Ayer fui con mis hijas al fútbol. Último partido de Liga, con todo decidido pero un Oviedo-Sporting B, aunque sea el filial, siempre tiene su miga. Ganó el Oviedo, merecidamente, y el partido transcurrió sin mayores sobresaltos. La mayor ya tiene galones pero para la pequeña era su primera vez en el Carlos Tartiere, en realidad su primera vez en un campo de fútbol, así que todo eran ojos como platos y preguntas.
Pero hubo una que no supe responder. Cuando abandonábamos el estadio, tres jovencitas se cruzan con nosotros. Debajo de las cazadoras se adivinan camisetas del Sporting. Caminan conversando entre ellas, sin meterse con nadie, cuando un cromagnon con bufanda del Oviedo se gira y lanza el berrido justo delante nuestro: ¡HIJASDEPUTAAAAAAAAAAAAAAAA! Mi hija me mira y no dice nada.
Unos metros más adelante, lo que parece una familia -padre, madre y dos hijos- se dirige a su coche con bufandas del Sporting al cuello. Otro eslabón perdido berrea absolutamente fuera de sí: ¡LARGAOS DE UNA PUTA VEEEEZ, QUE NO OS QUEREMOS AQUI!
Mi hija, que va cogida de mi mano, me la aprieta y me mira asustada: "¿Papá, por qué le dice eso?" Y a ver qué le respondes. Sobre todo cuando una chica que acompaña al descerebrado le afea el gesto y él se justifica: "es que no puede ser que se paseen por aqui con la camiseta y la bufanda, estoy hasta los huevos". Ole Demóstenes, como razona...
Uno puede entender la rivalidad deportiva, los cánticos más o menos afortunados en el estadio, los piques de compañeros de trabajo o de barra de bar. Pero no ese odio enfermizo, sin provocación previa, el insulto contra chicas de 17 años o niños de 10. Es triste, muy triste, que si el Oviedo juega en Gijón yo no pueda llevar a mis hijas con su bufanda por miedo a encontrarme con un energúmeno de éstos, que los hay exactamente igual que los que sufrimos ayer aquí.
Cuando en estos días andan discutiendo leyes de educación pienso que la simple reforma no sirve. Hace falta meter la piqueta, derribar todo el edificio y empezar de cero. Definitivamente, ya lo dice mi madre, la crisis menos preocupante es la económica.
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