Parece que te estoy viendo, en mitad de aquel inmenso pasillo de casa de mis padres, acurrucada, mirando a todas partes con cara de "qué hago yo aquí", unos ojos vivarachos en mitad de una bola de pelo canela que entraba en una mano. Recuerdo la cara de Olga y Jaione cuando te llevamos a su casa sin avisar. Recuerdo los trajines de los primeros días para enseñarte a hacer tus cosas en su sitio. Recuerdo el debate -que duró muy poco- sobre si cortarte o no el rabo. Bendita la hora que no lo hicimos, anda que no decías cosas moviéndolo, anda que no lo ponías tieso en aquellos paseos por La Alamedilla cuando olisqueabas a los patos, que parecías la mejor perra de caza del mundo.
Recuerdo a mi padre pelando una naranja o cascando nueces y tú al pie suyo esperando, porque sabías que aunque todos te riñéramos, él siempre te daba tu cachito. Recuerdo esas Navidades, cuando me ponía a cortar jamón para toda la tropa, que te pegabas a mi pierna en cuanto me veías con el cuchillo y el delantal esperando a que "accidentalmente" se me escapara algún trozo.
Recuerdo las caras de los niños cuando te han ido conociendo. Recuerdo tu paciencia con ellos, aguantando tirones de orejas, de rabo y como mucho un leve gruñido, nunca un mal gesto con ellos. Te recuerdo saltando a mi cama en aquellas noches de invierno cuando llegaba de fiesta a las tantas, eras la mejor calefacción. Te recuerdo esos domingos por la tarde tumbada encima de mi padre en el sofá y los dos roncando en perfecta conjunción.
Pero sobre todo recuerdo tus recibimientos cuando pasabas un tiempo fuera de casa. Era digno de ver, qué saltos, qué lametones. Y luego siempre el mismo ritual, que aprendiste bien desde pequeña: ¡Pata! ¡La otra! ¡Tumba! Y panza arriba a esperar las cosquillas. Y luego te hacía rabiar y jugueteabas con mi mano en tu boca, haciendo fuerza pero sin morder. Cómo puede caber tanto cariño en el cerebro de un animal. Claro que siempre lo ha dicho mi madre, tenías más conocimiento que muchos bípedos, eso bien lo sabe el que te ha conocido.
Hoy te has marchado y creo que habrás descansado, que bastante has pasado en los últimos tiempos. Pero no te preocupes que no te vamos a olvidar. Eres parte de esta familia, una parte importantísima, que por algo has estado en todas en más de quince años. Se nos va la perra más limpia del mundo, la que un día salió en televisión y parecía que lo llevaba haciendo toda la vida. Vamos, que se nos va una estrella pero a cambio desde esta noche otra brillará en el cielo.
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