martes, 28 de abril de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 47

Llevaba ya varios días con la idea rondándome la cabeza. Estaba aguantando a ver si se despejaba el panorama y le dábamos solución por los cauces habituales. Pero cuando me he enterado de que el sepulturero anunciaba su proyecto de desescalada -la que llevo aquí colgada- ya no hubo vuelta atrás.

No puedo seguir así ni un día más, cada mañana es un suplicio, así que lo puse en marcha. Ya, ya sé que estas cosas, mejor en manos de profesionales pero a la fuerza ahorcan. Y no estaba dispuesto a pasarme todos los días peleando diez minutos con ella. Que la quiero mucho, sí, que espero no tener que echarla de menos pero era necesario.

De modo que esta noche, antes de cenar lo hemos hecho. Sacamos el aparato y primero por detrás, despacito y buena letra. Y aunque reconozco que da gustirrinín cuando vibra, no termino de acostumbrarme al zumbido del motor. Luego ya a tumba abierta, hemos dado rienda suelta al movimiento, alante y atrás, alante y atrás. Que gozada, como lo echaba de menos. Y al terminar, una ducha.

Menos mal que me compré hace años una máquina para cortar el pelo. ¡Adiós, melena!

No hay comentarios: