domingo, 5 de abril de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 24

No falla, oye. Según amanezca el día, así viene luego. Lo que empezó como un recurso estilístico se está revelando como una verdad científica. Desde la cama escuchábamos esta mañana el ulular del viento, batiendo persianas, ventanas y puertas. Y fue poner el pie en el suelo y confirmarlo: hoy iba a ser un día de mierda. Ya me empieza a tocar las narices que en lugar de un diario, últimamente me dedique al obituario. Pero toca, que el personaje lo merece.

No hace ni un mes que nos lo anunció. Estaba ingresado en el hospital porque sus riñones no terminaban de funcionar bien. Y lo soltó así como era él, con esa pulcritud castellana: "Update, tengo cáncer". Un escalofrío nos recorrió a todos la espalda. Ya hemos pasado por eso, a otro miembro del grupo lo quiso fichar el cangrejo para su equipo pero dijo que leches. Y se curó. Así que todos nos agarramos a ese clavo ardiendo. Pero esta vez no pudo ser. Y Nacho se nos ha ido esta madrugada.

Nos conocíamos hace años. Muchos. Todo empezó en las pantallas de nuestros ordenadores, en los principios de internet cuando cuatro pirados nos metíamos en los chats de IRC primero y en los grupos de news después. Allí todos teníamos un mote, un nick que dicen los finos, a cual más ocurrente. Todos menos él. Volvió a tirar de sobriedad castellana y se puso Nacho, así, sin más, para no liarse. En aquella reunión de frikis se hablaba sobre todo de fútbol y como los dos eramos del Real Madrid, pronto congeniamos. Aquella locura evolucionó y muchos fueron quedando por el camino a medida que aparecían nuevos formatos.

No fue en balde. Lo que allí se tejió fue una amistad, al principio virtual, como todo lo de internet, pero con el tiempo sólida y poniéndonos caras y nombres verdaderos. Y como el nexo que nos unía era el fútbol -no podía ser de otra manera- terminamos en un grupo de whatsapp formado por once elementos, ¡once! Cada uno de nuestro padre y nuestra madre, desde Asturias a Cataluña, pasando por Valencia, Madrid, Talavera, Navarra y terminando en Chile.

Nacho era un pedazo de pan. Generoso hasta límites que uno no imagina. Un tipo muy culto, muy de derechas, muy católico. Sin complejo ninguno pero sin perder nunca el respeto a los que no pensaban como él. Lo mismo te hablaba de rugby -su verdadera pasión por encima del fútbol- que de la teoría de la relatividad, de los robots de Asimov o de las cervezas que se tomaba el viernes por la tarde. Te vamos a echar de menos, capullo. Me dejas solo ante el peligro con la horda de culés, valencianistas y atléticos pero creo que podré soportarlo. Hoy me han demostrado, una vez más, que antes que nada son buena gente. Eso sí, guardo como oro en paño nuestros chats paralelos durante las finales de Champions y de vez en cuando les echaré un vistazo para que me saques una sonrisa con tus ataques de nervios. Y el año que viene, cuando por carnavales de Cádiz el talaverano y yo empecemos a llenar el grupo de chirigotas nos acordaremos de ti y de tus broncas. Y cuando el Celta pierda, miraré al cielo y guiñaré un ojo.

Nos ha quedado pendiente la fabada cuando volvieras a Oviedo pero lo vamos a arreglar. Tu hermano Carlos nos ha lanzado el guante y ya nos hemos conjurado Tomi y yo -por cierto, ya habrás visto el artículo que se ha cascado el ultrafelpa de nuestras entretelas- y hemos prometido que juntamos a toda esta chusma en tu Pucela y te despediremos como mereces.

Ahora descansa , amigo.

1 comentario:

Tomi Soprano dijo...

Qué descanse en paz, Hermano. Eso sí, reza porque no caiga en mis manos ningún chat de esos de las finales de Champions, que te conozco. Le has dedicado un homenaje claro, conciso, sincero y brillante. Como era Don Bernardo Shuster (por citar a uno que estuvo en los 2 equipos):cortita, concisa, al pie (y, añado) lo más importante: al corazón. TE QUIERO MUCHO, DAVID. MUCHO.