jueves, 7 de mayo de 2009

Déjà vu isidril

La tarde arrancó con sabor valenciano. Se celebraba el octogésimo séptimo aniversario de la muerte del diestro Manuel Granero, al que aquel Pocapena del Duque de Veragua quitó la vida un 7 de mayo de 1922. Inevitablemente me acordé de D. Primitivo Sánchez Laso, maestro de aficionados salmantinos. Su padre estaba muy unido al diestro levantino y a don Primitivo se le humedecían los ojos cada vez que hablaba del diestro.

Pero además se guardó un minuto de silencio por el reciente fallecimiento de otro paisano de Granero, el banderillero Manolillo de Valencia, un personaje de los que ya no quedan, que en el tramo final de su vida encontró el aliciente en el apoderamiento de Luis Vilches.

Para explicar lo que dio de sí la primera de Feria podríamos copiar casi al dedillo la crónica del año pasado. Misma ganadería y casi que los mismos resultados. Si exceptuamos el sexto, el único con un puntito de nobleza que permitió a Emilio de Justo cortar una orejita. Y digo orejita porque la faena destacó por contraste con la mediocridad del resto de la tarde pero tampoco fue para volverse loco. Tampoco es cuestión de exigir a un torero que apenas tiene oportunidades como si fuese un primera figura, pero lo cierto es que pudo estar un poco menos despegadillo y apretarse más con el toro, No obstante, dejó detalles interesantes y se tiró a matar con mucha fe.

En el primero de su lote llegó a capotear hasta tres toros: el titular, un sobrero de Moisés Fraile también devuelto y un ejemplar de Ana María Cascón para olvidar.

El resto de la corrida de Martelilla, como digo, en la línea del año pasado. Eugenio de Mora lo intentó en su primero pero encontró nula colaboración. Quizá en otros terrenos el toro hubiese sido otra cosa pero se empeñó en hacer faena en los medios y ahí se le terminó muy pronto. Con el cuarto no ganó para sustos. Ya en banderillas apretó una barbaridad y a la muleta llegó dando cabezazos y revolviéndose a cada intento de muletazo. Al menos los mató a la primera a ambos.

Joselillo tardó en acoplarse con el segundo pero le acabó por sacar lo poco que tenía. El toro era un regalo que acabó por ponerle los pitones en el pecho. No merecía otra cosa que la estocada en los blandos que le arreó. Con el quinto también puso voluntad, desde el pase cambiado por la espalda de inicio hasta la habilidosa estocada, pero el toro, en la línea de la tarde, no dio más de sí.

1 comentario:

sentimientos y locuras dijo...

Hablas de Don Primitivo y se me vienen a la cabeza un motón de recuerdos. Y de la corrida ya esta todo dicho. Así da gusto.