miércoles, 15 de abril de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 34

Se veía venir, adiós curso académico. Que digo yo que fácil no debe ser buscar una solución a la imposibilidad de evaluar a la manera tradicional. Pero tirar por la calle de en medio tampoco me parecen formas. Y hasta aquí el comentario político del día porque si me pongo a hablar del CIS o de vicepresidentes con jardín me caliento y no quiero. Pero aviso, estoy al límite y eso que he reducido al mínimo la lectura de noticias, que no la lectura. Así que, para relajar y aprovechando la estela de ayer con las recomendaciones televisivas, hablemos de libros interesantes.

Tierra, de Eloy Moreno. Recién salido del horno (se publicó en febrero) y parece escrito a propósito para lo que estamos viviendo. A Eloy lo descubrí con El bolígrafo de gel verde, su primer libro, y desde entonces soy fiel lector suyo.

 Zumalacárregui, de Benito Pérez Galdós. En realidad, cualquiera de los Episodios Nacionales merece la pena. Cito éste porque es con el que estoy liado ahora. Me acuerdo mucho de nuestros amigos Chus y Rubén, porque transcurre en la Ribera navarra. Lo que me recuerda que, cuando esto pase, tenemos que ir a comernos unos huevos fritos con chistorra. Dicho queda.

Patria, de Fernando Aramburu. Se ha convertido en un clásico. Lo recuerdo porque esperábamos para el mes que viene el estreno en HBO de la serie basada en el libro y nos hemos quedado con las ganas por culpa del puñetavirus. Te atrapa desde la primera página y ya no puedes parar de leer, que es el mejor piropo que le puedes decir a una novela.

 Y aquí paro, que lo bueno si breve, dos veces bueno. Otro día ampliamos el repertorio.

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