domingo, 31 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 80

Menos mal que ayer nos arriesgamos y apostamos por la playa. Hoy ya cambió el tiempo y por lo visto, el empeoramiento se va a instalar en la semana que entra. Así que la cosa fue un poco distinta, cambiamos la arena y el mar por el sofá y la televisión. Y digamos que hemos tenido una tarde temática. O maś bien, nostálgica.

Para abrir boca, nos hemos metido una ración de vídeos de Los Payasos de la Tele. Mira que los habremos visto veces, que nos sabemos algunos números de carrerilla. Pues nos siguen provocando la carcajada. Hasta aquí la cosa sería normal, al fin y al cabo, Gaby, Fofó, Miliki y Fofito (bueno, venga, y Milikito) forman parte de nuestra memoria de la infancia y no evocan sino recuerdos felices. Pero la medida de su genialidad, la prueba de su atemporalidad es que provocan idénticas reacciones en nuestros hijos. Haced la prueba los que seáis padres, sentaos un día con vuestra descendencia, buscad en Youtube y observad las caras. El lenguaje universal y eterno del humor.

Después este maratón hemos seguido rememorando con un documental que hemos encontrado en Netflix sobre el grupo Parchís, otros que también tiene su hueco en el álbum de nuestros recuerdos. Sin embargo, después de verlo, la sensación ha sido muy distinta. De tristeza. Y en cierto modo de decepción, por los trajines de la discográfica y las televisiones, los tejemanejes de managers, el egoismo de los que quisieron apurar la gallina de los huevos de oro hasta la extenuación y la disolución abrupta del grupo. 

Aunque el tiempo todo lo cura y afortunadamente, el final de la historia remite a palabras como perdón, reconciliación y admiración mutua. Al final se trataba de "sobrevivir a Parchís". Una auténtica lección de humildad.

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