Hoy tocó descanso en casa. Aprovechando la mañana soleada, he empezado la operación desbroce en la terraza. Ha cundido pero va a dar más trabajo del previsto. No hay mal que por bien no venga, así ocupo más días, que falta va a hacer. Lo malo es que tendría que cambiar la tierra a todas las macetas y transplantar pero no voy a tener suficientes existencias. Curiosamente, hace tiempo había comprado algunos sacos y no veía el momento de ponerme a ello. Así que ahora me alegro de haberme hecho el remolón. Vamos, que estoy como el del chiste que os habrá llegado hoy por WhatsApp: toda la vida riñéndome por tumbarme a la bartola y ahora aquí me tenéis, salvando al mundo.
Después de comer me he puesto con otra tarea que llevaba mucho tiempo pendiente: actualizar el blog, aprovechando esta vena creativa que me invade. Parecía increíble pero llevaba cinco años sin publicar nada, ¡cinco! Imperdonable, no puede volver a pasar. Tengo que poner en marcha el propósito de enmienda, hacer caso a mi madre y escribir. Porque en estos días que lo llevo haciendo de manera regular he recuperado sensaciones que tenía perdidas.
Y en fin, hemos rematado el día por todo lo alto. Nuestro vecino de arriba, ha montado un show musical a la hora de los aplausos que ha sido mítico. Con altavoces en la ventana, juegos de luces proyectando en la fachada y los bloques de enfrente en las ventanas dándolo todo. Hay vídeo, a ver si mañana lo edito y os lo enseño.
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