lunes, 12 de mayo de 2008

Verdad y mentira


Parece mentira que el mismo público que pidió la oreja para Miguel Tendero le hubiese regalado otra a un tal Rubén Pinar. Increible que los mismos que jalearon los muletazos hondos de Tendero se volviesen locos un rato antes con los trapazos de pierna retrasada y el pico de la muleta del tal Pinar. Salvo que éste fletase diez autobuses de partidarios y los infiltrara en los tendidos de las Ventas, no lo entiendo. Pero verás como toman la alternativa y el que funciona es el tal Pinar: torero ideal para ferias de medio pelo, donde el caso es cortar orejas a base de mantazos y estocadas a la primera. Porque eso sí lo hizo bien el tal Pinar. Y en medio, un espejismo de torero con nombre de niño de serie de televisión. Al parecer, a José Ramón García, Chechu le sigue pasando factura la cornada de Ávila y ni más ni menos que pretende tomar la alternativa en Segovia el mes que viene. Allá él si quiere que su carrera sea breve.

La novillada de Montealto tuvo chispa y movilidad. En general fueron de menos a más, sin destacar en el caballo pero llegando a la muleta con nobleza. El tal Pinar cortó una oreja al segundo después de que en Las Ventas se produjese un extraño fenómeno de transfiguración. Porque aquello parecía una plaza de pueblo, en el peor de los sentidos, aplaudiendo lo que apuntamos al principio: muletazos descargando la suerte, con el novillero haciendo el arco y el toro saliendo por la otra punta. Justo es decir que todo ello estuvo recubierto con el barniz de la aparente facilidad pero no quita para que mereciese una buena dosis de pitos en lugar del premio de la oreja. Sólo justificada remotamente por la estocada.

La sensatez pareció volver a los tendidos en el quinto, cuando el tal Pinar desplegó de nuevo su repertorio de trampas y ahora sí, un sector del público (adivinen cuál) le afeó el gesto. Y digo que pareció porque de nuevo rozamos la tragedia cuando le pidieron la oreja. Afortunadamente el presidente estuvo en su sitio.

Frente a la mediocridad del tal Pinar descubrimos la calidad de Miguel Tendero. Comparten los novilleros origen -ambos albaceteños- pero les distinguen conceptos opuestos del toreo: los que van de la verdad a la mentira. Y es que la oreja que cortó al sexto fue eso, de verdad. Ya en el tercero había dejado muestras de su calidad pero donde dio idea de su dimensión fue en el último de la tarde. Desde el saludo de capote a pies juntos y dos medias torerísimas, hasta el templado y hondo toreo en redondo, pasando por naturales larguísimos y a cámara lenta. Por no hablar del principio de faena, doblándose con él de manera magistral. Fue el mejor novillo pero tuvimos la suerte de que se encontrara al mejor novillero. Lo mató de un estoconazo y nos dejó con ganas de volver a verle.

Que es lo mejor que le puede pasar al que quiere funcionar en esto.

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