jueves, 21 de mayo de 2020

Diario de una familia enclaustrada: día 70

Una semana. Eso es lo que ha tardado en cumplirse mi pronóstico sobre el enésimo giro de guión gubernamental. Ahí lo tenemos, recién salido del horno. De los creadores de "no sirven", "son incluso contraproducentes" llega "desde hoy, mascarillas obligatorias". Como el "no se podía saber" ya no funciona, a ver qué se sacan de la manga ahora los calamidades expertos que dirigen (¿?) el cotarro, que las piruetas dialécticas de Simón ya no cuelan. Qué espectáculo, Dios mío...

Lo malo del asunto es que, si os fijáis, van tapando una barbaridad con otra más grande. Y ya pocas se me ocurren más gordas que pactar nada menos que la derogación de la reforma laboral con los que eran una línea roja (la geógrafa Calvo dixit) o con los que "se lo puedo decir cinco veces o veinte, si quiere se lo repito, no vamos a pactar con ellos" (Fraudillo). 

Va sin frenos, a calzón quitado, con la cinta del sol naciente anudada en la frente y al grito de ¡banzai! El editorial de El País -¡hasta El País!- es demoledor:

(...) esta vez las cosas han ido demasiado lejos, y la única manera en la que podría contener la hemorragia política provocada por el acuerdo sobre la reforma laboral en un contexto impropio y con un socio inadecuado es depurando responsabilidades. De no hacerlo con urgencia, será el propio presidente Sánchez el que se arriesgue a perder toda cobertura, llevando al país a una vía muerta institucional cuando lo que requiere es emprender cuanto antes el largo y doloroso camino que le queda por recorrer


Vamos, que o encuentra su Pearl Harbour pronto o nos comemos todos un Hiroshima.

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