Continuamos con las Noches de Cultura en el pueblo y esta vez le llegó el turno a la música. Se anunciaba en el cartel Raúl Díaz de Dios y se nos prometía una velada de música étnica con el acordeón como protagonista y una fusión de estilos, ritmos y melodías de diferentes lugares que conviven con la cultura charra. Pero antes hay que hablar de la que liamos para cenar, previo al concierto.
Tiembla, Masterchef, que ayer se celebró lo que sería el I Concurso de Tortillas y Pizzas Villa de Sanchón. Hasta 27 participantes, casi más que habitantes censados. El jurado casi muere de una indigestión y con el material sobrante, previa degustación de los jueces, dio para cenar todo el pueblo y los músicos. Un servidor participó con su famosa receta de pizza y aunque no hubo premio oficial, el mejor reconocimiento vino de los comentarios de la gente que la probó. Eso y que voló del plato, señal de que gustó.
Los que no tengáis pueblo no lo entenderéis pero es una maravilla el ambiente que se crea, con toda la gente alrededor de la mesa, con (casi) todo el mundo echando una mano, como si fuéramos una gran familia. Y levantarse de la cena y a llevar entre todos las sillas al frontón para montar el auditorio delante del escenario. Así que, bien cenados, allí nos plantamos a escuchar.
Sobre el escenario, un tipo con sombrero pertrechado con un acordeón. A su derecha, Natalia Palencia al violín (y ukelele) y a su izquierda, José Luis González Kaos a la batería. Y comenzó el espectáculo, un recorrido musical que protagonizaron Salamanca y sus melodías tradicionales (Arrión, Esta noche ha llovido, El domingo por ser fiesta) pero nos llevó desde León y los titos hasta Galicia y su rianxeira, entre otras. Raúl maneja con idéntico virtuosismo el acordeón y la complicidad con el público -nos hizo cantar a base de bien y se metió a todo el mundo en el bolsillo con su simpatía- así que añádase al guiso el buen hacer de sus acompañantes y nos sale la tortilla número 28 del concurso, para chuparse los dedos.
No puedo dejar de mencionar, Al son de Farina, una pieza con la que Raúl Díaz de Dios rinde un homenaje brutal al cantaor de Martinamor. ¿Quién ha dicho que a un acordeón no se le puede arrancar un quejío flamenco? ¡Vaya que se puede, tanto que terminé la canción entre lágrimas! Hay una versión (mírala aquí) que grabó en la mismísima Plaza Mayor de Salamanca y a él también le emocionó. Pero yo me quedo con la que escuché anoche, con la intimidad que da una actuación para un público mucho más reducido, casi a oscuras y a dos metros del artista.
Y así, con el alma llena de melodías y una defensa apasionada de nuestras tradiciones y del mundo rural, despedimos la segunda noche de cultura.
¡Viva la música y vivan los pueblos!