domingo, 23 de agosto de 2009

Gigante Urdiales

Lo que salió por chiqueros para cerrar la feria no era normal. Pedazo de toro, alto, grande, enorme, desproporcionado. Pero el gigante en realidad no fue el toro sino el torero que se puso delante. Me gusta el concepto de toreo de este Diego Urdiales, que para empezar tiene valor para dar y tomar. De otra forma no se concibe que trague lo que tragó, que la cornada le rondara varias veces y ni se inmutase. Pero es que además los quiere torear bien, sin importarle que sea bueno o malo.

Y no era el toro para florituras pero a él le dio igual, se fajó con él y terminó por meterlo en la muleta. Y para postre se tiró a matar como un león entre esos escalofriantes pitones y se cobró una estocada de muchísimo mérito. Así que la oreja que paseó probablemente sea la de más peso de toda la feria. Pobre Semana Grande, por cierto.

Del resto de la corrida de Victorino poco que decir, salvo que el único potable cayó en manos de Juan José Padilla. Y claro, nada de nada. Tiene un problema este hombre y es que cuando le sacas del guión anda como un pulpo en un garaje. Lo del barullo en banderillas y andar valentón con toros mediocres lo domina pero en cuanto hay que ponerse a torear de verdad la jodimos.

José Luis Moreno entró en el cartel sustituyendo a El Fundi y no desentonó. Sobre todo en su primero, al que toreó bien de capote. Con la muleta le faltó continuidad aunque dejó pases de mérito fundamentalmente con la mano izquierda.

jueves, 20 de agosto de 2009

Morante detiene el tiempo

No engaña a nadie, al menos a los que le seguimos con devoción. El segundo toro no valía un duro y Morante no se paró en florituras, a por la espada y a otra cosa, mariposa. Y la bronca fue de órdago, exagerada a mi parecer. Quizá el castigo en el caballo fuese excesivo y eso encendiera al público, pero no creo que hubiese que montar semejante follón. Morante, que no engaña a nadie, insisto, aguantó el chaparrón y se fumó un puro, literalmente. Esa liturgia del habano entre toro y toro surte efecto y de qué manera.

Salió el quinto, con mucho mejor fondo, y el ruedo de Vistalegre cambió el habitual gris por una sinfonía de colores en los vuelos del capote de Morante. Y los pitos se tornaron oles en su mayoría, salvo una hooligan de Ponce se que pasó toda la faena berreando en lugar de disfrutar del mejor toreo de la tarde. O del único. Porque la faena de muleta de Morante, de más a menos, bien es verdad, tuvo momentos mágicos, con pases que parecían a cámara lenta, pasándose el toro bien cerquita, embraguetándose con él y perfumando el ruedo con los aromas de torero antiguo a los que nos tiene acostumbrados el de la Puebla. Falló a espadas y perdió una oreja que, creo, le hubiesen pedido con fuerza. Salvo la borrega poncista, claro, que más le valdría analizar las fotos y ver cómo se pasan el toro el uno y el otro.

Hablemos de Ponce. En el primero no estuvo ni bien ni mal, que casi es lo peor. Pegó muletazos a diestro y siniestro pero sin decir nada, para afuera, aliviándose, ventajista... En Ponce, vaya. Y con el cuarto más de lo mismo. Ya lo he dicho alguna vez, que me parece una versión corregida de Espartaco, idénticas trampas pero mucho más plástico, que dicen ahora. Me gusta el Ponce del miércoles, que se inventa un toro tirando de recursos pero me aburre el Ponce que emplea sistemáticamente esos recursos con el bueno, el regular y el malo. Eso sí, Bilbao le quiere y eso se nota. Por cierto, que tiene un problema serio con la espada, cuatro toros en esta feria y a los cuatro los ha pinchado. Y por cierto, en los cuatro ha escuchado aviso, con esa manía suya de hacer faenas de 80 muletazos.

Y el que no levanta cabeza, y bien que lo siento, es el Cid. Incapaz de sujetar el genio del tercero, que se movió y de qué manera. En otro tiempo a ese toro le hubiese hecho una faena de las de recordar pero anda el de Salteras con el sitio perdido y le desbordó la casta del toro. Mejoró algo con el sexto, un precioso ejemplar de mi admirado José Miguel Arroyo, Joselito, que debutaba como ganadero en Bilbao y dejó buenas sensaciones. La corrida en general, sin ser de escándalo tuvo su interés para el aficionado. Ese sexto anunciaba fatigas a la hora de la estocada por sus tremendos pitones y así fue. Salió trompicado el Cid y la espada cayó malamente, haciendo guardia.