

No fue mejor el quinto que sorprendió al murciano de salida. Lo estaba saludando a la verónica cuando en mitad del lance, con el toro embarcado, se volvió y se le fue al pecho, tumbándolo de un golpe seco a la vez que le rasgaba la taleguilla de arriba a abajo. Quedó a merced del astado pero el milagroso quite de un alguacilillo desde el callejón, que pareció hipnotizar al toro con las plumas del sombrero, le libró del percance. Y ya no hubo más toro. En la muleta no se dejó ni un pase y bastante hizo Rafaelillo con meter la espada en un alarde de habilidad y valor.

Tampoco se le puede reprochar nada a Jose Luis Moreno. Muy lucido con el capote en sus dos toros sobre todo en el cuarto, que pareció el menos Miura de todos. Brindó a Espartaco y le sacó lo poco que tenía por ambos pitones: una serie notable con la derecha y un par de naturales por la izquierda. No dio más opciones el toro pero los mejores pases, por limpios, de la tarde los firmó el diestro cordobés.

El mexicano Israel Téllez se estrenaba en La Maestranza. Ya le vale a su apoderado, hacerle debutar con semejante material. La cara de susto cuando vio salir el segundo de la tarde se tornó alivio cuando lo devolvieron, de nuevo precipitadamente, a los corrales. Pero si el que se fue era enorme, lo que salió de sobrero le cambió el color al muchacho. 670 kilos de bicho. Superado el shock, tuvo el arrojo de ponerle banderillas. No fue tan cabrón como sus hermanos pero sí mansote y aunque no hubo lucimiento tampoco la sensación de peligro que dejaron los demás. Pero para manso de verdad el sexto. Quiso el debutante pero no encontró la forma por más muletazos que dio. Tantos que se pasó de faena y el toro dijo basta. El mundo al revés: el de Miura correteando y dando vueltas al ruedo y el torero persiguéndole para intentar cuadrarlo y entrar a matar. No hubo forma y sonaron los tres avisos.
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