lunes, 16 de marzo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 4

Primer día laborable tras el estado de alarma. Como era de esperar, cuando hay cambios tan drásticos al principio cuesta pero todo se va ordenando y el trabajo sale adelante. De camino a la oficina, la sensación ha sido como de estar trabajando un domingo, con todos los locales cerrados. Lo más raro fue romper la rutina de salir a tomar el café y leer la prensa. Hubo que tirar del brebaje de la máquina y claro, sucede con eso lo que dicen los rótulos de las películas: cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. A ver mañana cómo lo soluciono pero no puedo someter a mi estomago a semejante tortura.

Al salir de trabajar pasé por Hipercor a comprar. Me esperaba el Apocalipsis de los estantes pero no, la verdad es que había de casi todo y muy poca gente comprando. Supongo que sería por la hora porque por la mañana vi varias colas de gente a la puerta de supermercados esperando a la apertura de puertas. Ansias, que sois unos ansias...

Lo mejor de hoy ha venido después de comer. Hemos organizado una videoconferencia entre toda la familia y ha sido divertidísimo. Había momentos que aquello era una jaula de grillos y no se entendía nada (vamos, como la cena de Nochebuena 😂) pero lo hemos pasado muy bien. Y creo que ha sido balsámico para todos vernos las caras y sobre todo, reírnos a carcajadas. Claro que estando mi sobrino Miguel por medio, no reírse es literalmente imposible. Os recomiendo la terapia. Podéis usar la videollamada de WhatsApp si no sois más de cuatro. En nuestro caso necesitamos algo con más capacidad así que hemos tirado de Hangouts.

La hora de los aplausos hoy ha sido un pelotazo. Mucha más gente y mucho más prolongado. Merecido lo tienen todos los que se están dejando la piel en esto. Por cierto, estoy preocupado por mis amigos médicos. Algunos están empezando a desarrollar síntomas y aunque ellos le quitan importancia y tienen asumido el riesgo que corren no deja ser ser una putada. Porque los necesitamos al cien por cien.

Y recordad, si no es imprescindible, en casita. ¡Y lavad las manos!

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