lunes, 1 de junio de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 81

Estrenamos mes pero hay que cosas que no cambian. A cada follón gubernamental le sigue otro que tapa el anterior. Y así, de oca en oca, y no dimito porque no toca, la colección va en aumento. Podría ponerme a sacar punta al tema de hoy pero mira, paso. Ya hay bastantes sitios donde podéis encontrar los detalles y prefiero que esto sea un espacio de distensión y cambio de aires respecto al ambiente, cada día más enrarecido, que nos rodea.

Así que os cuento que sigo enganchado a los documentales. Hoy le tocó a uno relacionado con el ciclismo. Se emite en Movistar y Netflix y cuenta los entresijos del equipo del mismo nombre, Movistar, a lo largo de las tres grandes pruebas del calendario ciclista: Giro, Tour y Vuelta. Una maravilla si sois aficionados a este deporte.

Yo lo he sido desde pequeño. Entre mis juegos favoritos estaba uno que requería un laborioso proceso. Lo primero era entrar en los bares del barrio y recoger chapas del suelo. Había que seleccionar las que estuvieran menos dobladas porque luego deslizaban mucho mejor. Después había que escribir en un papel el nombre del ciclista y pintar los colores de su maillot, recortarlo y pegarlo dentro de la chapa. Y a jugar. La memoria me lleva a sintonías de Azul y Negro y Tino Casal y a nombres como Bernard Hinault, Alberto Fernández, Vicente Belda, Reimund Diezten, Marino Lejarreta o José Luis Laguía y equipos como el Zor, Kelme, Teka, Renault o Reynolds.

La afición siguió y pude darle rienda suelta en mi época de periodista deportivo. Recuerdo la emoción que supuso poder seguir una contrarreloj desde dentro de un coche de equipo, gracias a la gentileza de Jose Luis Jaimerena, por entonces director del equipo sub-23 del Banesto. O entrevistar a Abraham Olano recién ganado el Mundial. O a Dori Ruano la misma noche que fue plata en el Mundial de Perth. O hablar cada noche durante todo un Tour con Santi Blanco o en la Vuelta con Lale Cubino para hacer su "diario" en el periódico.

Pero la mayor frikada en aquella época fue montarme en un autobús con la Peña Eladio Jiménez (un cliclista de Ciudad Rodrigo). Viajamos toda la noche de Salamanca a San Sebastián y allí nos soltaron cuando amanecía para ver el Mundial Sub-23 de Ciclismo de 1997. El autobús aparcó en las afueras, porque ya estaba montado el circuito y me lo hice entero a pie para no perderme un detalle del ambiente de meta. Huelga aclarar que el viaje de vuelta caí rendido y no desperté hasta llegar a casa. Por cierto, ganó un noruego e hizo plata un tal Oscar Freire, que luego ganó tres oros en la categoría absoluta.

El año pasado añadí otra experiencia que ya pensaba que nunca iba a ser capaz de vivir. Tuve ocasión de seguir una etapa de la Vuelta desde el principio hasta el final. Primero, acompañado por un mito del ciclismo como Francis Lafargue, recorrer los cuarteles generales de varios equipos recibiendo una clase magistral de materiales y su evolución. Después, subir en helicóptero durante casi media hora y seguir el resto de la etapa en un coche de la organización con otro crack de mi adolescencia haciendo de chófer, Juan Martínez Oliver. Inolvidable. 

Echaréis de menos una referencia a los años dorados de Perico, Indurain, Contador y más recientemente, Valverde. Pero es que -creo que se me nota- si me pongo a hablar de este tema me puede la pasión y no paro.

Y una cosa es distraernos de las fechorías monclovitas y otra que os tenga toda la noche entretenidos hasta que mañana nos salgan con la penúltima. Así que ¡a dormir!









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