jueves, 18 de junio de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 98

Se ha colado en nuestras vidas y ya forma parte de la cotidianidad. El dúo de imprescindibles al salir por la puerta de casa -llaves y teléfono móvil- ahora es un trío, con la incorporación de la mascarilla. Llevo una temporada haciendo un trabajo de campo sobre su uso y estoy en condiciones de presentar ya alguna conclusión. A grandes rasgos, podemos definir cuatro tipos de usuario:

- En primer lugar, el Elementum Normalis. Son el grupo más numeroso, afortunadamente, un 63%. Se caracteriza por llevar la mascarilla perfectamente colocada, tapando nariz y boca y  con las gomas en su sitio. Hay una subespecie, el Elementum Plus Normalis, capaz incluso de usar las gafas sin que se le empañen.

- El Elementum Sub Nasum supone aproximadamente un 21% de la población. En la distancia se les suele confundir con el Normalis. Parece que lleva la mascarilla bien puesta pero a medida que se acerca, se comprueba que la tiene por debajo de la nariz. Es frecuente en este grupo un uso extravagante del preservativo. En lugar del emplazamiento habitual, acostumbran a emplearlo envolviendo los testículos como el que envuelve unas albóndigas con papel film. "La intención es lo que cuenta" podría ser su lema.

- El Elementum Sub Mento, se ha descrito en un 12% de la muestra. Es una evolución del Sub Nasum, que en un alarde de porqueyolovalguismo, se coloca la mascarilla bajo el mentón. Estudios recientes avalan que la prioridad del Sub Mento no es protegerse ni proteger, sino disimular la papada. En casos extremos, se obtiene una imagen rozando lo dantesco, con los mofletes de carne dándose a la fuga por los laterales de la tela y desafiando a la gravedad con su movimiento oscilatorio acompasando el paso de los pies. 

- El grupo minoritario, un 3% se encuadra en el Elementum Ab Auris. Es raro de encontrar pero es inconfundible: mascarilla colgada de una oreja a modo de zarcillo. Al ser una población escasa, los científicos no son capaces de trazar un modelo y la única línea de trabajo se centra en un patrón que parece que se repite: señoras con la edad suficiente para haber visto el incidente de Lola Flores con el pendiente en el programa de Íñigo. Podría tratarse de un fenómeno de identificación pero ya digo, a día de hoy es un misterio por qué se inclinan por esa ubicación para la mascarilla ni qué tipo de protección pretenden. 

Tampoco vamos a volvernos locos, hay gente pa tó y ya está.

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