jueves, 17 de marzo de 2011

Manzanares pero Morante


Dirán las crónicas que el triunfador de la tarde fue Manzanares pero yo me quedo con el toreo de capote de Morante de la Puebla. Decía Molés en la retranmisión de Canal Plus que, reglamento en mano, podría completar el último tercio a base de verónicas y chicuelinas. No le den ideas que éste es capaz de probar y poner una plaza boca abajo. Hoy ya hizo algo que no se suele ver: un quite después de haber puesto banderillas. El saludo al primero de Núñez del Cuvillo fue espectacular, sin esperar probaturas, sin dejar al toro dar un par de vueltas, nada de eso, asomar por la boca del burladero y ponerse a dar verónicas. Y la media, ay, qué media.

El inicio de la faena de muleta presagiaba cotas altas: sentado en el estribo, a la antigua usanza, y llevando con mimo la endeble embestida del animal. Esa fue la nota predominante de la labor del de la Puebla: la suavidad. Hace las cosas sin un mal gesto, sin brusquedades, haciendo que parezca fácil lo que sólo unos pocos elegidos son capaces de hacer. No duró mucho el toro y hubo que conformarse con un capítulo abreviado de la tauromaquia de Morante pero da igual. Hay más toreo en esa media verónica que en toda la temporada de cualquier pegapases de los de ayer. Con el cuarto volvió a dictar otra clase magistral con el capote y en la muleta no hubo ni atisbo de faena, ante las nulas condiciones del toro.

Jose María Manzanares torea muy bien, dicen. Pues hijo, yo mira que lo intento pero en la faena al primero de su lote no vi sino pases abusando del pico de la muleta, con la pierna retrasada y pasándose el toro a dos metros. Compone muy bien la figura -eso ya lo inventó Ponce- pero no le concede una ventaja al toro. Eso sí, al César lo que es del César, lo mató de un estoconazo que por sí sólo valía la oreja que le concedieron.

Donde pudo liarla fue en el quinto. Otra vez despegadísimo pero con una virtud, la del temple, que sirvió para corregir el incómodo cabeceo del toro y construir una faena donde lo mejor fueron los pases de pecho y el toreo al natural en las series finales. Cuando tenía la Puerta Grande en la mano, se empeñó en matarlo recibiendo por dos veces. Sendos pinchazos disiparon la posibilidad de premio.

Lo mejor de Daniel Luque fue también el toreo de capote al tercero. Con la muleta, véanse los defectos señalados a Manzanares y añádase que torea encorvado y está hecha la crónica. Con el sexto empezó bien, dándole distancia pero luego se perdió en pases sin ton ni son y terminó metido entre los pitones.

Para rematar el despropósito, terminó la faena a cabezazos con el culo del toro. Sí has leído bien, esto debe ser el toreo moderno.

(Fotos:Burladero.com)

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