su genialidad, la prueba de su atemporalidad es que provocan idénticas reacciones en nuestros hijos. Haced la prueba los que seáis padres, sentaos un día con vuestra descendencia, buscad en Youtube y observad las caras. El lenguaje universal y eterno del humor.

Después este maratón hemos seguido rememorando con un documental que hemos encontrado en Netflix sobre el grupo Parchís, otros que también tiene su hueco en el álbum de nuestros recuerdos. Sin embargo, después de verlo, la sensación ha sido muy distinta. De tristeza. Y en cierto modo de decepción, por los trajines de la discográfica y las televisiones, los tejemanejes de managers, el egoismo de los que quisieron apurar la gallina de los huevos de oro hasta la extenuación y la disolución abrupta del grupo. 

Aunque el tiempo todo lo cura y afortunadamente, el final de la historia remite a palabras como perdón, reconciliación y admiración mutua. Al final se trataba de "sobrevivir a Parchís". Una auténtica lección de humildad.

sábado, 30 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 79

En casa somos muy fans de la serie Doctor Mateo. Está rodada en un plató de excepción, la localidad asturiana de Lastres, que prestó sus calles para dar vida a San Martín del Sella, el pueblo de ficción en el que aterriza el huraño doctor Sancristóbal. El año que nació David fuimos un día a hacer la ruta de las localizaciones de la serie pero llevaban todo el invierno calentándome la oreja con repetir, porque dicen algunos que no se acuerdan.

Así que después de comer preparamos una mochila con meriendas y aunque la tarde no invitaba, otra con toallas y bañadores. La experiencia nos dice que en Asturias vale más llevar el bañador y no poder ponerlo que dejarlo en casa pensando que va a hacer malo y luego te tiras de los pelos. Y acertamos.

La tarde ha salido redonda. Aparcamos al pie mismo de la playa -impensable en otras circunstancias- y en la arena apenas tres o cuatro grupos. Lo de mantener las distancias con este panorama, chupado. Y sin más dilación, al agua patos. Que bien sienta el primer baño de la temporada.

Luego hemos vuelto a pasear esa maravilla de calles -si no lo conocéis, apuntadlo en la agenda para cuando se pueda viajar- y hemos terminado en el faro, otro paisaje espectacular que nos quedó pendiente de la otra vez.


viernes, 29 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 78

Entre las muchas tontás que nos invaden hay una que a mí me duele especialmente: el abuso de anglicismos para darle un barniz de exclusividad al discurso. Esto lo bordan Faemino y Cansado en uno de sus monólogos de Arroyito y Pozuelón, los dos cuentachistes con los que suelen cerrar sus actuaciones. "Los españoles somos la pera, llegas al aeropuerto, dice, mira un McDouglas. Vale, me monto.  Dice, mira un López, ¡una mierda pa ti, no me monto ni loco!"

Ahora se ha puesto de moda el delivery.  Que basicamente consiste en lo que toda la vida ha sido reparto a domicilio. Pero dónde va a parar, pides una pizza, te la trae el repartidor y no te digo yo que no esté buena. Pero te la acerca a casa el servicio de delivery y eso tiene que saber mejor, por fuerza. 

Otro término que ha calado, también en el ámbito gastronómico, es el take away. Cuando yo era pequeño, había una pastelería en mi barrio que hacía los mejores suizos que en el mundo han sido. Y siempre que entrábamos a comprar, la señora hacía la misma pregunta: ¿para tomar o para llevar? Y no hacía falta más. Ahora no me imagino a la pastelera planteando la cuestión al moderno modo: ¿para tomar o take away?

Que yo no digo que no usemos palabras del inglés pero si existe en español, ¡qué necesidad! Si por ser más cool, comes cupcakes después de hacer running no creas que tu feedback va a ponerse on fire. Ni te creas trendy porque vistes casual

Haz un break y míratelo.


jueves, 28 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 77

En los tiempos que nos ha tocado vivir parece que lo políticamente incorrecto es defender el capitalismo. Curiosamente, muchos de los que lo critican, acudiendo a lugares comunes, lo hacen desde posiciones privilegiadas, que han alcanzado precisamente ¿gracias a? Exacto, el capitalismo.
De hecho, en la Alemania del Muro, los que pretendían cambiar de lado -y terminaron derribándolo- eran siempre los mismos. Que curioso.

La oferta y la demanda, mal que les pese a muchos, siguen funcionando. Muchas empresas se han reinventado y han cambiado su cartera de productos para amoldarse a la situación. Hace tres meses nadie se planteaba instalar mamparas de plástico o dispensadores de geles en los comercios. Hoy son imprescindibles. Hay una empresa en Béjar que ha pegado el pelotazo fabricando mascarillas, creando un montón de puestos de trabajo y resucitando viejas glorias de la industria textil de la zona. 

Pero es que hay más. La demanda de mascarillas ha diversificado la oferta. Las hay de colores, con estampados de animales para niños e incluso ya hay clubes de fútbol que las están personalizando con su escudo para dar gusto a los aficionados. Así que la cosa pinta a que tendremos que ampliar la nómina de complementos. De cara al verano habrá que preparar el kit playero: toalla, bañador, sombrero y mascarilla a juego. Y cuando llegue el invierno nos acostumbraremos a salir de casa con los guantes, la bufanda, el gorro y, como no, la mascarilla.

La prueba del nueve de que ha llegado para quedarse y de que ya forma parte de nuestra cotidianidad la he visto esta tarde paseando: ya la lleva el negro del top manta. De aquí a que las venda junto a los bolsos y las zapatillas falsificados, un paso.

miércoles, 27 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 76

Llevo todo el día tratando de huir de la actualidad, pensando en lo que iba a escribir hoy. Porque el panorama es para salir corriendo y no parar hasta la frontera con Portugal. Que tiempos aquellos en que mirábamos a nuestros vecinos por encima del hombro, menuda cura de humildad nos están dando con esta historia.

Dejando de lado la gestión de la pandemia, que también da para sonrojo, el espectáculo de las últimas 48 horas no tiene parangón. Coges el periódico y es un no parar: dimisiones en la Guardia Civil, lutos que llegan tarde y mal, muertos que desbordan las estadísticas, ministros que decían digo cuando eran jueces y ahora dicen Diego y así todo. Así que escapando de este paisaje, me topé con una noticia que me terminó de deprimir. O no, ya veréis.

La cosa arranca con una cifra: tres millones y medio de litros de cerveza Damm han quedado huérfanos de bebedores en los bares cerrados. Barriles que un buen día vieron como se apagaban las luces, se cerraban las puertas de los locales y se quedaban allí, a medio llenar, esperando a ese cliente con ganas de una caña fresquita que no llegaba. 

Esa era la parte triste de la noticia. Lo bueno es que la cervecera ha suministrado barriles nuevos y ha retirado los usados de forma gratuita. Una forma de apoyo a la hostelería. Pero no acaba ahí la historia. Esa cerveza que no se podrá consumir se recicla para producir biogas en su planta de El Prat de Llobregat. Una vez lavado y purificado se usará para producir electricidad en una instalación de cogeneración. Las estimaciones hablan de 670.000 kilowatios, que para hacernos idea, equivalen al consumo medio mensual de 2.500 hogares.

Pocas cosas hay más apetecibles que una caña bien tirada en una terraza pero si no puede ser, me parece un final maravilloso.

martes, 26 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 75

Como ya podemos movernos con mayor libertad, hoy cambiamos la visita al parque por un paseo por el centro y un rato de tiendas. Hemos recuperado el sabor de un helado de cucurucho en la heladería, hemos echado un buen rato en una librería, hemos comprado un par de libros y nos hemos dado una buena vuelta por las tiendas de ropa.

Parece mentira la facilidad con la que los niños se adaptan a las situaciones. En cada local que hemos visitado, el mismo ritual: bote de gel a la entrada y desinfección de manos. Entrada y salida perfectamente separadas y señalizadas. Incluso en los pasos de cebra está indicado por donde tienes que cruzar para mantener las distancias. Pues en esas andábamos cuando Aroa se ha sacado de la manga una de sus ocurrencias.

- Papá, si te fijas, somos como los coches, tenemos que andar cada uno por un carril. Y lo de pararse en los botes de gel es como si fuera el peaje, llegas, te lo echas y sigues.

Toma metáfora automovilística. Pero el caso es que lo ha descrito perfectamente. Se lo han tomado los dos como un juego y al tercer local ya lo tenían interiorizado. Así que si ellos pueden, los mayores también.


lunes, 25 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 74

Por un momento me pareció que el tiempo se había detenido hace dos meses y medio y que nada había pasado. Gente por las aceras, coches por la calzada, locales abiertos y terrazas llenas. Cualquiera diría que era una mañana de finales de mayo sin más. 

Pero no. A pesar de la aparente normalidad, había detalles que delataban. El más evidente, las mascarillas. He de decir que el 99% de la gente que me he cruzado por la calle la llevaba. Por cierto, otro día hacemos números de lo que va a recaudar Hacienda con el invento. Pero bueno, el dato es ese, que el personal se lo ha tomado en serio. 

Otro detalle de hoy: las colas. Me ha tocado hacer un par de ellas. Y lo que vengo manteniendo todo el tiempo, a la gente le explicas bien las cosas y el sentido común hace el resto. Mientras estaba esperando en una de ellas sonaron las campanas de la Catedral . Y cuando estas cesaron, me percaté de otro sonido que hasta ese momento me había pasado desapercibido: un músico callejero hacía sonar su saxofón. 

Y en ese momento fue cuando de verdad sentí que la normalidad está volviendo.

domingo, 24 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 73

Bueno, pues mañana nos llega la fase 2. Por fin podremos salir toda la familia junta y dejar atrás una de las normas más absurdas de este confinamiento. Y es que hay cosas que se escapan al sentido común. Hoy lo comentaba con mis compañeros del equipo de voluntarios de la iglesia, después de que higienizáramos los bancos para la siguiente misa. Las limitaciones de aforo tienen razón de ser para mantener la distancia de seguridad. Ya sea en el templo, en el supermercado o en la zapatería. Pero el caso es que, en todos los protocolos de prevención de riesgos laborales que llevo leídos en los últimos dos meses -y han sido unos cuantos- el uso de la mascarilla se recomendaba siempre que no fuera posible respetar dicha distancia. 

Y digo yo, ¿no es más fácil controlar que todo el mundo lleve su mascarilla y nos "olvidamos" de la distancia? La norma dice -bueno, dice a estas horas, lo mismo mañana cambia, recordad la yenka- que es obligatoria en sitios cerrados y al aire libre, siempre que no se puedan mantener los dos metros de separación. Imaginemos la situación. 

Salgo de mi casa, mascarilla en el bolsillo. Pongo el pie en la calle y no hay nadie. Camino 300 metros y llego al semáforo. Mientras espero, se acerca un señor. Saco el metro y mido, está a 170 centímetros, así que toca poner la mascarilla. Se pone en verde, cruzamos, yo giro a la izquierda y el señor a la derecha. Fuera mascarilla. Continúo camino, acera despejada. De pronto, sale una señora de un portal. No me ha dado tiempo a reaccionar, no necesito el metro porque casi nos chocamos, así que echo mano corriendo a la mascarilla. Con las prisas se me cae, me agacho corriendo y cuando me la estoy colocando, la señora ya se ha subido a un taxi que la estaba esperando. Fuera mascarilla. O no, espera, que a lo lejos viene otro paisano y la acera es estrecha, casi que la voy poniendo...

Mira, ¿eh?, yo ni puedo con este trajín. Así que hace días que -sentido común- me pongo la mascarilla antes de salir de casa y no la quito hasta que llego a mi oficina, que estoy solo y no me hace falta. Lo primero por comodidad; lo segundo porque conviene tocarla lo menos posible; y lo tercero, porque cuanto antes nos acostumbremos, mejor.  Déjate de zarandajas, haz obligatorio su uso y todo el mundo a funcionar. No veo por qué desde el primer día podemos estar cuarenta personas a la vez haciendo la compra en el supermercado pero en la librería o en la zapatería tengamos que entrar de uno en uno. ¿Son más contagiosos los libros que las naranjas?

En fin, paciencia, sobre todo a los que vais por detrás en esta gymkana de las fases. Todo llega. Bueno, todo, menos las Champions del Atleti. ¿O os pensabais que hoy no iba a recordar el sexto aniversario de la Décima?

Real Madrid: Sergio Ramos confesó que cuando ganó la 'Décima' le ...

sábado, 23 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 72

El jueves pasado fue el día de la Ascensión. Para los católicos es una fecha señalada que conmemora el ascenso -de ahí el nombre- de Jesús al cielo, cuarenta días después de haber resucitado. Así que la cuenta es sencilla: se coge el calendario, se busca el Domingo de Resurrección, le sumas cuarenta y te sale uno de los tres jueves del año que relucen más que el sol.

Los otros dos son el Jueves Santo y el de Corpus. Sin procesiones ya nos quedamos; sin las fiestas por antonomasia de Vitigudino también, que el Ayuntamiento ya decidió la suspensión hace un mes. Y este fin de semana debería de haberse celebrado aquí, en Oviedo, la Feria de la Ascensión. Que tampoco ha podido ser.

La historia de la Feria de la Ascensión se remonta a hace 300 años. Empezó como un evento eminentemente ganadero pero ha evolucionado en el tiempo y en la actualidad se celebra como una oportunidad de acercar el campo a la ciudad. Así, se montan unas carpas en las que se exponen animales, recreaciones de oficios antiguos, actuaciones musicales, etc. Pero lo más importante en esta casa, por lo que nos pasamos todo el año contando los días que faltan, es un pabellón en concreto. Asturias es un paraíso en muchos sentidos pero en el caso de los amantes de los quesos no hay discusión posible. Los franceses presumen de variedad pero no nos ganan. Así que cada año en casa esperamos con impaciencia este fin de semana para visitar la feria y especialmente la carpa de los quesos. 

Nada más entrar, el olor te transporta. Predomina el aroma del Cabrales, porque es potente, sí pero porque quizás es la variedad más abundante. Solemos dar primero una vuelta de reconocimiento para ver y catar el género. Cada quesería tiene preparados unos platos con trocitos para probar y decidirte. Se han dado casos de gente que ha salido cenada a base de picotear en unos cuantos puestos pero ese no es nuestro estilo, nosotros somos de sacar la cartera y hacer gasto.

Una vez completado el circuito, llega el momento de deliberar qué nos llevamos. Hay un fijo en la quiniela, el Cabrales. Ese es innegociable y suele caer el que haya ganado el premio al mejor queso ese año. Y luego ya, procuramos ir probando de todo, aunque tenemos nuestros favoritos. De los de vaca: el Ovín (Nava), Caxigon (Cabrales) el Afuegaĺ Pitu (Grado) y el de Oscos. Para los que el Cabrales os resulte muy fuerte, probad un queso del concejo de Illas, también de vaca: La Peral.

Los de oveja de aquí nos van menos, porque en nuestra memoria gustativa están los quesos de Zamora, Las Arribes, Idiazabal o la Torta del Casar. Y claro la competencia es fuerte. Tampoco perdemos la cabeza por los de cabra pero como la susodicha tira al monte, últimamente nos hemos decantado por los de la zona de Llanes: Porrúa y Peña Tú. 

Y la joya de la corona son los quesos de mezcla. Ya hemos dicho que la estrella es el Cabrales pero no perdáis de vista el Gamoneu, uno de los quesos más caros del mundo, elaborado con las tres leches: vaca, oveja y cabra. Y de nuevo por la zona de Llanes, los de Vidiago (vaca y cabra) y Pría (vaca y oveja).

Con todo este catálogo te puedes montar una comida temática de domingo  muy apañada. Y ya si lo regamos con sidra y de postre un arroz con leche o unos frixuelos, os garantizo que termináis todos pidiendo la nacionalidad asturiana.

¡Puxa Asturies! (y sus quesos)

Las 42 variedades de quesos artesanales de Asturias - Quesos.es ...

viernes, 22 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 71

Era domingo. Entonces Leire ejercía de hija única e íbamos de paseo los tres, ella, Olga y yo. De pronto, el estruendo del tubo de escape de una moto rompió la tranquilidad de la tarde. El ruido fue subiendo de volumen a medida que se nos acercaba, pasó a nuestro lado como una mancha de colores y se alejó por el fondo de la calle. Fue cuestión de segundos pero notamos algo raro. En mitad de la calzada rebotó algo. Al acercarme, vi que era una cartera que, dedujimos, se le había caído al pizzero que iba en la moto. A la velocidad que pasó ya no hubo forma de darle una voz para que frenara y diera la vuelta. La abrimos y había varios billetes y monedas sueltas. Nos quedamos sin saber qué hacer, porque no llevaba identificación en la caja, así que no podíamos avisar a ningún local. Esperamos un tiempo prudencial por si aparecía y al final nos marchamos a casa. Allí hicimos el balance definitivo: 76€.

Supongo que al pobre motorista le dimos el día porque le tocaría ponerlo de su bolsillo. Pero a mí me sirvió para estrenar una regrabadora de CDs en el ordenador, que buena caña le di luego. Encontrarte dinero siempre es una alegría, aunque nos quedó el mal sabor de boca de saber, siquiera a medias, quien era el dueño. Y ayer volví a recuperar el dulce sabor de que el destino te ponga una paga extra en el camino. 

Salía yo de comprar en Hipercor y me dirigía al aparcamiento. Iba pensando en llegar rápido a casa, que a esas horas el agujero en el estómago ya se hacía notar con insistencia. Enfilé la rampa y de repente, allí estaba él. Acurrucado sobre su anverso, con la firma de Draghi haciendo manitas con la impresión en relieve. Un billete de 20€. Me agaché y lo cogí. No me había cruzado a nadie, así que miré a ver si iba alguien más delante de mí que pudiera ser candidato a haberlo perdido. Nadie, yo solo. A esas horas, lo normal. Y entonces sucedió una cosa que siempre decía mi padre. 

Él decía que Dios siempre te da más. Si tienes hambre, más. Si tienes desgracias, más. Y si tienes dinero, más. Porque a los pocos metros, cuando aún iba yo pensando en mi buena suerte y me conformaba con mis veinte euritos... ¡Otros 10! Igual de bien dobladitos, con lo que deduje que alguien lo fue perdiendo por etapas. Por un momento se me apareció el espíritu de Pulgarcito y pensé, ¿a que ahora me caen otros tres o cuatro billetes, que aun me queda un trecho hasta el coche? Pero no, el karma consideró -con buen criterio, no hay que ser egoísta- que ya era suficiente. 

Y es que, os lo confieso, hace unos meses era yo el que había perdido 20€. Así que salí ganando.

jueves, 21 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 70

Una semana. Eso es lo que ha tardado en cumplirse mi pronóstico sobre el enésimo giro de guión gubernamental. Ahí lo tenemos, recién salido del horno. De los creadores de "no sirven", "son incluso contraproducentes" llega "desde hoy, mascarillas obligatorias". Como el "no se podía saber" ya no funciona, a ver qué se sacan de la manga ahora los calamidades expertos que dirigen (¿?) el cotarro, que las piruetas dialécticas de Simón ya no cuelan. Qué espectáculo, Dios mío...

Lo malo del asunto es que, si os fijáis, van tapando una barbaridad con otra más grande. Y ya pocas se me ocurren más gordas que pactar nada menos que la derogación de la reforma laboral con los que eran una línea roja (la geógrafa Calvo dixit) o con los que "se lo puedo decir cinco veces o veinte, si quiere se lo repito, no vamos a pactar con ellos" (Fraudillo). 

Va sin frenos, a calzón quitado, con la cinta del sol naciente anudada en la frente y al grito de ¡banzai! El editorial de El País -¡hasta El País!- es demoledor:

(...) esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades. De no hacerlo con urgencia, será el propio presidente Sánchez el que se arriesgue a perder toda cobertura, llevando al país a una vía muerta institucional cuando lo que requiere es emprender cuanto antes el largo y doloroso camino que le queda por recorrer


Vamos, que o encuentra su Pearl Harbour pronto o nos comemos todos un Hiroshima.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 69

Fue hace 22 años pero lo recuerdo como si fuera hoy. Aquel día había que sumar una década más al tiempo que llevábamos sin oler una Copa de Europa. Había ganas. En mi caso, lo más cerca que lo había tenido fue en la final de París de 1981 contra el Liverpool. Pero a mis diez años no pude celebrar que aquel equipo de los Garcías, Stielike, Camacho, Del Bosque, Juanito, Santillana y Cunningham terminase con la sequía que asolaba las vitrinas desde 1966.

Así que allí estábamos de nuevo, esta vez en Amsterdam y ante otro clásico europeo, la Juventus, con un tal Zidane en sus filas. El partido lo vi, como no podía ser de otra manera, en el Rigoletto de mi amigo Loren. Aquel día estrenamos una bufanda que nos agenciamos para la fecha señalada y que me ha seguido acompañando hasta hoy. El bar estaba a reventar de gente y gracias a alguna tarjeta perdonada a los italianos y los nervios propios del momento, cuando llegó el descanso ya no tenía uñas que mordeme.

Nada más comenzar la segunda parte, Illgner se comió un balón que casi nos cuesta la salud. Pero a partir de ahí empezó a funcionar la máquina y a crear ocasiones. Hasta que llegó el minuto 66. Cuelga Panucci, Raúl no llega, aparece Roberto Carlos que carga el misil de su pierna, chuta mal, el balón rebota en Iuliano, le cae a Mijatovic, que quiebra al portero y suavemente, con la pierna izquierda, pam, balón a la red.

La locura. Aquello fue un manicomio. Todo el mundo corriendo y saltando, lágrimas, gritos, yo entré a la barra a abrazarme con Loren y luego ya no aguanté más. Agarré el botellín de Mahou y me salí a la puerta, no podía mirar a la televisión de los nervios. Llegó el final y el éxtasis. La celebración en el bar fue épica y de allí nos fuimos todos a la Gran Vía. Terminamos metidos de patas en la fuente y debí llegar a casa temprano, a las 5 o las 6 de la mañana.

Luego han venido media docena más de títulos pero como aquel creo que no he celebrado ninguno.


martes, 19 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 68

Hace muchos días que no recomendamos series. Hoy he terminado de ver una que me ha encantado: La Unidad, disponible para los que tengáis Movistar. Muy entretenida, con unas localizaciones excelentes y un ritmo trepidante. Es la historia de una persecución policial a un terrorista islámico a cargo de la UIP (Unidad de Intervención Policial). Producto español y de calidad. Y por lo que leo, preparan segunda temporada. ¡bien!

Tampoco os perdáis Vota Juan y su secuela Vamos Juan. Yo las vi en TNT pero creo que andan por alguna plataforma. Javier Cámara da vida a un político que saborea las mieles del éxito alcanzando un ministerio, su posterior caída en desgracia a manos del aparato del partido y su intento de resucitar cual ave fénix. Tiene momentos realmente graciosos. ¡Y trabaja mi hermana Elena en un capítulo!

Pero para carcajadas, otra de Movistar, Vergüenza. Tres temporadas con algunos diálogos memorables, de los de dolerte la tripa de reir. Seguro que todos conocéis a algún patoso como Jesús, el protagonista, que pasa por la vida provocando lo del título, vergüenza ajena. No volveréis a comer fuet de la misma manera, ahí lo dejo...

lunes, 18 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 67

Tal día como hoy pero del año pasado se cumplieron las bodas de plata de una obra de arte. En todos mis años como aficionado, probablemente la faena que más me ha marcado. La firmó Julio Aparicio, un 18 de mayo de 1994 en el día de su confirmación de alternativa en Madrid. Hoy he vuelto a verla -y van ya varias decenas de veces- y me sigue poniendo la carne de gallina.

La tarde iba regular. Ya había comenzado la cosa torcida, con la mitad de la ganadería titular, Manolo González, rechazada en el reconocimiento. La propia empresa, a la sazón los hermanos Lozano, remendó con su hierro de Alcurrucén. De forma providencial, como veremos luego. Alternaban en el cartel Ortega Cano y Jesulín de Ubrique, que pasaron sin pena ni gloria.

Pero llegó el quinto toro. Cañego, número 67 en el lomo y nacido en diciembre de 1989. La ficha lo definía como negro chorreao, sin mucha aparatosidad de pitones para lo que acostumbra Las Ventas. En los primeros tercios no dijo nada, con tendencia a quedarse corto y distraído. Nadie dábamos un duro por él salvo Aparicio, que lo lidió con mimo y algo le debió ver en los dos quites que hicieron sus compañeros de cartel.

El caso es que llegó a la muleta con los mismos defectos que había cantado hasta entonces. El inicio de faena, cerrado en tablas, el de Alcurrucén gazapeando y varios pases de tanteo. Parecía que la faena no iba a pasar de ahí pero en ese momento se produjo el milagro. Algo en la cabeza del torero hizo clic. Se separó del toro, que quedó entre las rayas de picar y se marchó al mismo centro del ruedo. Murmullos del público, expectación, muleta adelantada, ¡vente!, el toro lo piensa, paso adelante, ¡venteeee! Y ahí salió el fondo del encaste Núñez. Primero un pasito, luego otro, un tímido galope y de pronto la arrancada.

Dos pases sin obligarlo mucho pero el tercero, ¡ay el tercero! Y el cuarto, y el quinto y el cambio por la espalda y el remate de pecho. La plaza ya rugía. Otra serie con la derecha, cuatro muletazos con la mano izquierda como ingrávida, descolgada del cuerpo erguido que construía una escultura con la embestida del toro en cada pase. Un cambio de mano eterno y un trincherazo para firmar la obra.

Por si la faena no tenía aún categoría de grande, muleta a la mano izquierda y uno, dos, tres, cuatro naturales de los de reventar la plaza y el de pecho, ahí queda eso y el que quiera aprender a Salamanca. Otra serie con la derecha, ya la locura instalada en los tendidos, recuerdo que para entonces yo ya estaba de rodillas delante del televisor.

A por la espada de verdad y quedaba aún la guinda. Rodilla flexionada, tres pases por bajo a todo lo que daba de sí la embestida del toro y el remate de pecho para quedar colocado y perfilarse para la estocada. Cesaron los oles, se hizo el silencio, se montó sobre las puntas de las zapatillas dos veces, muleta al hocico y estocada de las que valen una oreja por sí misma. Aparicio salió de la suerte con la mirada perdida, llamando a las puertas del extasis que se avecinaba.  Cayó el toro casi de inmediato y el presidente concedió el doble trofeo sin una duda. Por cierto, que era mi paisano, ya fallecido, Marcelino Moronta, un extraordinario aficionado.

La crónica de Joaquín Vidal se tituló Soñar el toreo. Y arrancaba así: Fue el toreo soñado. Fue el toreo que los diestros con torería intensa rumian en las duermevelas de las corridas, cuando se amalgaman en los vericuetos del pensamiento los sueños de gloria y los presagios de tragedia.

¡Ya me están dando ganas de verlo otra vez!

PD: Disculpad el arrebato los menos aficionados pero hoy me lo pedía el cuerpo. Aparte de la efeméride necesitaba desengrasar de las faenas del gobierno. Que más que faenas, son putadas...


domingo, 17 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 66

Esta semana se ha recuperado la celebración de las misas. Con ciertas restricciones, naturalmente, pero es un pasito más en la dirección de la normalidad. Ni nueva ni de segunda mano, normalidad a secas. En mi parroquia se ha organizado un grupo de voluntarios para controlar los accesos y el cumplimiento de las normas y ya os podéis imaginar a quien le ha tocado.

Así que allí me fui esta mañana, a la misa más atípica de mi vida. Aforo reducido, con separación en los bancos marcada con las cartulinas correspondientes, obligatoriedad de guantes y mascarilla y aplicación de gel hidroalcohólico a la entrada y a la salida. Comunión en la mano, la paz con un simple gesto de cabeza y colecta a la salida. Todo ello con una versión abreviada de la liturgia, que hay que desinfectar todos los bancos que se hayan usado, los pomos, las puertas y cualquier superficie susceptible de ser tocada y hay que dejarlo listo para la siguiente misa.

Muchas cosas eran nuevas para mí -bueno, para todos- pero lo de la brevedad, no. Mira que nuestro párroco se ha dado prisa pero no ha sido capaz de batir la marca establecida por don Jesús, un cura de Vitigudino ya jubilado. Cuando vivíamos allí tenías dos opciones: ir a la misa del domingo con don Luciano en la iglesia del pueblo o a la del sábado por la tarde con don Jesús en la capilla de mi colegio. Aparte de las connotaciones sentimentales, la decisión era bien sencilla de tomar. 

El primero, que en paz descanse, vocalizaba regular y tenía una tendencia a enrollarse fuera de lo común. Empezaba la homilía, se metía en el charco y se tiraba media hora dando vueltas intentado salir. De modo que más de media feligresía se ponía en modo avión mientras el buen hombre peroraba sin descanso. Cuando por fin terminaba, hacías una encuesta y de cada 100 personas, 98 no eran capaces de recordar de qué había hablado.

Por contra, don Jesús era la concisión en persona dando misa, la palabra justa en la homilía, cortita y al pie, como dicen los futbolistas. En poco más de veinte minutos nos había despachado y nos íbamos al Centro Cultural a jugar un futbolín antes de cenar pero con el mensaje del Evangelio del día bien interiorizado. Y mira tú por dónde, he seguido disfrutando de su verbo ligero muchos años pues hasta su jubilación, era el párroco del pueblo de mis suegros.

Hoy me acordé mucho de él al finalizar la misa. Tranquilo, sigues siendo el más rápido, pensé. Y por un momento me lo imaginé con el Ducados en la comisura de los labios, apoyado en la puerta de su Renault Clío y esbozando una sonrisa. 




sábado, 16 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 65

Entiendo el mosqueo de mis amigos madrileños o salmantinos por no pasar de la fase 0. La verdad es que no se entienden -o quizá se entienden demasiado bien- los criterios se supone que técnicos para cambiar de una a otra. Es todo como un poco caótico o esa sensación al menos es la que queda.

Aquí en Asturias llevamos casi una semana en fase 1. Y sin embargo, hay cosas que me resultan incomprensibles. Os cuento. En mi casa podríamos levantarnos mañana por la mañana, montarnos los cinco en el coche e irnos hasta Llanes a tomar un helado en la terraza de Revuelta -cosa que recomiendo vivamente, están buenísimos-  después de comer en algún restaurante del puerto. 

En cambio, si decidimos salir a dar un paseo no podemos ir todos juntos. Ni a cualquier hora. Los niños siguen sometidos a la norma y tendríamos que seguir con el horario de 12 a 19, el kilómetro de distancia e ir con ellos uno de los dos, bien su madre, bien yo. Y su hermana mayor no puede acompañarnos. ¡Salvo que vayamos a la terraza de detrás de casa a tomarnos unas sidras! En ese caso, barra libre, nunca mejor dicho. 

Se echa en falta un poco de sentido común, maś aún si cabe un día como hoy, que nos ha dejado una persona que lo derrochó en vida. La prueba del nueve ha sido ver la unanimidad que ha concitado su recuerdo por parte de todos, tirios y troyanos. Unicamente han chirriado ciertos comentarios de pretendidos herederos suyos, que tendrían que nacer varias veces para intentar que se les pegara algo de la dignidad de la que hizo gala Julio Anguita

Lo resume perfectamente esta viñeta de Antonio Mingote, otro irrepetible.




viernes, 15 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 64

Tenemos tendencia a complicarnos nosotros mismos la existencia. Nos empeñamos en liarnos y liarnos y no nos damos cuenta de que, en las cosas más simples, está muchas veces la clave. Este es un pensamiento muy recurrente en mi vida y cada vez que me viene a la cabeza se me representa Hannibal Lecter en esa escena de El Silencio de los Corderos: "Primeros principios, Clarice, simplicidad" O dicho de otra manera, ponga una navaja de Ockham en su vida y todo le irá mejor: lo más sencillo suele ser lo correcto.

Hoy he comprobado una vez más que esa teoría es válida. Sonó el timbre y era una repartidora de Correos con un paquete de Amazon que habíamos pedido. Los que sois clientes ya sabréis que esta gente no escatima en embalajes. De modo que para una cosa relativamente pequeña emplearon una caja que triplicaba el tamaño. Una vez desembalada parecía aún más grande y ahí apareció la imaginación desbordante de Aroa.

El destino natural de la caja era la basura pero frenó en seco las intenciones. La quería ella para construirse un cohete. En ese momento se unió al estudio de ingeniería su hermano y después de un breve intercambio de impresiones, decidieron finalmente que se iban a construir una casa. Así que ahí se pusieron, manos a la obra, pertrechados con rotuladores, celo y tijeras a hacerle la competencia a Frank Gehry. Como me conozco el paño, la parte de abrir ventanas con un cutter la llevé yo personalmente, que no tenía ganas de acabar en urgencias. 

Y con eso han estado jugando toda la tarde. La han decorado por dentro y por fuera, le han hecho hasta un buzón, le han puesto iluminación interior con un flexo y no os digo más, que piensan dormir esta noche dentro. Supongo que se lo pensarán cuando comprueben que el suelo no tiene nada que ver con su colchón. Pero a lo que iba, que nos empeñamos en comprarles los juguetes más sofisticados y al final, se entretienen con lo más sencillo y encima potenciando la creatividad.

Así que ya sabéis, este año a pedir a los Reyes Magos cajas vacías.




jueves, 14 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 63

Ya os he contado en alguna ocasión como funcionan las clases en tiempos de confinamiento. Lo de las aulas virtuales, las aplicaciones de chat y las herramientas de Google. Pero antes de que todo eso llegara a nuestras vidas por obra y gracia del bicho ya nos había invadido otra pandemia.

Los profesores ahora funcionan por lo que ellos llaman proyectos, que a priori suena muy bien pero básicamente consiste en que el niño termina pringando a toda la familia en el asunto. Lo cual mola mucho si, como en estos días, los progenitores pasan todo el día en casa. Pero cuando los dos siguen trabajando, como es nuestro caso, ya incordia un poco más. A este respecto, os recomiendo los hilos de un padre con el que muchos nos identificamos, el usuario de Twitter @EugenioDors_ Es mítica la historia de Trapillo.

Pero bueno, vamos a buscarle el lado positivo. El último proyecto de Aroa ha sido sobre el Camino de Santiago. Y entre otras muchas cosas, tuvo que hacer :

- Una entrevista a un peregrino. Echamos mano de nuestro amigo Pedro Martín, que es todo un experto en la ruta jacobea.

- Una receta de comida típica gallega. Entre su madre y ella se marcaron una empanada que nos solucionó la comida de un día. Debería haber llegado a la cena pero voló, buena señal.

- Un padrenuestro peregrino. No desvelare nada más que el final: y líbranos de las ampollas, amén

- Una portada del periódico del peregrino. Aquí contó con la asesoría paterna, como en la entrevista.

- Un informe sobre la Catedral de Santiago que después de estar toda la tarde con ella buscando información, organizándola y maquetando un powerpoint, me van a convalidar medio Camino. Me pasa como con Nueva York, nunca he ido pero me sé de memoria los episodios de Sex in the City y el día que me suelten allí, como si llevara media vida.

Y oye, que lo hemos pasado muy bien. Que es en lo que coincidimos todos los que tenemos hijos, la oportunidad de compartir tantas horas en familia ha sido lo mejor de este tiempo.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 62

A estas alturas de la película ya lo deberíamos tener claro. Si Fernando Simón sigue diciendo que las mascarillas no son necesarias, id haciendo acopio que cualquier día de estos las hacen obligatorias. Recordad que los consejos de ministros son un homenaje permanente al legado musical de Johnny & Charley., oseasé, la Yenka. Verbigracia, ayer rebajas no, hoy ya sí. 

Lo de la mascarilla como complemento indispensable para los próximos meses será el siguiente delante-detrás, ya lo veréis. Reconozco que a mí me costó los primeros días pero ya me voy acostumbrando. Y lo mismo que he automatizado el lavado de manos, la mascarilla  -junto con las llaves y el teléfono- ya forma parte del triunvirato de indispensables al salir de casa. 

Aparte del evidente beneficio en la prevención del contagio, si te paras a pensarlo da para entretenerse. Esta semana la calle parece un baile de máscaras veneciano. Me he cruzado con varios conocidos que no han sido capaces de identificarme. Y al contrario, siempre he sido muy buen fisonomista así que no se me escapa nadie a pesar de que solo quedan los ojos para decidir si son galgos o son podencos. 

Y al hilo de esto, he observado otro fenómeno curioso. Decía Saint Exupéry que para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada. Pues mira, otra razón para usar las mascarillas, si sirve para que todos nos miremos a los ojos.

martes, 12 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 61

Os juro que lo intento con mi mejor intención. Trato de encontrarle una lógica a las decisiones gubernamentales pero es como entender los discursos de Antonio Ozores, un imposible. Allá por finales de febrero, primeros de marzo, cuando la pesadilla del virus empezaba a instalarse y China e Italia eran los focos principales de contagio, estábamos viendo las noticias mientras cenábamos y mi mujer lo dijo: "lo primero que tendrían que hacer es cortar todas las entradas de viajeros de esos dos sitios".

Hubo también algún partido político que lo propuso pero ni a una ni a otros les hicieron caso. Dos capitanes a posteriori más a la lista, que ya sabemos que los neosocráticos dicen que no se podía saber nada. Y que no se debe criticar porque todos hubiéramos actuado igual. Ja.

El caso es que hoy se desayuna el BOE con una medida que llega muy tarde y que supone un golpe bajo más a la maltrecha capacidad de recuperación del sector turístico: desde el viernes, todo viajero que llegue a España deberá guardar una cuarentena de 14 días. A buenas horas, mangas verdes. El caso es que llevamos dos meses encerrados en casa para evitar contagios y en todo este tiempo los aeropuertos funcionando. Como el que tiene tos y se rasca, vamos.

Otra medida estrella que hemos conocido hoy es la prohibición de las rebajas. Pero ojo, solamente en tiendas, se permiten en las compras por internet. ¿Y quién sale perjudicado con esto? Naturalmente, el pequeño comercio, que tiene que estar encantado con esta mano... al cuello. Porque claro, después de dos meses cerrados, cuando pueden empezar a mover los stocks y obtener liquidez, para qué les vas a facilitar las cosas. De verdad, que el comité de expertos del Ministerio de Comercio mejora al de Sanidad.

La excusa es evitar las aglomeraciones. Que sí, que a primera vista la idea es buena pero no creo que nadie, en las actuales circunstancias, esté pensando en escenas pretéritas con hordas de consumidores a las puertas de las tiendas ansiosos, como peregrinos del Rocío, por saltar la reja. A nada que te reúnas con el sector y te informes, verás que esa decisión les hunde un poco más y en cualquier caso, hay formas de controlar esas posibles concentraciones de gente.

Pero lo fácil es prohibir. Que ya no sé si es por no molestarse o porque, en el fondo, es lo que les pide el cuerpo.

lunes, 11 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 60

Si alguien no se había enterado de que hoy cambiábamos de fase no necesitaba poner la radio al levantarse. Le hubiese bastado con poner un pie en la calle y enseguida hubiese notado la diferencia.  

Primer síntoma de que algo había cambiado, el tráfico. Sin llegar ni mucho menos al barullo habitual pero nada que ver con el panorama precedente. Claro que tampoco se necesitaba mucho porque veníamos de carriles prácticamente vacíos, que había momentos que parecía que habían peatonalizado las calles. Además del ir y venir de turismos, los camiones de reparto, hasta ahora casi inéditos, se han adueñado hoy de las zonas de carga y descarga. 

Con todo, no demasiados locales abiertos pero ocurre como con el ejemplo de los coches. Del paisaje de persianas cerradas una tras otra al movimiento y luces encendidas dentro los negocios, menudo cambio. No me he llegado a estrenar y no he entrado en ninguno pero por lo que me ha dado tiempo a ver cuando volvía del trabajo, lo tienen bien organizado, con geles y guantes a la entrada y carteles avisando de las limitaciones de aforo. Y lo que decíamos días atrás, la gente comportándose y cumpliendo las normas, como tiene que ser. 

Eso sí, como estaba previsto, apenas bares funcionando. Aunque los pocos que se han atrevido a poner la terraza lo han petado, se nota que la gente tenía ganas de alterne. 

domingo, 10 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 59

Hoy leyendo la prensa he descubierto una historia apasionante. Nos tenemos que situar en los primeros días del confinamiento, cuando el material de protección empieza a escasear en los hospitales. Miguel Arbizu, un funcionario del ayuntamiento de Zaragoza que trabaja en el departamento de contratos públicos, conoce bien los entresijos de la administración. Y lo ve venir. 

Así que se pone manos a la obra y consigue por su cuenta una primera entrega de batas. A partir de ahí, suma una red de voluntarios que comienzan a gestionar donaciones de particulares, tanto de material como de dinero que se emplea para comprar más material. Todo ello con absoluta transparencia, publicando cada factura y albarán. 

Zaragoza Solidaria, que así se llama la organización dirigida por Arbizu, fue creciendo y llegando a hospitales de otras ciudades . Y una vez encauzado el tema del material, ahora han puesto el foco en la gente con dificultades económicas, proporcionando alimentos a familias con escasos recursos.

Yo no conozco tan a fondo como este hombre la administración pero de mi experiencia puedo afirmar que es como un elefante, que para dar dos pasos se eterniza entre que levanta una pata, la posa e iza la otra. Y es algo que me enciende. Como he trabajado en los dos ámbitos y puedo comparar, nunca he logrado entender porque lo público no puede adoptar algunos criterios de eficiencia de lo privado. 

Mejor nos iría a todos.

sábado, 9 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 58

Lo prometido es deuda y hoy nos tiramos de cabeza a la sidra. Muy bien acompañada, eso sí, con unas almejas de primero y un bonito encebollado que quitaba el sentido. Este menú me ha dado pie a recordar un sitio donde tuve varias de las mejores experiencias gastronómicas de mi vida y así lo hemos comentado en la sobremesa.

El sitio en cuestión es el Hogar del Pescador, en el puerto pesquero de Santurce. No he vuelto a comer unas sardinas más ricas en ningún sitio. Aparte de la materia prima, la diferencia está en la forma de cocinarlas. Bueno, todos los pescados en general los bordan. Recordaba yo una rueda de bonito a plancha o un chicharro que se solía pedir Olga. Durante la época que viví en Bilbao, muchas noches cenamos allí con mi padre, disfrutando de la vista de los barcos amarrados en el puerto al abrigo del Cantábrico. Sardinas y cerveza fresquita en la terraza, los grandes placeres muchas veces se esconden en las cosas más humildes.

De Bilbao nos vinimos a Asturias y en alguna ocasión hemos vuelto por allí, cuando las circunstancias nos permitían escaparnos a la Semana Grande. Y allí precisamente cenamos la última noche antes de la mudanza. Aún se acuerdan mi madre y mi hermana Elena, que me acompañaban, de los centollos que nos empujamos para despedirnos.

Así que habrá que poner remedio a la nostalgia y en cuanto podamos, hacer una escapadita. ¿Quién se apunta? 😉


viernes, 8 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 57

Hoy la noticia son las mascarillas. Bueno, más bien la falta de ellas por obra y gracia del Gobierno que parece ser que no se apuntó a la lista europea para recibirlas. Pero no se puede criticar, hay que arrimar el hombro. Por cierto, hablando de guardar silencio, la que podría haberse aplicado el cuento es la consejera de Sanidad de Aragón. Va la señora y dice que la falta de EPIS fue un estímulo para los profesionales y se queda tan ancha. Claro que sí, guapi, ya estoy viendo a los médicos hablando entre ellos al inicio de la jornada:

- ¡Chavales! No hay trajes pero se me ha ocurrido una idea cojonuda. Vamos a hacer una versión del concurso Maestros de la Costura y a diseñar batas con bolsas de basura. El ganador se llevará un lote de mascarillas chinas fakes, una foto dedicada de Lorenzo Caprile y un café de la máquina del pasillo.

(Todos a coro)

- ¡Oleeeeeeeee, que estímulo! Así da gusto jugarse la vida.

Este diálogo es ficción pero hoy mismo recibía el mensaje de una amiga médica y este sí es real: "de guardia con una mascarilla que acaban de informar que tienen que retirar". Maravilloso, ¿eh? Nos reímos por no llorar. Pero no se puede criticar, hay que arrimar el hombro. 

Pues claro que se puede criticar. Como se puede afirnar que el gobierno autonómico de Asturias lo está haciendo muy bien. Y como eso es así, se dice y no pasa nada. Y también son del PSOE, que no me canso de explicarlo, no es un problema de siglas, es un problema de gestores. Y los que están en la Moncloa, salvo que seas un hooligan irredento y no lo quieras ver, pues oye, bien, bien, no lo están haciendo precisamente.

Así que este fin de semana igual nos abrimos una sidra para celebrar que Asturias pasa a la fase 1 el próximo lunes. Y si me criticáis por como arrimo el hombro para echar el culín yo no me voy a enfadar.

jueves, 7 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 56

Me llega un SMS de una tienda de ropa avisándome de la próxima apertura, eso sí, con cita previa. Y me he acordado de mi amiga Carmen, que hoy reflexionaba sobre ese asunto poniendo el dedo en la llaga. La compra es muchas veces un acto compulsivo, ves algo en el escaparate que te atrae o entras a echar un vistazo y terminas comprando. No me veo yo pidiendo hora.

Que esa es otra. ¿Cuánto tiempo reservo? ¿10 minutos, 30, una hora? Porque hay veces que entro y voy a tiro fijo, otras echo un buen rato, pruebo y al final no me convence y no me llevo nada. Eso la ropa, ahora imagínate una ferretería, que normalmente vas cuando se rompe algo.

- La Tuerca Infinita, buenos días.
- Buenas, llamaba para pedir hora, que se me ha estropeado la alcachofa de la ducha.
- Pues para hoy ya no podrá ser, que tenemos todos los turnos cubiertos. Le puedo dar para mañana a partir de las 13:00.

Y digo yo. Llevamos más de un mes yendo al supermercado, al banco y a la farmacia, guardando cola sin problemas, respetando distancias de seguridad, etc. Vamos, que en líneas generales, hemos demostrado ser un país civilizado, capaz de cumplir las normas. ¿No sería más fácil abrir todos los comercios sin restricciones horarias pero con las medidas de seguridad pertinentes? Si voy a la tienda de ropa y no se permiten más de cinco personas, espero en la puerta o me doy una vuelta. Si bajo a la ferretería, a la droguería, a la zapatería, ídem de lienzo. Me parece que sería todo mucho más sencillo para clientes y vendedores. Sin perder de vista las recomendaciones pero sin poner puertas al campo ni provocar situaciones absurdas. Aplicando el sentido común, vaya.

¿Tan difícil es?

miércoles, 6 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 55

Llevo varios días dándole vueltas a un asunto. Como bien sabréis, una de las mayores preocupaciones de nuestros días es el uso del lenguaje inclusivo, cuyos apóstoles lo defienden con tal vehemencia que con frecuencia rozan el esperpento. Todos recordamos a los miembros y miembras, a los jóvenes y las jóvenas y en este plan. 

Hasta que llegó el puñetavirus y curiosamente, nadie se acuerda de hablar de fallecidos y fallecidas. Y sin embargo, se produce un fenómeno que me ha llamado la atención. Todo el mundo habla de el virus y de el COVID-19, en masculino. Y yo me pregunto dónde están los puristas del neolenguaje cuando se les necesita. Veamos. 

Una cosa es el virus y otra la enfermedad que provoca. La palabra COVID responde a las siglas en inglés de coronavirus disease, que traducido resulta enfermedad por coronavirus. Es decir, LA enfermedad. Como el SIDA es masculino porque es un síndrome y la ELA es femenino porque es una esclerosis. Pero mira, se ve que es más políticamente correcto asignarle género masculino porque en todos lados lo vais a encontrar así. 

Que sinceramente, me parece una chorrada pero o jugamos todos o rompemos la baraja. Y el barajo.

martes, 5 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 54

Ayer Aroa tuvo un percance con los patines -nada grave, el típico culetazo- y hoy no le apetecía calzárselos. Así que cambiamos el paseo sobre ruedas por otro breve a pie al lado de casa. Luego al hiper a hacer la compra grande para la semana. La novedad es que han abierto ya más secciones, al menos que yo viera, la de librería.

Al volver a casa, mi primera experiencia en un control policial. Sirenas a lo lejos, conos señalando el carril, ticket de la compra preparado y cuando estoy frenando a la altura del primer policía me hace señas para que continúe. Pues vale, lo que usted diga, señor agente. Al pasar los furgones, un coche parado a la derecha. Por el tuneo y por el aspecto de los ocupantes yo creo que el control era de otra cosa.

El caso es que llegué a casa justo cuando daban las ocho de la tarde. Y mi portal parecía los corrales de Santo Domingo de Pamplona a las ocho, pero de la mañana. Chupinazo, abro la puerta y estampida de vecinos en chandal. Así que me dieron envidia, coloqué la compra, me cambié, me puse el casco y a la calle yo también a por mi ración de bicicleta.

Las agujetas ya son historia y ocurre lo habitual, que cuando acostumbras al cuerpo al ejercicio, éste te pide más. Y encima sin tener que ir pendiente de los dos satélites, así que le he dado caña.

Que falta me hace...

lunes, 4 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 53

Hoy durante el paseo en bicicleta con los niños he ido chequeando los locales comerciales. Se supone que ya podían abrir e iba a inaugurarse la pretendida desescalada. Pues que si quieres arroz, Catalina. Naturalmente, en hostelería lo esperado, ni un local abierto. Por cierto, que tal y como anuncié hace algunos días -no soy sospechoso de capitán a posteriori, señorito Echenique- el gobierno rectificó sobre la marcha y cambió la norma. Si es que hay que quererlos.

Así que con los bares y restaurantes cerrados nos quedaban las tiendas de ropa, zapaterías, perfumerías, etc. Y tampoco. Únicamente han dado señales de vida las peluquerías. Y no me extraña, que el tema capilar ya rozaba la declaración de zona catastrófica en algunas cabezas. A pesar de que se les exigía funcionar con cita previa, he sido testigo de ruegos casi de rodillas para un corte de pelo. Y la negativa correspondiente acompañada del disgusto de una lista de espera de varios días.

Mira, no hay mal que por bien no venga, si sirve para que al menos los peluqueros recuperen este mes los ingresos perdidos durante la fase más dura del confinamiento. El mío tendrá que esperar, que ya sabéis que tomé medidas la semana pasada. Pero ya podemos asegurar que ha comenzado la vuelta a la normalidad.

¡Por los pelos!


domingo, 3 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 52

Posiblemente sea uno de los días más importantes del año. Porque seguramente son las personas más importantes de nuestras vidas. Las que nunca fallan, las que siempre están, las que todo lo aguantan. Las madres. Todos traíamos la mochila de los besos pendientes casi llena pero seguro que hoy nos han quedado a rebosar con los que hemos reservado para ellas. 

Nosotros lo hemos celebrado a lo grande, receta asturiana con ingredientes salmantinos, esto es, cachopo con ternera de Vitigudino, jamón de Guijuelo y queso de Las Arribes. Y todo ello regado con un Hacienda Zorita, también de nuestra tierra. Otra cosa no, pero lo de cuidar el paladar lo estamos llevando a rajatabla. 

 La sobremesa también ha tenido color charro. Videoconferencia con mis compañeros de universidad, rememorando los cientos de cafés que nos tomamos en el Alcaraván, un bar que resiste el paso del tiempo enfrente de la Pontificia. Ha sido un gustazo echar un rato de tertulia, arreglar el mundo y vernos las caras. 

 Oye, que le estoy cogiendo el gusto a esto de las reuniones virtuales, a falta del pan de los encuentros en persona, buenas son las tortas de las conexiones informáticas. 

Y mañana un pasito más en el desconfinamiento, que no "desescalada". A ver qué tal se da...

sábado, 2 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 51

Por razones obvias esperaba como agua de mayo la fecha en la que los niños pudieran por fin salir a la calle. Lo disfrutamos muchísimo el primer día y los sucesivos, para qué nos vamos a engañar. En cambio, la libertad condicional para los más mayores me ha pillado más despreocupado.

Los más cercanos -mi madre y mis suegros- no mostraban mucho entusiasmo con la posibilidad de pasear. Parece que les podía más el miedo al contagio que estirar las piernas. Y sin embargo, al final han sucumbido y han puesto un pie en la acera después de casi dos meses de encierro. Con toda la prudencia del mundo, con sus mascarillas y respetando las distancias, naturalmente, pero la experiencia les ha sido muy grata.

Así lo hemos vivido aquí también. Se notaba más gente por la calle, como era de esperar, pero debo decir que el comportamiento ha sido exquisito, al menos en lo que yo he sido testigo. Y os digo una cosa, si disfruté hace unos días de ver a los niños hoy lo he hecho aún más con los abuelos.

Aquellos fueron un torbellino de carreras, risas y juegos, éstos todo lo contrario. Con paso lento, algunos arrastrando los pies, otros apoyados en sus bastones pero todos con un brillo especial en los ojos. La ilusión no tiene edad y para muchos de ellos, caminar es una medicina más, como para los más pequeños es quemar energía encima de una bicicleta o detrás de un balón. Encima el tiempo ha acompañado, así que terminamos el día con muy buenas vibraciones.

Ojalá sean el preludio de la vuelta a nuestras rutinas.

viernes, 1 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 50

Hoy pensaba hablar de mis agujetas. Cada vez que me siento y me levanto siento unas punzadas en los cachetes del culo como si me estuvieran clavando alfileres. Es lo que tiene volver a montar en la bici después de no tocarla desde el verano, gajes del oficio del ciclista ocasional. El caso es que lo doy por bien empleado cuando pienso en lo que he disfrutado los últimos dos días con mis hijos recorriendo una ciudad casi fantasma, como nunca la habíamos visto antes. Pero un mensaje de whatsapp mientras decidía el guión de hoy me ha cambiado el paso y me ha hecho reflexionar.

Una de las cosas que más me están sorprendiendo en esta situación es la cantidad de palabras y palabros que están haciendo fortuna. Por ejemplo, la desescalada. Probad a buscar en el diccionario. No existe. Y sin embargo, ahí  lo tienes, soltó la liebre Sánchez en uno de sus sermones y no hay forma de sacudírselo de encima. Ni al sermoneador ni al neologismo. Y a todas horas desescalada. En la prensa, en la radio, en los telediarios, en las declaraciones de la oposición y cualquier día en las servilletas de los bares, si es que nos los abren. ¿Nadie va a poner pie en pared? ¿Nadie va a proponer una alternativa razonable, no sé, recuperación o vuelta a la normalidad? ¿A nadie le chirría el palabro? ¿Soy yo el raro?

A esa ya le llevaba yo dando vueltas unos días pero os dije que había un mensaje de whastapp que me encendió la bombilla. Lo envió Chelo Sánchez, que para mí es una especie de Santísima Trinidad laica, tres personas en una: fue mi profesora, fue mi jefa y siempre será mi amiga. Sostiene Chelo que no existe la distancia social sino la distancia física. Que una cosa es estar separados dos metros y otra muy distinta el cariño, el gesto, la preocupación por los demás. La primera nos la pueden imponer, la segunda es imposible. Y seguro que todos tenemos ejemplos de gente que tenemos muy lejana en términos geográficos pero más cerca en la mente y el corazón que muchos a los que vemos a diario. 

Así que ya sabéis, al si alguien os vuelve a hablar de distancia social para lograr la desescalada, arremangaos con parsimonia, enarcar las cejas y espetarle una pedorreta. Con cariño, eso sí.