viernes, 5 de junio de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 85

Recordaréis los fieles lectores de este diario que, ante la imposibilidad de contar con los servicios del peluquero, tiramos de habilidad casera y recurrimos a la máquina cortapelos. Así que hemos podido demorar lo inevitable. Pero finalmente,  en este videojuego de la vuelta a la normalidad hoy nos pasamos otra pantalla: la de la peluquería.

La experiencia no ha sido tan chocante como la del dentista. De hecho, nada fuera de lo habitual salvo la limpieza del sillón entre cliente y cliente y la esterilización de todo el material antes de volver a usarlo. Que a mí me parece una medida muy pertinente incluso si no formara parte del protocolo actual. Por lo demás, la sempiterna mascarilla tanto cliente como profesional, éste además con guantes y tira millas y dale a la tijera.

El único momento delicado llega cuando hay que arreglar las patillas. Ahí quería yo ver al artista, a ver como libraba la goma y hacía el apaño. Pero oye, el tío ha desarrollado una habilidad que es para verlo, con un dedo la retira pero la sigue sujetando para evitar que caiga la mascarilla y mientras con la otra mano hace la filigrana.

El gremio de peluqueros tiene fama, como el de los taxistas, de dar conversación. El mío no es una excepción y como a mí -ya me conocéis- no me gusta hablar, pues me ha puesto al día. El tema han sido los alquileres de la zona y las distintas sensibilidades de los propietarios ante las circunstancias actuales. El suyo ha sido de los que merecen un aplauso y le ha perdonado la renta de los casi dos meses que ha estado obligado a cerrar. Parece de sentido común que si tu inquilino no factura no te va a poder pagar y si le aprietas para que apoquine de todas formas, puede que lo ahogues. Y cuando pueda volver a abrir, lo mismo te encuentras con el cartel de Se traspasa en la puerta. 

Pues esto, que es de sentido común, no está tan extendido como parece. Hemos repasado la cantidad de locales vacíos que hay en el barrio porque los dueños no se avienen a bajar precios y claro, las cosas no están para tirar cohetes precisamente. Cuando siempre será mejor que el local esté ocupado -te lo cuidan, te lo mantienen y por mal que se dé, sacas para los gastos- a tenerlo muerto del asco.

Igual se me escapa algo y si eres dueño de veinte locales lo ves de otra forma. Pero desde mi punto de vista de pringado asalariado no lo pillo.


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