sábado, 23 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 72

El jueves pasado fue el día de la Ascensión. Para los católicos es una fecha señalada que conmemora el ascenso -de ahí el nombre- de Jesús al cielo, cuarenta días después de haber resucitado. Así que la cuenta es sencilla: se coge el calendario, se busca el Domingo de Resurrección, le sumas cuarenta y te sale uno de los tres jueves del año que relucen más que el sol.

Los otros dos son el Jueves Santo y el de Corpus. Sin procesiones ya nos quedamos; sin las fiestas por antonomasia de Vitigudino también, que el Ayuntamiento ya decidió la suspensión hace un mes. Y este fin de semana debería de haberse celebrado aquí, en Oviedo, la Feria de la Ascensión. Que tampoco ha podido ser.

La historia de la Feria de la Ascensión se remonta a hace 300 años. Empezó como un evento eminentemente ganadero pero ha evolucionado en el tiempo y en la actualidad se celebra como una oportunidad de acercar el campo a la ciudad. Así, se montan unas carpas en las que se exponen animales, recreaciones de oficios antiguos, actuaciones musicales, etc. Pero lo más importante en esta casa, por lo que nos pasamos todo el año contando los días que faltan, es un pabellón en concreto. Asturias es un paraíso en muchos sentidos pero en el caso de los amantes de los quesos no hay discusión posible. Los franceses presumen de variedad pero no nos ganan. Así que cada año en casa esperamos con impaciencia este fin de semana para visitar la feria y especialmente la carpa de los quesos. 

Nada más entrar, el olor te transporta. Predomina el aroma del Cabrales, porque es potente, sí pero porque quizás es la variedad más abundante. Solemos dar primero una vuelta de reconocimiento para ver y catar el género. Cada quesería tiene preparados unos platos con trocitos para probar y decidirte. Se han dado casos de gente que ha salido cenada a base de picotear en unos cuantos puestos pero ese no es nuestro estilo, nosotros somos de sacar la cartera y hacer gasto.

Una vez completado el circuito, llega el momento de deliberar qué nos llevamos. Hay un fijo en la quiniela, el Cabrales. Ese es innegociable y suele caer el que haya ganado el premio al mejor queso ese año. Y luego ya, procuramos ir probando de todo, aunque tenemos nuestros favoritos. De los de vaca: el Ovín (Nava), Caxigon (Cabrales) el Afuegaĺ Pitu (Grado) y el de Oscos. Para los que el Cabrales os resulte muy fuerte, probad un queso del concejo de Illas, también de vaca: La Peral.

Los de oveja de aquí nos van menos, porque en nuestra memoria gustativa están los quesos de Zamora, Las Arribes, Idiazabal o la Torta del Casar. Y claro la competencia es fuerte. Tampoco perdemos la cabeza por los de cabra pero como la susodicha tira al monte, últimamente nos hemos decantado por los de la zona de Llanes: Porrúa y Peña Tú. 

Y la joya de la corona son los quesos de mezcla. Ya hemos dicho que la estrella es el Cabrales pero no perdáis de vista el Gamoneu, uno de los quesos más caros del mundo, elaborado con las tres leches: vaca, oveja y cabra. Y de nuevo por la zona de Llanes, los de Vidiago (vaca y cabra) y Pría (vaca y oveja).

Con todo este catálogo te puedes montar una comida temática de domingo  muy apañada. Y ya si lo regamos con sidra y de postre un arroz con leche o unos frixuelos, os garantizo que termináis todos pidiendo la nacionalidad asturiana.

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