martes, 28 de abril de 2009

Sinfonía morantista

Seré breve. La corrida de Juan Pedro Domecq, un petardo infumable. Antonio Nazaré puso toda la voluntad del mundo en el día de su alternativa y Ponce pasó por allí. Y al lío.

Si yo tuviera que explicar cómo se torea con el capote no gastaba saliva, directamente pondría el video de esta tarde y diría, señores, con ustedes Morante de la Puebla. En cinco verónicas y una media se resumió el asunto. Es imposible torear mejor, cogiendo el capote con la puntita de los dedos y meciéndolo con una suavidad y un temple que me levantaron del asiento. Eso a mí, en casa, así que me imagino al Hermano Mayor de la Cofradía Morantista, José Luis Valencia, que estaba en la Maestranza. Lo que me acordé de él.

Sinceramente, cuando cogió la muleta Morante pocos, por no decir ninguno, apostábamos por el toro. En otra época de Morante o en otras manos la cosa habría sido breve, cuatro muletazos por abajo y a matar. Pero emergió la figura que el domingo bautizamos como el torero total y se obró el milagro. Una vez en Salamanca Joselito hizo algo parecido y lo definió como una faena inventada a un toro inventado. Y así fue.

Con la misma receta de antes de ayer, Morante fue convenciendo al toro de que se uniera a la fiesta y el toro, viendo aquello, no fue capaz de negarse. Por la derecha, por la izquierda, daba igual el pitón, el torero fue construyendo su obra, sin dudas, muy firme, aguantando parones, con gusto, con empaque, derramando torería a cada momento.

Cuando el toro definitivamente se rindió a la evidencia llegaron naturales de frente, con desmayo, roto el torero y rotas las manos a aplaudir. Un inciso. Yo no sé qué criterio sigue el director de la banda para que suene la música pero era ayer o nunca. No obstante, se comprende que hasta los músicos anduvieran embobados con lo que estaban viendo y no se acordasen de tocar. Ni falta que hacía, la sinfonía la puso el torero.

Seguía toreando Morante sin descanso cuando el aviso presidencial nos despertó del sueño, Llevábamos diez minutos de milagro y no nos cansábamos. Y del sueño pasamos a la pesadilla. Pinchó el torero y se esfumaron los trofeos.

No importa. Es de esas faenas que recordaremos mucho tiempo.

1 comentario:

sentimientos y locuras dijo...

Oleeeeeeeeeeee, pues yo de verdad me acorde de ti ehhhhhhhh. Que gozada fue. Bueno y es porque se ha quedado para el resto.


Gracias. Y lo de hermano mayorrrrrrr