lunes, 23 de marzo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 11

Hoy a media mañana uno de mis grupos de WhatsApp empezó a lanzar mensajes. Lo formamos cinco amigos, cuatro de ellos médicos de distintas especialidades y yo. La conversación empezó cuando uno de ellos compartió una foto de hace, qué sé yo, 26 ó 27 años: una cena de nuestra época universitaria, caras de felicidad, de complicidad y en fin, una puesta en escena que no debería salir de nuestro círculo más íntimo, que todos somos respetables padres de familia 😂.
La conversación derivó, lógicamente, hacia el tema de actualidad. ¿Cómo estáis? ¿Qué tal en vuestro hospital? Hasta que en un momento dado alguien dijo que ya estaba harto de escribir, que por qué no montábamos una vídeo llamada a cinco. Y ahí nos tenéis, desempolvando contraseñas de Skype y reinstalando la aplicación pero en tres minutos nos estábamos viendo las caras. Y ha sido balsámico. No sé el tiempo que habremos estado conectados, diría que unos veinte minutos, pero se me ha hecho muy corto. Las carcajadas que hemos echado, el contagiarnos la risa unos a otros, la complicidad de esa foto, que permanece intacta...
Pero también tengo que contaros que he visto en sus caras el cansancio, el sufrimiento y la preocupación. Ellos dirán que va en el sueldo pero yo no puedo dejar de reconocerles el valor que tienen, peleando en primera línea y asumiendo que van a terminar contagiados. Si es que alguno ya no lo está.
Así que hemos quedado en que, cuanto pase esta pesadilla, lo primero que vamos a hacer es repetir esa foto. Y si hay que perder la compostura casi treinta años después, se pierde y punto  😉

No hay comentarios: