jueves, 30 de abril de 2009

Oreja al hartazgo

Pues estoy por copiar la crónica de ayer, cambiando los nombres. Los toros, para salir corriendo. Esta vez el numerito lo dio el hierro de Torrealta. Los toreros, salvo Manzanares en el segundo, contagiados del ambiente. Y poco más.

Contemos lo bueno, que fue una faena tramposilla de Manzanares al menos malo de todos. Cómo estaría la gente de harta, que hasta le dieron una oreja.

El Fandi, con su habitual numerito en banderillas y poco más. Y Talavante, pasado el espejismo de aquellas dos orejas, volvió al tedio habitual.

miércoles, 29 de abril de 2009

Luque espantó la modorra


La Feria ha entrado en una cuesta abajo ganadera que no parece tener límites. Y bien que lo siento porque me consta que los de hoy son buena gente y profesionales de lo suyo. Pero eso no evita el petardo.

Lo único digno de reseñar llegó al final. A Daniel Luque se le escapaba la Feria entre los dedos y supo pegar el arreón. Ante un toro de El Puerto de San Lorenzo-para variar- manso estuvo firme, sereno, valiente, queriendo ser alguien en esto. No fue una faena bonita pero sí poderosa. Y emocionante. Encima se tiró a matar como un jabato, con lo que la oreja fue de las más merecidas de esta edición.

El resto fue para olvidar. Como el paso de el Cid por esta Feria, de la que sale muy tocado. Salvo el día de los Victorinos, le he visto muy por debajo de lo que se espera de él. A ver si en Madrid remonta.

Y Castella, poco más o menos. Aunque se justificó con el mal segundo bis y anduvo queriendo con el sobrero que hizo quinto, pero le pudo el ambiente derrotista de la tarde.

martes, 28 de abril de 2009

Sinfonía morantista

Seré breve. La corrida de Juan Pedro Domecq, un petardo infumable. Antonio Nazaré puso toda la voluntad del mundo en el día de su alternativa y Ponce pasó por allí. Y al lío.

Si yo tuviera que explicar cómo se torea con el capote no gastaba saliva, directamente pondría el video de esta tarde y diría, señores, con ustedes Morante de la Puebla. En cinco verónicas y una media se resumió el asunto. Es imposible torear mejor, cogiendo el capote con la puntita de los dedos y meciéndolo con una suavidad y un temple que me levantaron del asiento. Eso a mí, en casa, así que me imagino al Hermano Mayor de la Cofradía Morantista, José Luis Valencia, que estaba en la Maestranza. Lo que me acordé de él.

Sinceramente, cuando cogió la muleta Morante pocos, por no decir ninguno, apostábamos por el toro. En otra época de Morante o en otras manos la cosa habría sido breve, cuatro muletazos por abajo y a matar. Pero emergió la figura que el domingo bautizamos como el torero total y se obró el milagro. Una vez en Salamanca Joselito hizo algo parecido y lo definió como una faena inventada a un toro inventado. Y así fue.

Con la misma receta de antes de ayer, Morante fue convenciendo al toro de que se uniera a la fiesta y el toro, viendo aquello, no fue capaz de negarse. Por la derecha, por la izquierda, daba igual el pitón, el torero fue construyendo su obra, sin dudas, muy firme, aguantando parones, con gusto, con empaque, derramando torería a cada momento.

Cuando el toro definitivamente se rindió a la evidencia llegaron naturales de frente, con desmayo, roto el torero y rotas las manos a aplaudir. Un inciso. Yo no sé qué criterio sigue el director de la banda para que suene la música pero era ayer o nunca. No obstante, se comprende que hasta los músicos anduvieran embobados con lo que estaban viendo y no se acordasen de tocar. Ni falta que hacía, la sinfonía la puso el torero.

Seguía toreando Morante sin descanso cuando el aviso presidencial nos despertó del sueño, Llevábamos diez minutos de milagro y no nos cansábamos. Y del sueño pasamos a la pesadilla. Pinchó el torero y se esfumaron los trofeos.

No importa. Es de esas faenas que recordaremos mucho tiempo.

lunes, 27 de abril de 2009

Dos toreros y un bulto

Luego saldrá la ex suegra a meterse con Morante -se le perdona a la señora porque está gagá- pero los hechos son los que son: el medallista paseó por el ruedo sevillano su incapacidad para estar delante de un toro.

Le correspondió de salida uno de los dos ejemplares de Gavira que remendaron la corrida de Daniel Ruiz. Un toro que tenía calidad -fundamentalmente por el pitón derecho- y que la cantó galopando alegre en el discreto tercio de banderillas con que nos obsequió Rivera Ordóñez.

El inicio de faena por bajo prometía, viendo lo templado que era el toro. Tiró de él fuera de las rayas y el bravo se arrancaba sin necesidad de citarlo. Se comía la muleta pero el medallista no pillaba la idea y su brillante solución fue cerrarlo hacia las tablas, donde el toro se aburrió como una ostra mientras el otro danzaba de allá para acá. Pena que no cayese en otras manos.

Lo más emocionante de la labor (¿?) del medallista fue el epílogo con la espada. El primer intento se saldó con una horrorosa estocada, caida y atravesada. Volvió a intentarlo y esta vez el toro lo prendió de forma dramática. Hasta tres veces se escapó de la cornada, tres derrotes que milagrosamente se quedaron en el destrozado vestido. El cuarto, sin ser tan claro también tuvo buen fondo, pero como si no, enfrente tenía un bulto sospechoso.

Volvía el Juli después del zambombazo del sábado y no defraudó. Su primero fue un buen ejemplar al que toreó con el conocido poderío. El comienzo por bajo, precioso, especialmente la trinchera de remate. Lo citó luego larguísimo y el toro obedecía. Derechazos mandones y muy templados del Juli. Nuevamente le da distancia y sigue repitiendo el toro con calidad. Tanto le bajó la mano que llegó a hincar los pitones en la arena. Probó por la izquierda y también respondió el toro, en unos naturales de nota alta. Volvió al pitón diestro y el toro le punteó la muleta en dos pases, pero pronto lo templa y lo vuelve a someter. Una serie final con remates por bajo para cuadrarlo y estoconazo, pelín trasero pero que tira al toro sin puntilla. Oreja con mucha fuerza.

No pudo completar su actuación ante el quinto, manso y andarín, al que ni siquiera acertó a matar bien.

Jose María Manzanares tenía una deuda pendiente como uno de los triunfadores del año pasado pero el primero de su lote no sirvió para saldarla. Quizá el peor de la tarde, un toro de Gavira que embestía a cabezazos y se revolvía con facilidad. Cuando lo empezaba a meter en la muleta, pegó un respingo y se marchó. Trató de andar con él en toriles pero ni por esas, así que optó por abreviar. Con la espada, eso sí, un cañón. Lo mejor de ese toro fueron los pares de banderillas de Curro Javier, que saludó.

Otra cosa fue el sexto. Ya apuntó en el capote un buen pitón izquierdo y lo confirmó en banderillas, donde brilló Juan José Trujillo. Faena de menos a más de Manzanares, que tardó en confiarse con él, pero poco a poco lo fue metiendo en la muleta. Por la derecha lució pero donde la faena cogió realmente cuerpo fue por el mencionado pitón izquierdo. Naturales primorosos de Manzanares, preciosos remates y, nuevamente, estocada fulminante que le valió las dos orejas.

domingo, 26 de abril de 2009

Morante, el torero total

Hay quién le tiene por torero de espejo y nada más lejos de la realidad. Hoy Jose Antonio Morante terminó de demostrar lo que apuntó frente a los pseudovictorinos: que es el torero total, mezcla de genialidad, plástica y valor seco. En medio de la mediocridad de una tarde marcada por la mansada de Jandilla y la incapacidad del presunto torero apodado Finito de Córdoba surgió la figura de Morante de la Puebla. Majestuoso, elegante, distinto e imprescindible.

Ya había estado por encima del segundo de la tarde, al que sacó lo poquito que tenía por el pitón derecho. Pero fue en el quinto donde firmó una obra redonda, superando las dificultades del manso y domeñando su genio, que lo tuvo. El primer aviso lo dio el Jandilla colándose en el capote, manejado con la habitual maestría, especialmente en un quite por chicuelinas rematado con una media a cámara lenta.

La faena de muleta tuvo un arranque pinturero, con muletazos por alto y zapatillas asentadas en la arena. Le dio distancia y se lo pensó mucho el toro, pero terminó por acudir al cite. Perfecto juego de muñeca para embarcarlo y dejarlo colocado para el segundo pase. Y así siguió una serie de escándalo que hizo sonar la música. Pausas acertadas para darle aire al toro y éste que se le queda debajo en mitad de un derechazo, un parón de escalofrío con el pitón a centímetros del muslo. Y Morante impávido, hasta que se tragó el muletazo. Lo desarmó el toro pero es que hasta para recuperar al instante la muleta tiene arte el jodío.

Cambió a la mano izquierda y hubo un natural eterno. Otra colada del toro y Morante se enfadó con él: pases de castigo, abaniqueo en la cara y desplante torerísimo. Había que rematar la obra y lo hizo el de la Puebla con una estocada casi entera que lo tiró sin puntilla. Su premio, una oreja que vale más que otras a pares.

El toreo total de Morante eclipsó a sus compañeros de terna, aunque por razones bien distintas. A Sebastián Castella se le murió, literalmente, el primero a mitad de faena. Con el último hubo un arranque de faena prometedor, con estatuarios y remates por bajo, pero pronto cantó su mansedumbre y poco más pudo hacer salvo matarlo más que bien.

Otra cosa es lo del presunto torero. Convengamos en que su primero no daba más de sí pero tuvo en sus manos el toro más claro de la tarde y válgame Dios. En mis notas tengo escrito que el toro repite y Finito también. Repite su vergonzosa tauromaquia de torear con el pico, para fuera y sacando el culo. Terminó por aburrir al toro, que debió ser recompensado con una oreja... de Finito.

Y lo siguen contratando, oiga.

sábado, 25 de abril de 2009

Juli quiere, Talavante no puede

Si no viste la corrida y mañana te dicen que Talavante cortó dos orejas y el Juli una igual te haces una idea equivocada de lo que pasó. Ambos tuvieron a tiro la puerta del Príncipe y a ambos se les escapó aunque por motivos bien distintos.

Alejandro Talavante se encontró con un buen toro de El Ventorrillo y la verdad, estuvo mucho mejor de lo que yo esperaba de él. Lo cuál no quiere decir que estuviera a la altura de la calidad del toro. Bonitos los remates, sí, acertado en los tiempos, de acuerdo, pero ese animal en otras manos hubiese lucido mucho más. Lo mató bien y el público decidió que aquello valía dos orejas. Pues bueno, allá ellos.

Entrevistado Talavante al término de la faena va y suelta que lleva todo el invierno preparándose... ¡para mandar en el escalafón! Uno que escucha eso, se imagina que en el sexto va a salir pegando bocados para abrir la del Príncipe. Pero no, toda la fuerza se le fue por la boca y en cuanto salió uno que no era de carretón, como el tercero, tiró las cartas y a otra cosa. A mí sigue sin convencerme este Demóstenes pacense.

El caso opuesto lo vivimos con el Juli. Había cortado una oreja a su primero a base de taparlo mucho, de no quitarle la muleta de la cara, de aprovechar las querencias del toro en el epílogo de la faena y de rematarlo de una estocada. Y se encontró a la plaza embobada con las orejas de Talavante cuando salió el quinto. Julián pegó un puñetazo en la mesa y dijo aquí estoy yo, señores.

Templadísimo con el capote, tanto en el saludo inicial como en los quites -ya había bordado unas chicuelinas en el que abrió plaza- brindó al público. Y ante un toro que no quería juerga se puso muy quieto en el arranque de faena, siguió extrayendo muletazos y terminó por reventarlo con la izquierda. El tramo final de faena se metió entre los pitones y asustó literalmente al toro, hasta el punto que el animal se encogió y no hubo forma de entrar a matar medianamente bien. Y ahí se esfumó el doble trofeo que hubiera hecho justicia al madrileño. Esa fue la diferencia fundamental: uno habló ante el micrófono y otro lo demostró delante del toro.

Y a ver cómo explico lo de el Cid. Imagino que acusó la paliza del Victorino, que estaba mermado físicamente, porque no es normal. Vale que el primero valía poco y lo perdió en la voltereta que se pegó, lo cuál no justifica que lo torease continuamente hacia fuera y despegado. Pero lo del quinto no tiene nombre. Un toro de orejas, al que instrumentó una faena de más a menos pero siempre con la sensación de estar por debajo de su oponente. La estocada fue buena pero no le redime del pecado. Hubo petición pero esta vez el presidente supo frenar la euforia y el Cid se quedó sin trofeo.

viernes, 24 de abril de 2009

Brilla la plata

Como sería la tarde cuando los triunfadores fueron dos hombres de plata: Curro Robles, que ya había destacado ayer, y Jose María Tejero. El primero protagonizó un tercio de banderillas memorable al sexto de una corrida de El Torreón mansa y descastada. Apretó una barbaridad el toro pero Robles se puso como si fuese bueno, dejándose ver. Cuadró y dejó los palos arriba pero el toro hizo hilo con él y allí apareció Tejero para meter el capote y hacerle un quite de esos que se agradecen toda la vida. Cuando llegó de nuevo su turno, Curro Robles le dijo al toro aquello de no quieres caldo, pues toma dos tazas. Se plantó en el centro del ruedo, volvió a citarlo con chulería y como el bicho no venía, allá se fue él a su encuentro para dejarle otro señor par en todo lo alto. Y hasta sonó la música.

Y eso fue lo más destacado de una tarde en la que Enrique Ponce estuvo pesadito con el que abrió plaza, dando el pasito atrás con el capote y ahogándole la poca embestida en la muleta. Con el cuarto quizá estuvo mejor colocado, pero entre la mansedumbre del toro y el viento, aquello no llegó a nada.

El primero del lote de Jose María Manzanares dio un mítin para ponerlo al caballo, saliendo suelto continuamente. Lo entendió bien el torero, cuyo mérito estuvo en quedarse bien colocado entre pase y pase y enseñarle mucho la muleta. Con esa receta fue capaz de sacarle series cortas y ligadas, con el debe de hacerlo despegadillo. Lo que nadie le va a discutir es lo bien que acompaña con la cintura los muletazos y lo bonito que se pone en los remates -hubo un cambio de mano eterno- pero a mi modo de ver le faltó algo más. A la hora de matar fue muy curioso. Pinchó en un buen sitio y a medida que el toro se movía, la espada iba entrando más y más, de modo que terminó por quedarle un estocada casi entera. Y aquí se acabó el cuento, pues el quinto fue para salir corriendo.

Daniel Luque, el más bisoño de la terna, demostró tanto valor como poca cabeza. No sabemos qué pretendía llevándose a los medios a un toro manso de solemnidad. Si ya era malo, lo hizo peor, así que poco pudo lucir.

jueves, 23 de abril de 2009

El timo y las estampitas

Algo ha tenido que pasar. Para mí que les dieron el cambiazo a la hora de embarcar los toros, como hacen los timadores con los billetes en la famosa estampita. Porque cualquier parecido de lo que salió hoy al ruedo de la Maestranza con un toro de Victorino no es que sea mera coincidencia, es que sería imposible. Mira que el de Galapagar no suele fallar y menos en compromisos de alto voltaje como el de hoy, pero es que válgame el cielo, qué colección. Ni bien presentados, ni bravos, ni leches. Tampoco sería justo cargar las tintas contra un ganadero que nos ha dado momentos inolvidables, pero por otra parte, no se puede ir a Sevilla con eso y menos si te llamas Victorino Martín.

Así que al fallar lo principal, el argumento del mano a mano se fue irremediablemente al carajo. Una lástima, porque la disposición de Morante y Manuel Jesús Cid mereció que al menos uno les embistiera. Abrió plaza el de la Puebla, anticipando lo que sería a la postre el plato fuerte de la tarde: el toreo de capote. Los lances de Morante tuvieron sabor añejo, la rodilla flexionada, bajando las manos y obligando al toro una barbaridad. Con la muleta estuvo desconfiado y sus motivos tenía.

El primero del Cid, otra sardina, tuvo un comportamiento similar. Lo sobó mucho el torero, tratando de meterlo en la muleta, pero entre el viento y las constantes coladas optó por abreviar.
La historia se repitió con el tercero y el petardo ganadero alcanzaba tintes históricos.

Entonces salió el cuarto y la gente se arrancó tímidamente a aplaudir. Normal, si pensamos que tenían en la retina los tres novillotes anteriores. Aquello, definitivamente, era otra cosa y eso que no llegaba a los 500 kilos. Y aquí remontó un pelín la tarde, merced primero a unas verónicas de cine del Cid, con un remate precioso. Siguió llevándolo al caballo con gran suavidad, andándole hacia atrás. No empujó mal el toro al caballo y nos hacía concebir esperanzas. En esas aparece Morante como salido de la nada y le hace un quite marca de la casa con una media verónica de quitar el hipo. Y va el Cid y le da la réplica, breve pero intensa, con dos verónicas y una media sencillamente de escándalo, desmonterándose y rematando con un desplante. Precioso.

La tarde parecía venirse arriba, Curro Robles dejaba dos buenos pares de banderillas y era obligado a saludar. Brindó el Cid al público y nos las prometíamos muy felices. Pronto descubrimos que por la derecha el toro no tenía un pase, así que la faena la planteó el torero sobre la mano izquierda. Y fue algo increíble: el toro queriendo irse y el Cid venga a dar naturales. Sin ligazón, porque el Victorino no lo permitía, pero tuvo la virtud de sujetarlo y hacerle tragar los muletazos. Una de esas prodigiosas demostraciones de técnica de las que no llegan al tendido, pero ahí quedó. La estocada cayó un pelín trasera pero el efecto fue fulminante. Reaccionó el público a última hora y le dedicó una ovación -la única de la tarde- al torero de Salteras.

Y llegó el momento cumbre la tarde. Apareció el quinto y a por él se fue Morante. Podría escribir que le enjaretó una verónica detrás de otra, ganándole terreno y lo remató en los mismos medios, pero quedaría demasiado academicista. Prefiero transcribir literalmente lo que puse en mis notas, que describe mucho mejor lo que pasó:

despatarrado, barbilla baja, ESCANDALOSOOOOOOOOOOOOOO

Cuando remató Morante tenía la carne de gallina y mi hija me preguntó que por qué lloraba. Le contesté que cuando llore viendo lo que acabábamos de ver podrá decir que le gustan los toros. ¡Qué barbaridad, qué manera de manejar el capote, cómo puso la plaza! Es que no encuentro las palabras para describirlo. Hablábamos al principio de estampitas. Pues de cada capotazo de Morante al quinto podíamos hacer una y llevarla en la cartera, porque lo de este tío empieza a ser una religión.

No acabó ahí la cosa. Al salir del primer puyazo volvió a regalarnos Morante unos delantales lentísimos a los que contestó el Cid con idéntico mérito. El comienzo de faena, con ayudados por alto, tuvo tanto de plástico como de innecesario. No creo que fuese lo más apropiado para ese toro, antes al contrario hubiese agradecido más empezar por abajo. Así que acabó de sacar el sentido y a medir al torero. Y aquí es donde Morante tapó la boca a más de uno.

Hubo un parón de escalofrío, una mirada asesina del toro al muslo del torero, y el tío quieto como una columna de mármol. Que me vuelvan a decir que no tiene valor, que es un torero de espejo y bla, bla bla... A punto estuvo en varias ocasiones de echárselo a los lomos pero insistía e insistía, hasta pareció cogerle el aire en una serie por la derecha, pero el toro buscaba continuamente. Le exprimió los pocos naturales que tenía tragando una barbaridad y lo pasaportó de un pinchazo hondo que tumbó al toro. Ese fue el punto flaco de Morante toda la tarde, la espada. Por lo demás, como digo, tapó muchas bocas que desconfiaban de su desenvoltura delante de los Victorinos. No recuerdo que nadie haya toreado con el capote a un toro de esta ganadería como lo hizo en el quinto, así que un respeto.

Puestos a rematar el desastre ganadero, aún quedaba el sexto. No haremos más sangre con la presentación pero el público estalló cuando el toro perdió las manos en el tercio de varas. Yo creo que pidieron la devolución por mero hartazgo, con la esperanza de cualquier sobrero era mejor que todo lo que había salido hasta entonces. Sí, sí.

Hablábamos ayer de la intervención divina evitando percances. Pues, ya que hoy estamos con las estampitas, el Cid debía llevar una colección completa bajo la chaquetilla. Toreando de capote le pegó una voltereta feísima, con el pitón metido en la axila que no caló por el enésimo milagro. Aquello no es que fuera manso, es que era un morucho de muy mal estilo. Con la muleta fue una colada constante, a susto por intento de pase. Un auténtico hijo de puta, con perdón.

miércoles, 22 de abril de 2009

La primera oreja (de verdad)

En Pamplona el que hace los quites es San Fermín. Desconozco el santo de guardia que ejerce en Sevilla pero hay que ver la de trabajo que está teniendo en lo que llevamos de feria. Esta vez el agraciado fue el banderillero Paco Peña, al que el primer Peñajara de la tarde prendió por encima de la cintura de forma dramática. Nuevamente se obró el milagro y el único desperfecto fue el del traje.

Ese primer toro lo sufrió Antonio Barrera. Y digo lo sufrió porque no hubo forma humana de hacerlo entrar en la muleta. Ni por la derecha, ni por la izquierda, ni del derecho, ni del revés, ni de día ni de noche que hubiese estado el torero con él. Con el cuarto, poco más o menos. Si uno fue manso el otro era un mármol.

Juan Bautista despertó esperanzas en su saludo al primero. Mejor aún estuvo Luis Bolívar en un quite por gaoneras. En realidad el colombiano rayó a gran altura con el capote toda la tarde. Brindó Juan Bautista al público y la cosa parecía ir bien: citó de lejos y el toro se vino. Pero al segundo pase hincó los pitones en la arena y pegó un costalazo que se escuchó en Oviedo. Levantó el toro como un boxeador sonado y allí se acabó lo que se daba. Lo intentó el francés pero el toro, que ya antes de la voltereta embestía a brincos, no dejó de echar la cara arriba, algo que el diestro no supo o no pudo corregir. El quinto simplemente fue malo de solemnidad.

Lo mejor, por no decir lo único, de la tarde lo puso el colombiano Luis Bolivar. Su primero salió muy distraido y tardó en fijarlo con el capote, pero cuando lo consiguió dejó lances de mucho temple. Vimos una gran lidia a caballo de Ismael Alcón, que lo hizo todo bien menos el embroque con el toro. La violencia con la que arremetió al peto hizo que el picador perdiera el palo y nos perdieramos un señor puyazo.

La faena de muleta de Bolívar fue de menos a más y viceversa. Buen comienzo por bajo y una tanda muy ligada por la derecha. La segunda aún mejor, rematada con un pase de pecho eterno, que arrancó las notas de la banda de música. El toro no era fácil pero la firmeza del torero, siempre con la mano baja y la muleta en la cara le tapaba los defectos. Probó con la izquierda y ahí le costaba más al Peñajara. Aún así, de uno de uno, pero se los dió, antes de que se rajara definitivamente. Lo mató de una estocada en la que el toro le apretó mucho y llegó a perder la muleta.

Pero donde dio la tauromaquia del colombiano dio de si toda su dimensión fue en el sexto. Otro mansito que embestía rebrincado, pero se encontró a un torero inspirado especialmente en las distancias. La faena fue un primor en ese sentido, basada en una perfecta colocación y el toque preciso en cada momento para aprovechar la embestida del toro. Eso y el llevarlo siempre suave, sin obligarlo, con inteligentes pausas entre serie y serie. Hubo una en concreto, a mitad del trasteo, sencillamente espectacular. Lo citó muy largo -me recordó a su paisano César Rincón-, lo metió en la muleta y remató con un gran cambio de mano. La obra merecía un buen final y lo tuvo: lo reventó de un estoconazo, pelín delantero pero que sirvió para tumbar al toro.

Y cortó la primera oreja de verdad de esta Feria.

martes, 21 de abril de 2009

Vivir en un ay

Miraba El Fundi la salida del primer Palha de la tarde, llegó el toro, remató con violencia y ocurrió lo que no había visto en mi vida: asomó el gañote por encima del burladero y le lanzó una cornada que le pudo reventar la cara. Afortunadamente la cosa se quedó en tres puntos de sutura junto al labio. Aquello fue toda una declaración de intenciones de lo que nos esperaba.

Pasado el susto, apareció ese Fundi que nos ha conquistado ultimamente, simplemente en maestro. Se fajó con el toro en el capote con poderío y plasticidad. Lo puso al caballo largo -detalle a agradecer como aficionado en estos tiempos en que tan poco se valora el tercio de varas- y llegó el segundo ay de la tarde. Entró al quite Sergio Aguilar, una chicuelina y el toro le avisa, otra y el toro le advierte y a la tercera, claro, lo coge, lo encuna y lo tiene en el aire unos interminables segundos. El torero se agarró al pitón hasta que vio el momento de escapar, pero entonces el Palha le lanzó un derrote seco que partió la chaquetilla de arriba a abajo. Y gracias, porque lo pudo reventar.

En la muleta volvió a hacerse presente la maestría del Fundi. El toro era un manso de libro, pero el madrileño se fajó con él, le obligó y le pudo. Tuvo además la habilidad de dejar una estocada corta pero en el sitio perfecto, que lo tiró sin puntilla.

De nuevo dio una lección el cuarto manejando el capote de salida. Luego nos regaló un galleo por chicuelinas para llevarlo al caballo y volvió a ponerlo largo. Se arrancó el toro alegre y dejó un buen puyazo Jesús Vicente. El toro no valía un duro pero lo hizo bueno el matador. A base de no quitarle la muleta de la cara le ligó series de mucho mérito por la derecha. Por la izquierda directamente no tenia un pase.

Con el susto aún en el cuerpo, Sergio Aguilar vio como el primero de su lote se le colaba de salida. Manseó en varas y pareció mejor de lo que era en un buen quite de Salvador Cortés. En la muleta las coladas fueron constantes pero el torero lo intentaba sin descanso. Hubo un par de miraditas del toro de esas de escalofrío hasta que en una de esas lo enganchó y lo tiró. Otro ay. Rodó con reflejos el torero huyendo de la sucesión de derrotes que le lanzó la alimaña. Volvió a nacer por segunda vez en la tarde Aguilar, que se las vio moradas para acabar con el regalito. Con el quinto estuvo decoroso, demostrando valor seco, pero poco más.

Con el tercero de Palha también dijimos ay, pero esta vez de buen rollo. Nada que ver las hechuras con sus hermanos. Pronto comprobamos que tampoco su comportamiento. Muy torero el saludo de Salvador Cortés con el capote, donde empezamos a vislumbrar la calidad del toro. En el caballo siguió mostrando buenas maneras, sobre todo en un gran segundo puyazo. Hubo un excelente quite del Fundi por chicuelinas y un par de categoría de Luis Mariscal, al que el público obligó a saludar.

Y llegamos a la muleta. Tras un comienzo titubeante en cuanto a la elección de terrenos, Cortés se empeñó en torearlo con la izquierda y ahí el toro pareció otro: mirón y pensándose la embestida. Cuando se dio cuenta de que el pitón bueno era el derecho la faena cogió vuelo pero igual ya era tarde. Y aquí es dónde yo solté el enésimo ay: ¡Ay qué toro te has dejado ir, Salvador!

Eso sí, lo arregló con un estoconazo de esos que por sí solos valen una oreja. Y se la dieron. Con el sexto trató de redondear su tarde pero no pasó de discreto

lunes, 20 de abril de 2009

Heroico Rafaelillo

No me gusta nada cuando los toreros se ponen a porta gayola. No le veo la gracia a exponer tanto como se expone para un resultado artístico tan pobre y fugaz. Entiendo el mérito, hace falta mucho valor para ponerse delante de un mercancías que sale del chiquero, pero ya digo, no me gusta. Así que cuando Rafaelillo cruzó el ruedo y se colocó de rodillas a esperar que saliera el cuarto del Conde de la Maza se me hizo un nudo en el estómago.

Aquello fue interminable. Se adivinaba la silueta del toro en el fondo del chiquero pero no quería salir. Y Rafaelillo tragando saliva. Fue cosa de un minuto. O dos. Y el toro que no salía. Y Rafaelillo tragando saliva. Por fin asoma el toro, pero en lugar de venir galopando lo hace al paso. Y justo cuando pone la primera pezuña en el ruedo se para en seco a dos metros del torero. Para entonces ya no debía quedarle saliva que tragar y mi estómago era lo más parecido a una montaña rusa. Agitaba el torero el capote y el toro quieto, mirando. Era ya un punto de no retorno, porque no era plan de levantarse y decir, pues nada, chico, lo dejamos y a otra cosa. Pegó el arreón el toro y Rafaelillo se hizo el quite él mismo: el capote a un lado y él saliendo por el otro pies en polvorosa. Lo dicho, no me gusta NADA.

Claro que entiendo al torero, entiendo su arranque de pundonor viendo el regalito que le había caido para abrir la tarde. Un auténtico bicho, que se pasó toda la faena esperándole para tirarle la cornada. Bastante hizo con estar delante y matarlo por arriba. Del cuarto, aparte del dramático inicio arriba descrito, poco que contar también, salvo las ganas del diestro murciano ante otra alimaña. Tela marinera el lote que le tocó.

Segundo y tercero, sin llegar al grado de malicia de los mentados, tuvieron también su guasa. Tanto Luis Vilches como Joselillo estuvieron por encima de las condiciones de los toros, pero...

Salió el quinto y aquello era otra cosa. Encastado, embistiendo con el hocico por el suelo y en Sevilla. Lo que sueña cualquiera que quiere ser algo en esto. Luis Vilches reaparecía después de la grave cornada de Cenicientos -ocho meses de convalecencia- y quieras que no, se nota. No es que no estuviera bien con el toro, que sí, que hubo pases de mucho mérito, muy plásticos, pero le faltó a la faena esa quinta marcha que distingue lo bueno de lo mejor. A pesar de todo, la gente se puso de su parte y tenía la oreja en la mano pero el horroroso manejo de la espada -que hizo guardia- le privó del trofeo. Lloraba Vilches al recoger la ovación y no era para menos. Oportunidades así no se pueden desaprovechar.

Algo parecido le ocurrió a Joselillo en el sexto. Ya digo que había estado hecho un tío con el manso, pero es como si el torero fuese un robot programado para medirse a determinado tipo de toro y no funcionase con otro. Porque planteó una faena en terrenos equivocados que desbarató las buenas condiciones del toro.

sábado, 18 de abril de 2009

Oreja barata, tarde de nostalgias

Tarde de nostalgias en la Maestranza. Salió por chiqueros un Islero, Montoliu volvió a banderillear en Sevilla y por un momento revivimos la tragedia de Julio Robles en Beziers.

El tal Islero hizo el tercero de una corrida de La Dehesilla que tuvo de todo. Toros buenos como el segundo, el cuarto y el propio tocayo de aquel que mató a Manolete en Linares; y mansos de solemnidad, a saber el resto. O sea, que estuvo repartido.

Curro Diaz abrió plaza ante un manso de libro, protagonista de un desastroso tercio de varas que acentuó aún más sus problemas. Lo mató como pudo, a la tercera, haciéndolo todo él. El cuarto fue otra cosa. Manejó con gusto el capote el torero jienense y vivimos un momento emotivo al ver en el ruedo -el mismo en el que murió su padre- a Jose Manuel Montoliu, homenajeando a su progenitor con sendos pares de banderillas marca de la casa. Brindó el torero al público y comenzó la faena por bajo, con mucho gusto. La primera serie tuvo el mérito de la ligazón y el defecto de colocarse despegado. Corrigió el defecto y mejoró el asunto, pero...

Probó con la izquierda de nuevo, citando fuera de cacho. Lo vio el toro, lo enganchó y le dio una voltereta feísima. La caida me recordó a la de Julio Robles, sobre todo cuando el torero quedó paralizado en la cara del toro. Hubo unos segundos dramáticos, mientras la cuadrilla llegaba a hacer el quite. Milagrosamente, el animal se quedó extasiado mirando el bulto que tenía delante y no hizo por él. Y milagrosamente lo levantaron y la cosa quedó en una conmoción. A partir de ahí, pases enrabietados alternados con otros de gran plástica, pinchazo, estocada e inexplicablemente, oreja.

Miguel Abellán tuvo en sus manos el mejor toro de la tarde. Ya lo demostró de salida, metiendo la cara con clase en el capote, sobre todo por el pitón izquierdo. A ello respondió el torero con verónicas algo despegadas pero bajando los brazos. Siguió demostrando calidad el animal en el caballo, así como en el quite de César Girón y la réplica de Abellán. Su excelente tranco permitió el lucimiento en banderillas de Siro y Pascual Medina.

Brindó el madrileño al público pero lo costó romper en la primera serie, culpa de su planteamiento encimista. Ya habíamos visto que el pitón bueno era el izquierdo y en cuanto el torero se percató la faena ganó enteros. Una serie muy ligada calentó al público pero de nuevo equivocó los terrenos y al toro empezó a costarle embestir. Volvió a la mano derecha y ahí llegó lo mejor de su labor: un pase invertido que pareció eterno e hizo sonar la música. Entró a matar muy derecho y despacito, dejando una estocada entera pero un pelín trasera, que le obligó a usar el descabello. Eso enfrió el posible trofeo, que se quedó en una vuelta al ruedo. No obstante a mí me pareció que el toro daba para más. Nada que objetar, en cambio, a su labor en el quinto, donde estuvo muy por encima de las condiciones del toro.

César Girón recibió al tercero con una larga cambiada que anticipaba sus ganas de agradar. El toro me despistó porque tan pronto hacía cosas buenas como malas y en esa constante disyuntiva llegó a la muleta. La cosa estaba en cómo atacarle y Girón se equivocó de salida, pero pronto rectificó y planteó una faena de mano baja. En cuanto obligó al toro y le pudo éste se entregó y sacó lo bueno que llevaba dentro. Toreo de zapatillas atornilladas, dándole distancia, temple y ligazón. Lo probó por la izquierda pero pronto se desengañó y volvió al pitón bueno. Muletazos llevándolo larguísimo, aunque con el defecto de despatarrarse demasiado. Remató de pinchazo y estocada y recibió palmas. Como sus compañeros de terna, bastante hizo con estar delante del otro de su lote.

viernes, 17 de abril de 2009

Los naturales de Tendero


Salió el primer novillo de Cuadri, al ruedo de la Maestranza y tuve que asegurarme de que el festejo era una novillada, porque madre mía, qué tío, he visto corridas con menos presencia. Y esa fue la tónica de la tarde. No parecía Sevilla, que ya sabemos que a la orilla del Guadalquivir no les gusta pasar fatiguitas y lo de los kilos no va con ellos. De hecho, por la mañana hubo jaleo en los corrales porque se echaron al campo nada menos que cinco de los originalmente enviados... ¡por exceso de peso!

Con todo, lo mejor de ese novillo que abrió la Feria no fue su trapío sino su comportamiento. Pepe Moral tardó en cogerle el punto pero cuando dio con la tecla firmó una gran serie con la derecha. Parecía que la faena cogía altura -de hecho hasta sonó la música- pero ahí quedó el asunto. El pitón izquierdo no era gran cosa pero el derecho escondía una oreja que se quedó en vuelta al ruedo.

El cuarto parecía bueno, aunque yo no acabé de verlo. Pero Manuel Caballero, que sabe bastante más que yo de esto, no se cansó de glosarlo en los comentarios del Plus y el propio novillero lo cuidó mucho a lo largo de toda la lidia. En banderillas cantó la gallina y para cuando Moral cogió la muleta, el novillo ya no decía nada. Lo mató de una buena estocada, eso sí.

Era la primera vez que veía torear a Miguel Angel Delgado y ni sí ni no, sino todo lo contrario. Su primer novillo hizo una buena pelea en varas y parecía que se iba a dejar. Pero no era fácil andar con él y requería saber hacerle muy bien las cosas en todo momento. Y ahí es donde no me convenció Delgado. Por lo visto está en puertas de tomar la alternativa y, sinceramente, no lo veo. Valiente es, como demostró con el inicio de faena citando de muy lejos y aguantando la embestida. Clase tiene, como demostró en algunos pasajes de la lidia. Pero le falta rodaje, como demostró en momentos puntuales en los que la colocación le costó algún susto.

El quinto fue devuelto por un problema en la vista. Con el sustituto vivimos un desastre en el tercio de varas, compensado por un gran par de banderillas de Francisco Raúl Núñez. Con la muleta, Delgado repitió el esquema: momentos buenos con otros atropellados. Además, se pasó de faena con un arrimón innecesario que levantó protestas entre el público: parece mentira que el novillero sea de Ecija y no conozca los mecanismos de la afición sevillana. Todo lo bien que había estado con la espada en el primero de su lote lo estropeó en este, donde se hartó de pinchar.

Miguel Tendero se tragó probablemente el peor novillo de la tarde. Y es que el tercero, aparte de ser masacrado en el caballo, o quizás precisamente por eso, no valió un duro. Porfió el albaceteño pero aquello era como sacar agua de un pozo seco. El sexto tampoco fue gran cosa pero Tendero supo ver que la única virtud estaba en el pitón izquierdo y por ahí regaló naturales hondos y largos, que a mí me parecieron lo mejor de la tarde.

martes, 7 de abril de 2009

El jardín de la Moncloa


Se nos ha ido Mari Trini. Uno la recuerda con ese gesto tan peculiar de la boca torcida -hoy me enteré que se debía a que en una operación le tocaron un nervio de la cara- y cantando aquello de "Se me ha caido una estrella en el jardín". Lo cual viene al pelo en un día como el de hoy.

Al presidente Rodríguez se le han caido no una, sino varias en el jardín de la Moncloa Se venía comentando estos días aunque tenía la secreta esperanza de que la cosa no pasara del rumor. Pero no, hija, no, la realidad ha superado una vez más a la ficción. La primera en la frente, en el ministerio de Fomento. Ni Pepiño podía aspirar a más ni España a menos. Mira que era difícil superar el listón dejado por Maleni pero no hay duda sobre la sobrada capacidad del gallego para alcanzar el objetivo. Si no fuera por el panorama al que nos enfrentamos sería incluso divertido.

Luego está lo de Chaves. En Andalucía están barajando seriamente cambiar la fiesta regional del 28 de febrero por el 7 de abril. Como estamos en crisis qué mejor que poner de vicepresidente al eterno inquilino de San Telmo, cuya labor ha situado a los andaluces al borde del pleno empleo y a la cabeza de la renta per capita en España. Y qué coño, que a la juventud hay que darle oportunidades.

Lo de Elena Salgado en Economía es una incógnita que puede salir muy cara, dadas las circunstancias. Me niego a creer que en el PSOE no haya una persona con suficiente categoría y capacidad para hacerse cargo de lo más importante en este momento. Pero peor que Solbes es difícil, aunque la señora parece también la alegría de la huerta y eso, quieras que no, se contagia.

Angel Gabilondo me da mucho miedo. No lo puedo evitar. He visto las imágenes del hermano del ex-periodista tomando posesión y me he asustado mucho. Tiene cara de malo, pero malo malísimo. Y de momento no diré más, que del acojono al acordono va un palmo.

Trinidad, mi Trinidad, con su piquito de oro aterriza en Sanidad. Pues bueno, me ha parecido siempre un poco charlatana pero no me cae mal. Supongo que se liará a repartir condones o cosa parecida, vistas las poquitas competencias que le quedan.

Y lo de Cultura es la monda. No se cortan ni un pelo ni se molestan en disimular, colocamos a una de los nuestros y si no querías canon, toma dos cejas. Teddy Bautista debe estar a estas horas teniendo orgasmos democráticos, como Zerolo.