sábado, 9 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 58

Lo prometido es deuda y hoy nos tiramos de cabeza a la sidra. Muy bien acompañada, eso sí, con unas almejas de primero y un bonito encebollado que quitaba el sentido. Este menú me ha dado pie a recordar un sitio donde tuve varias de las mejores experiencias gastronómicas de mi vida y así lo hemos comentado en la sobremesa.

El sitio en cuestión es el Hogar del Pescador, en el puerto pesquero de Santurce. No he vuelto a comer unas sardinas más ricas en ningún sitio. Aparte de la materia prima, la diferencia está en la forma de cocinarlas. Bueno, todos los pescados en general los bordan. Recordaba yo una rueda de bonito a plancha o un chicharro que se solía pedir Olga. Durante la época que viví en Bilbao, muchas noches cenamos allí con mi padre, disfrutando de la vista de los barcos amarrados en el puerto al abrigo del Cantábrico. Sardinas y cerveza fresquita en la terraza, los grandes placeres muchas veces se esconden en las cosas más humildes.

De Bilbao nos vinimos a Asturias y en alguna ocasión hemos vuelto por allí, cuando las circunstancias nos permitían escaparnos a la Semana Grande. Y allí precisamente cenamos la última noche antes de la mudanza. Aún se acuerdan mi madre y mi hermana Elena, que me acompañaban, de los centollos que nos empujamos para despedirnos.

Así que habrá que poner remedio a la nostalgia y en cuanto podamos, hacer una escapadita. ¿Quién se apunta? 😉


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