sábado, 7 de mayo de 2011

La torería de Mora y Montoliu

No valía un duro el primero de Manolo González. Claro que lo mismo podríamos decir de sus hermanos de camada, válgame qué corridita, dónde tendrían escondido el encaste Núñez que ni la presentación ya se salva. Lo bueno fue que cayó en las manos de Juan Mora, que lo hizo parecer mejor de lo que fue. Tremendo el poso que ha alcanzado el torero de Plasencia, cómo anda en la plaza, cómo se coloca y con qué torería lo hace todo. Dejó boquiabierto al público maestrante cuando el toro definitivamente se rajó y buscó las tablas, Dos pases por bajo para terminar de cerrarlo y sin esperar a más monta la espada -llevaba la de verdad- y allá que le arreó un estoconazo que merecía mejor final. Porque el puntillero no atinó, lo espabiló y luego vino un recital de descabellos. Pero ahí quedó su forma de interpretar el toreo, como en el saludo de capote al impresentable cuarto, que no dio más opciones.

Curro Díaz se las vio con otro quasimodo al que no había por donde coger. Tengo anotado un gran par de Montoliu hijo que mereció la ovación del público. Saludó al respetable y al cielo, recordando a su padre que encontró la muerte en esta plaza. Me vino a la memoria la fatídica tarde, que también estaba viendo por televisión, cuando Cubatisto, aquel toro de Atanasio, le atravesó el corazón. Fue emocionante ver a su hijo andándole muy despacito al toro, en los mismos terrenos donde cayó su padre. ¡Ole los toreros buenos!

En quinto lugar salió un ejemplar de Salvador Domecq que fue otra cosa. Claro que lo tenía fácil al lado de lo que se había arrastrado hasta entonces. Mejor por el pitón izquierdo, Curro Diaz le cogió el aire y dejó naturales de mérito. Cuando mejor lo estaba toreando un derrote seco a la pierna y se acabó lo que se daba. Cornada en el gemelo que le llegó a romper el peroné y compromete seriamente la participación del de Linares en San Isidro. Por cierto, primer percance, y esperemos que último, del ciclo sevillano.

Completó cartel El Fandi, con su habitual repertorio: largas cambiadas, carreras interminables en banderillas, pares de la moviola, el violin y, eso sí, estocadas.

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