martes, 9 de junio de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 89

Los dos tenían la misma edad, 53 años. Y con su muerte, los dos han concitado una catarata de afectos que rebobinando, nos lleva a concluir que eran grandes personas. Que al fin y al cabo, yo creo que es lo más importante que uno puede dejar en esta vida, que de tu biografía, por encima de títulos y logros, el titular lo protagonice la bonhomía.

Francisco Ruiz Antón era el menos conocido de los dos. Fuera de los círculos periodísticos, no creo que mucha gente le pusiera cara. Pero en la profesión sí ha dejado huella su marcha. En su curriculum abundan los éxitos en medios españoles,  que culminó alcanzando la dirección de Políticas Públicas para España y Portugal en Google. Pero si algo destacan los que le conocieron de cerca es que estamos ante un hombre bueno, en el sentido más amplio de la palabra.

A Pau Donés, en cambio, poca gente no le reconocería por la calle. Su legado lo forman un puñado de canciones, algunas de las cuales tienen esa cualidad de universalidad: le nombras a alguien las primeras estrofas e inmediatamente te completa el estribillo. Pero aportaciones artísticas al margen, lo que también va a quedar de él es el ejemplo en su lucha contra la enfermedad que, finalmente, le ha ganado el pulso. 

Hoy las redes sociales han sido un inmenso y precioso homenaje a quien ha cumplido el deseo que yo expresaba al principio. Pero como siempre tiene que haber una excepción, no ha faltado el eructo de la nacionalista con lacito amarillo de turno. Mira que nadie le había pedido su opinión pero no lo pudo evitarlo y nos obsequió con una deposición intelectual en forma de tweet: Nunca cantó en catalán, lo siento pero no es de los míos.

Cada uno recoge lo que siembra, Francisco y Pau ya lo han comprobado. A la elementa esta le deseo muchos años de vida. Así tendrá oportunidad de sufrir un rapto de lucidez  y lo mismo consigue mejorar su cosecha. 

Porque a día de hoy, la cosa huele a podrido.

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