viernes, 12 de junio de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 92

Ayer finalicé un reto que se ha hecho habitual en Facebook. Un amigo te invita y durante diez días debes publicar las portadas de otros tantos álbumes que te hayan influido, sin más comentarios, únicamente la imagen. Como soy un chico obediente, cumplí escrupulosamente con las normas pero me quedé con muchas ganas de añadir algunas notas al margen. Así que voy a aprovechar este espacio -aquí las reglas las pongo yo- y dar rienda suelta a lo que me quedó en el tintero. Vamos allá.

Mi primera elección fue A por ellos que son pocos y cobardes, de Loquillo y Trogloditas. Me hubiese valido cualquier disco del Loco así que opté por este, que reúne varias de sus mejores canciones. Por eso y porque es en directo, faceta en la que los he disfrutado varias veces y son de lo mejorcito.

Por idénticas razones, El directo de Radio Futura. Cada vez que lo escucho, me transporto a casa de mi colega Felipe Hernández Zaballos, donde machacamos el CD una y otra vez mientras estudiábamos.

Varios años antes, en las noches en el pub  Zeus de Vitigudino descubría a un grupo alemán Propaganda. Noche tras noche de verano, el soniquete de su canción P-Machinery nos acompañaba. Igual se acuerda mi amigo Andrés de la Puente.

Como soy de gustos heterodoxos, no podía faltar una pincelada de flamenco. Y nuevamente se me hacía difícil escoger un disco de, cómo no, Camarón. Así que me decanté por Potro de rabia y miel, su último trabajo de estudio antes de morir.

También me costó decidirme por un único disco de Carlos Cano. El elegido fue Cuaderno de Coplas, aunque solo sea por esa maravilla de Habaneras de Cádiz.

De nuevo de vuelta a mis años de instituto, Azul y Negro, un grupo que tuvo unos años de grandes éxitos asociados a sintonías de la Vuelta Ciclista a España. Elijo, sin embargo, Suspense, un disco que no entra en esa categoría pero que a mí me encanta.

Recuerdo como si fuera hoy aquel viaje. De Vitigudino a Punta Umbría me lo pasé con los cascos en la oreja escuchando en bucle en mi radiocasette con pilas la cinta de Bandido, el disco que consagró a Miguel Bosé. Después me terminé de hacer fan gracias a mi querida Mariola Rodríguez, que me prestó varios discos más.
 
Han sido, son y serán mi grupo español. E Insurreción ha sido, es y será mi canción. Así que a la hora de nombrar un álbum de El Último de la Fila, no podía ser otro que Enemigos de lo ajeno. Debería ser declarado Patrimonio de la Humanidad.

Tenía claro que algo de guitarra flamenca tenía que haber en mi lista. La tentación era echar mano de Paco de Lucía, una apuesta segura. Sin embargo, me decanté por Manolo Sanlúcar y su Tauromagia, así mataba dos pájaros de un tiro. Es una delicia escucharlo y recorrer la vida de un toro desde que lo pare la vaca en el campo (Nacencia, primer tema del álbum) hasta que entrega su vida en la plaza para gloria del torero (Puerta del Príncipe). Las notas de la guitarra evocan a la perfección cada uno de esos momentos. Si no eres aficionado a los toros, te gustará la melodía. Si lo eres, la disfrutarás y le sacarás todos los matices.

Si El Último es mi grupo español, Dire Straits son mi favorito de fuera de nuestras fronteras. Los descubrí en el instituto, donde un compañero me prestó la doble cinta del Alchemy y ya me conquistaron para los restos. Puedo escuchar Sultans of Swing una y cien veces y no me canso. Y eso sí, me queda la espinita de verlos en directo.

Quedaron muchos grupos en el tintero. Hubiese puesto con gusto a La Unión, Los Secretos, Miguel Poveda, Alaska y Dinarama, Mecano, Ilegales, Malevaje, Siniestro Total, Ketama, Rosendo, María Dolores Pradera, Gabinete Caligari, Spandau Ballet,, The Cure, Queen, Tina Turner, Scorpions, Michael Jackson, The Smiths o Madonna. ¡Y Camela!

Lo dicho, que soy como los antibióticos, de amplio espectro. O como me gusta decir, que si Dios hubiera sido justo, con el repertorio que tengo en la cabeza me hubiese alumbrado con otros dones. 

Que yo podría ser cantante, si no fuera por la voz.

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