Peor fue lo de Francisco Marco. Entre que sus dos toros sacaron guasa y que el torero anda ayuno de técnica pasé un rato fatal, la verdad. Hubo errores garrafales de colocación que acentuaron los defectos de sus oponentes y el hombre pasó sin pena ni gloria, con tanta voluntad como desacierto.
El regalo de la tarde fue el que abrió plaza, un toro con el que Antonio Barrera, sin estar mal, debió estar mucho mejor. Variado con el capote, eso sí, pero manejando la muleta dio la impresión de que el de Cebada Gago daba más de sí. Lo mató bien y como decíamos al principio, cortó una oreja. O mejor, una orejita. El cuarto, directamente para olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario