Sucedió durante la pasada Feria de Gijón. Como colofón a una interesantísima clase práctica que embrujó a pequeños y mayores, Miguel Ángel Perera se puso a torear de salón, con la colaboración de su banderillero Guillermo Barbero, que hizo las veces de toro. Bajo un silencio sepulcral, me llamó la atención el sonido de la muleta arrastrada por la arena, la muñeca describiendo un semicírculo perfecto y sobre todo, la velocidad del muletazo. O mejor dicho, la ausencia de ella. El silencio se rompió con una gran ovación de los presentes. Pero como en todos los sitios tiene que haber un listo, éste me fue a tocar a mi lado. Y cuando un sonriente Perera saludaba a sus alumnos el espabilado sentenció "sí, sí, eso muy bien pero con el toro".
Pues dicho y hecho, doce días después y en Bilbao. Y con dos toros distintos. Si su primer Alcurrucén llega a tener un pelín más de fuerza, la faena hubiera sido histórica. A cambio lo dejaremos en importante. Toro con gran clase pero, ya digo, justito de fondo. De hecho, estuvo a punto de ser devuelto por las protestas del público pero afortunadamente el criterio presidencial fue acertado. La verdad es que pocos apostábamos de salida por el toro, que fiel a su encaste Núñez no dio opciones en el primer tercio, aunque empezó a apuntar maneras en un ceñidísimo quite por gaoneras de Iván Fandiño.
Así es que allí estaban, Alcahofito y Perera, dispuestos a taparle la boca al sabihondo gijonés. Y vaya que se la taparon. Una serie cortita de inicio para acoplarse entre ellos y luego el acabóse. Muletazos por la derecha largos, hondos, el brazo llegando a sitios imposibles y un cambio de mano sublime. Aún quedaba la mano izquierda y por ahí la faena tomó aún más altura hasta que, oh, desgracia, se acabó el toro y lo que iba camino de dos orejas se quedó en una, tras una estocada que cayó algo baja pero de efectos demoledores.
El quinto duró algo más en conjunto y sin embargo no aportó nada por el pitón izquierdo. Faena muy de Perera, con los pases por la espalda de inicio, ajustadísimos. Y empezaron a sucederse las series por la derecha. Una suave, otra despaciosa y la tercera sencillamente a cámara lenta. Si en la primera faena cantamos largura en ésta predominó el temple por encima de todo. Hubo un pase de pecho que, literalmente, paró el tiempo. A medida que el toro se fue apagando, Perera fue acortando los terrenos para terminar metido entre los pitones, el de Alcurrucén completamente entregado y bailando alrededor del diestro en una coreografía sangre y oro. Estocada atravesada y un certero descabello sumaron para cortar otra oreja de las que valen de verdad.
(Foto: Mundotoro)
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