viernes, 20 de marzo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 8

Una semana ya desde que empezó esta historia. Y no sé a vosotros pero a mí se me ha hecho eterna. Tampoco quiero darle muchas vueltas porque me temo que la cosa va para largo y más vale que nos vayamos acostumbrando. Pero cuesta. Cuesta subir a la oficina por la mañana y ver toda la calle para ti. Echas en falta los camiones de reparto, la cola de la parada del autobús y el enjambre de piernas que normalmente te acompaña en el camino.
La semana se hace eterna pero la mañana se pasa volando. La situación es nueva, todo son dudas y entre el teléfono y el correo electrónico no das abasto. Pero el regreso a casa te devuelve a la realidad. Se te cae el alma a los pies viendo Gascona (la calle de las sidrerías, para los que no conocéis Oviedo) como un solar. Normalmente a esa hora es un hervidero de gente comiendo en las terrazas, de camareros tirando culines de sidra, vamos, llena de vida. Ya sé que tiene que ser así, pero, narices, cuesta.
En medio de ese desierto comenzamos a encontrar algún oasis. Si recordáis, hace unos días os hablaba de un grupo de voluntarios que estaban trabajando en el diseño de respiradores para los enfermos ingresados. Pues parece que la cosa ya está bastante avanzada.
También sé de primera mano que hay un proyecto en marcha para diseñar un test de pronóstico que ayudaría muchísimo para anticiparse en los diagnósticos. De momento está en fase de estudio, pendiente de aprobación, pero ojalá salga adelante 🙏🏻
Hoy ya se me hace tarde pero otro día os cuento cómo nos hemos organizado el gimnasio en casa. Que como no hagamos algo de ejercicio, el día que nos dejen salir ¡lo vamos a hacer rodando!

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